Misioneras de la "comunidad en movimiento" en Grecia "Nos encontramos todos los días con refugiados. Tienen un rostro, tienen una historia, tienen sueños"
En 2016 las Misioneras Siervas del Espíritu Santo se coordinaron para poner en marcha el proyecto de la “comunidad en movimiento”, una comunidad de cinco misioneras, contemplativa y compasiva, que, en Grecia, estuviera cerca de los refugiados
Se ocupan del Centro de Integración social Pedro Arrupe, donde se brinda apoyo a niños-adolescentes refugiados, inmigrantes y/o griegos sin distinción, sobre todo en edad escolar
Su centro para mujeres refugiadas ofrece la posibilidad de un espacio seguro donde tomar una ducha, lavar su ropa, beber un té
Su centro para mujeres refugiadas ofrece la posibilidad de un espacio seguro donde tomar una ducha, lavar su ropa, beber un té
| Obras Misionales Pontificias
La hermana Carmen Elisa Bandeo cuenta la experiencia de su comunidad en Grecia, al servicio de los refugiados y excluidos que llaman a las puertas de Europa, y a los que buscan atender con toda su creatividad y entrega. Con motivo de la celebración del Día del Refugiado daba testimonio de la labor que realizan ella y su comunidad.
En 2016, contaba en un texto recogido por la Unión Internacional de Superioras Generales, las Misioneras Siervas del Espíritu Santo se coordinaron para poner en marcha el proyecto de la “comunidad en movimiento”, una comunidad de cinco misioneras, contemplativa y compasiva, que, en Grecia, estuviera cerca de los refugiados.
Las hermanas se integraron en el Servicio Jesuita a los Refugiados de Grecia que se había establecido en noviembre de 2015, en respuesta a la grave crisis de refugiados que se había desatado. Así llevan adelante varios proyectos, como el Centro de Integración social Pedro Arrupe, donde se brinda apoyo a niños-adolescentes refugiados, inmigrantes y/o griegos sin distinción, sobre todo en edad escolar y a sus familias. Después está “Magistories”, que tiene como objetivo promover la integración a través de un programa educativo no formal: clases de griego, otros idiomas, informática… y que también es un espacio seguro en el que llevan adelante actividades para los niños: arte, inglés, matemáticas, juegos…
También están presentes con centro diurno para mujeres y niños, en el que buscan dar apoyo a mujeres refugiadas y/o solicitantes de asilo, ofreciendo asistencia social, médica, distintos talleres. Se trata de la posibilidad de un espacio seguro donde tomar una ducha, lavar su ropa, beber un té. También está “Magazi”, la palabra griega para designar un almacén. Allí pueden obtener gratuitamente ropa, artículos para la casa, juguetes, etc.
“Tea time”, otro proyecto, es un espacio en el que pueden socializar, intercambiar información, jugar mientras beben una taza de café o té, y que se lleva a cabo dos días a la semana para los varones y otros dos días para las mujeres. “Una de nuestras hermanas”, explica la hermana Carmen, “es enfermera, por lo cual es imposible no brindar un consejo sobre salud cuando nos consultan. Siempre recurriendo a plantas y remedios naturales o masajes, que lo hacen más accesible a nuestra gente y muchas veces los vuelve a conectar con las prácticas de sus países de origen”.
La situación puede ser compleja, pero a la hora de la verdad, cuenta esta hermana, “¡nosotras nos encontramos a diario con personas!, que sufren las consecuencias de todo esto. Y tienen un rostro, tienen una historia, tienen sueños, esperanzas, defectos como cualquiera de nosotros”. Y, durante el tiempo de cuarentena forzada por el coronavirus, la situación ha sido muy difícil, dado que los refugiados no viven en una casa con agua, electricidad, o internet…
“Al iniciar mi servicio como voluntaria en el Centro Arrupe en Roma, sentía que cada gesto contaba y era importante, que mi presencia ayudaba a brindarles esperanza. En Atenas, comprendí que la esperanza estuvo y está presente en sus corazones, yo simplemente al acompañar su camino ayudo a sostenerla, es algo así como… que su esperanza es una hoguera y yo acerco un pedacito de leño para mantenerla encendida”. Y añade: “Como comunidad religiosa nuestra vida es como una constante liturgia, donde ponemos en manos de Dios nuestras vidas, las de ellos, la pobreza y a veces la impotencia de no poder ayudar como quisiéramos hacerlo y nuestro buen Dios nos renueva y nos vuelve a enviar junto a ellos”.