Nuevo dardo a Salvini y los ultras: "El problema no se resuelve bloqueando sus barcos" Francisco, 'chaleco-salvavidas' de los refugiados: "Nuestra injusticia es la que los rechaza y los hace morir en el mar"
Francisco se reúne con los 33 refugiados acogidos en Roma gracias al limosnero y a la Comunidad de Sant'Egidio
"Es una injusticia que obliga a muchos migrantes a abandonar sus tierras. Es la injusticia la que les obliga a cruzar los desiertos y a sufrir abusos y torturas en los campos de detención"
“Debemos comprometernos seriamente a vaciar los campos de detención en Libia, evaluando y aplicando todas las soluciones posibles. Debemos denunciar y perseguir a los traficantes que explotan y maltratan a los migrantes, sin temor a revelar connivencia y complicidad con las instituciones”
“Debemos comprometernos seriamente a vaciar los campos de detención en Libia, evaluando y aplicando todas las soluciones posibles. Debemos denunciar y perseguir a los traficantes que explotan y maltratan a los migrantes, sin temor a revelar connivencia y complicidad con las instituciones”
“Debemos ayudar y salvar, porque todos somos responsables de la vida de nuestro prójimo, y el Señor nos pedirá que demos cuenta de ello en el momento del juicio” .Día de fiesta, pero también de denuncia, en el patio del palacio Belvedere, donde el Papa Francisco quiso encontrarse con los 33 refugiados acogidos por el Vaticano gracias a la mediación del limosnero papal y la comunidad de Sant'Egidio.
Con dos gestos simbólicos: la colocación de una cruz junto a la puerta de acceso, y el regalo que los inmigrantes entregaron al Papa: un chaleco salvavidas. Y es que, para todos ellos, Bergoglio ha sido su tabla de salvación para un futuro mejor.
“Este es el segundo chaleco salvavidas que recibo como regalo”, contestó Francisco, quien recordó que el primero se lo entregaron, entre otros, Óscar Camps y los responsables de Open Arms. Pertenecía “a una niña que se ahogó en el Mediterráneo”, respondió el Papa.
"¡Esta es nuestra misión!"
Desde entonces, ese chaleco está en la Sección de Migrantes y Refugiados de la Santa Sede. “Yo les dije: "¡Esta es vuestra misión!"”, subrayó el Pontífice, quien quiso “significar el compromiso ineludible de la Iglesia de salvar la vida de los migrantes, para que puedan ser acogidos, protegidos, promovidos e integrados”.
Este segundo chaleco añadió Francisco, “pertenecía a un migrante que desapareció en el mar el pasado mes de julio. Nadie sabe quién era ni de dónde venía. Sólo se sabe que su chaleco fue llevado a la deriva en el Mediterráneo Central el 3 de julio de 2019, en ciertas coordenadas geográficas”.
Un gesto potente, que esconde una denuncia, dura y global: “Nos enfrentamos a otra muerte causada por la injusticia. Sí, porque es una injusticia que obliga a muchos migrantes a abandonar sus tierras. Es la injusticia la que les obliga a cruzar los desiertos y a sufrir abusos y torturas en los campos de detención. Es una injusticia que los rechaza y los hace morir en el mar”.
Los rescatadores aprenden
Un chaleco que, añadió el Papa, “"viste" una cruz de resina de colores, que quiere expresar la experiencia espiritual que pude captar de las palabras de los rescatadores”, y es que la cruz “es un símbolo de sufrimiento y sacrificio y, al mismo tiempo, de redención y salvación”.
“Esta cruz es transparente: es un desafío mirar con más atención y buscar siempre la verdad. La cruz es luminiscente: quiere animar nuestra fe en la resurrección, el triunfo de Cristo sobre la muerte. Incluso el emigrante desconocido, que murió con la esperanza de una nueva vida, comparte esta victoria”, clamó Francisco, quien recordó que “los rescatadores me han contado cómo están aprendiendo humanidad de las personas que logran salvar. Me revelaron cómo en cada misión redescubren la belleza de ser una gran familia humana, unida en la fraternidad universal”.
Un deber moral que une a creyentes y no creyentes
El chaleco, ya 'crucificado' en la cruz colocada en Bellverdere, nos recuerda que “debemos mantener los ojos abiertos, el corazón abierto, para recordar a todos el compromiso imperativo de salvar toda vida humana, un deber moral que une a los creyentes y a los no creyentes”.
“¿Cómo no escuchar el grito desesperado de tantos hermanos y hermanas que prefieren enfrentarse a un mar tormentoso antes que morir lentamente en los campos de detención libios, los lugares de tortura y la esclavitud innoble?”, se preguntó.
“¿Cómo podemos permanecer indiferentes ante los abusos y la violencia de los que son víctimas inocentes, dejándolas a merced de traficantes sin escrúpulos? ¿Cómo podemos "pasar por alto", como el sacerdote y el levita en la parábola del buen samaritano, haciéndonos responsables de su muerte? ¡Nuestra pereza es un pecado!”.
Con todo, Francisco reconoció a “aquellos que han decidido no permanecer indiferentes y hacer todo lo posible para ayudar a los desafortunados, sin hacer demasiadas preguntas sobre cómo o por qué el pobre muerto terminó en su camino”. Y es que, incidió, “el problema no se resuelve bloqueando sus barcos”.
“Debemos comprometernos seriamente a vaciar los campos de detención en Libia, evaluando y aplicando todas las soluciones posibles. Debemos denunciar y perseguir a los traficantes que explotan y maltratan a los migrantes, sin temor a revelar connivencia y complicidad con las instituciones”, inquirió Francisco, insistiendo en que “los intereses económicos deben dejarse de lado para que en el centro esté la persona, cada persona, cuya vida y dignidad son preciosas a los ojos de Dios”.
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