330 años de fundación por el arzobispo Francisco Aguiar y Seixas Felicidades Seminario Conciliar de México
Ya no existen los principios que deberían regirlo para ser academia de formación de Humanidades, Ciencias, Artes y Religión. Poco a poco, la indolencia de sus pastores y la liviandad de sus formadores, meten al juego de la sociedad líquida a este antiguo oasis de pensamiento sólido y de conformación de estructura lógica de la vida.
| Guillermo Gazanini Espinoza
Cada viernes en torno a la fiesta de la Inmaculada, la arquidiócesis primada de México celebra al Seminario Conciliar de México (SCM). Años atrás no muy lejanos, era la mejor reunión del presbiterio, ocasión propicia para el reencuentro de amigos, compañeros en la formación y hasta exalumnos. Se echaba la casa por la ventana. Obispos, nuncios, personajes destacados de la iglesia mexicana, humanistas, académicos. Vivir la fiesta del seminario era la mejor forma de cerrar el año a los pies de la Inmaculada. El 2019 fue el cumpleaños 330 del Conciliar de México.
El SCM es de los más antiguos en la historia eclesiástica mexicana. De los de mayor tradición están el Tridentino de Morelia creado cédula real en 1671 y fue hasta 1732 cuando comenzó la construcción de sus edificios. En 1699, el Seminario Conciliar de Guadalajara nació por iniciativa del obispo Juan de Santiago y León y continuada por Fr. Felipe Galindo Chávez. El 22 de agosto de 1644, el beato Juan de Palafox y Mendoza escribió la primera página de la historia del seminario tridentino de Puebla que tuvo reconocimiento pontificio en 1907 gracias a las gestiones de Ramón Ibarra González, primer arzobispo de Puebla.
Pero la historia de nuestro Seminario Conciliar de México, Real y Pontificio, va de la mano de otro de los grandes precursores de la fe católica en los tiempos del régimen novohispano. Francisco Aguiar y Seijas, arzobispo de México, quiso fundar ese Colegio Seminario tomando como ejemplo la fundación de los seminarios de Michoacán y el de Lima.
El SCM va de la mano de Aguiar y Seijas y el virrey de la Nueva España, Gaspar Sandoval Silva y Mendoza, conde de Galve quien muy joven, a los 35 años, tomó las riendas del virreinato. El 28 de noviembre de 1689, decretó la fundación del Colegio Seminario Real y Pontificio. Las crónicas y datos de la época cuentan hasta los mínimos detalles de la fundación y lugar para instalar el Colegio. Cita El canónigo Eduardo Chávez en su obra “Fundación del Real y Pontificio Colegio Seminario de México” (1997) describe: “El arzobispo estaba muy complacido, por fin se fundó el Seminario Conciliar de México; se contaban con el dinero necesario, se había determinado el lugar exacto y se había manifestado todo con un decreto del vicepatrono de la Iglesia como era considerada la autoridad del virrey; la alegría era inmensa”.
Recordar ese momento de la fundación no es ocioso ni queda como etéreo recuerdo difuso en las gastadas páginas del pasado. Cada año y momento, cada ciclo y evento, su historia fue parte de los grandes hechos fundacionales del país hasta nuestros días. Con momentos de esplendor y de decadencia, de riqueza y pobreza, el Seminario Conciliar de México fue de las grandes lumbreras del pensamiento y humanismo.
Es esta fiesta en 2019 cuando hace 330 años, el 4 de diciembre de 1689, se recuerda la “primera piedra”. En ese hecho ahora perdido y en mucho desconocido, virrey y virreina asistieron a catedral a plantar el germen del Seminario Conciliar. La primera palada y el obsequio de dos joyas de oro a la catedral que culminó el 12 de diciembre con la bendición de la obra, el día de Guadalupe, con la intención del patronazgo perpetuo de la Madre de Cristo sobre el Seminario Conciliar.
Hoy la pinacoteca del Seminario guarda un óleo de Aguiar y Seixas con los nombres de las 15 primeras becas de fundación, entre españoles e indígenas caciques.
Muchos, cientos, quizá miles, hemos cultivado la ciencia y las virtudes en esa casa. Santos obispos, preclaros sacerdotes, destacados humanistas, letrados laicos y buenas personas que rigen su vida conforme a los principios y ciencias aprendidos en el Seminario Conciliar de México. Tiempos donde el Seminario, al formar sacerdotes, era la cuna del pensamiento y forjador de personalidades conforme a la doctrina cristiana.
A 330 años de su fundación, en esta fiesta de la Inmaculada, el examen es obligado para saber qué ha pasado con esta gran institución y hasta dónde llega su esplendor y decadencia. Hoy, sin lugar a duda, ya no existen los principios que deberían regirlo para ser academia de formación de Humanidades, Ciencias, Artes y Religión. Poco a poco, la indolencia de sus pastores y la liviandad de sus formadores, meten al juego de la sociedad líquida a este antiguo oasis de pensamiento sólido y de conformación de estructura lógica de la vida.
No es el mejor momento del Seminario Conciliar de México. Pero son ciclos de la historia que tiene dos caminos: Escoger su fortaleza o incurrir a su irremediable decadencia. Prácticamente desmantelado en la formación de los niños y jóvenes, ahora el “Mayor” vive en la convulsión y el desasosiego. No hay genios ni grandes pilares, todos desaparecieron, pasará mucho tiempo para conocer a quienes ocupen esos sitiales.
De corazón nos unimos a esta fiesta. En el fondo es y será el alma mater. Quienes nos formamos en esta Institución somos agradecidos con aquellos formadores quienes nutrieron el alma de amor a la Iglesia. Y duele ahora ver un eclipse que ensombrece su historia. Algún día volverá a resonar con fuerza sobrenatural el lema que adorna su heráldica que, para muchos estudiantes del cambio de época digital, y quizá sacerdotes de la era del ecologismo, queda velada en su significado por estar escrita en el idioma de Séneca: “Enclaros tandem partos cer tamine triumphos”. Roma nació con un Rómulo y con otro fue devastada. Con un Aguiar, el Seminario tuvo esplendor y con otro, decadencia.