En 2015, la tumba del misionero fue profanada después de la canonización Tumbando a Fr. Junípero Serra, la campaña negra
Propuestas legislativas han insistido en retirar su estatua del Capitolio Nacional.
| Guillermo Gazanini Espinoza
La reciente condena de Salvatore Cordileone, arzobispo de San Francisco, por los actos vandálicos contra la estatua de san Junípero Serra recuerda la larga campaña contra Junípero Serra. Incluso desde la política, el misionero franciscano nativo de Mallorca fue blanco de una fúrica campaña legislativa para modernizar a los personajes fundacionales del Estado de California y que parece consumarse en las demostraciones que lo pusieron al nivel de asesino genocida. Lo del pasado fin de semana, ha tenido antecedentes que llevaron a cuestionar a los padres y madres fundadores de Estados Unidos. Ineludiblemente se recuerda una tenaz campaña cuando en enero de 2015, el senador estatal demócrata, Ricardo Lara, presentó un proyecto de proposición al pleno de ese cuerpo colegiado para retirar del salón de estatuas del capitolio nacional, la imagen de Fray Junípero Serra (1713-1784), polémica que se desató justo en la víspera de la canonización celebrada por el Papa el Papa Francisco durante la visita a Estados Unidos en ocasión del Encuentro Mundial de las Familias en Filadelfia en septiembre de 2015.
La proposición pasó por el voto favorable del senado estatal. La campaña fue maniobrándose a fin de colocar a Lara como paladín de los derechos de los grupos homosexuales atizando discrepancias e inconformidades particularmente por el hecho de la inminente canonización del franciscano. Los argumentos del activista gay nacido en California en 1974 e hijo de padres mexicanos, apuntaron a la necesidad de renovar las estatuas de los ciudadanos distinguidos que cada Estado envía al Capitolio. Modernizar, según sus argumentos, con un personaje de la historia contemporánea. Con desdén, Lara refirió a Junípero Serra como “el elocuente predicador y fundador de numerosas misiones… cuya estatua en el Capitolio nacional podría ser colocada en cualquier lugar del Estado donde los visitantes puedan admirarla y ser recordado por el impacto histórico en California”.
¿Quién podría reemplazar a Fr. Junípero en el pedestal del Capitolio? El senador propuso a Sally Ride, primera astronauta norteamericana en una de las misiones del transbordador Challenger y tercera en el espacio después de Valentina Tereshkova y Svetlana Savitskaya, ella sería la idónea, pero con una clara tendencia a posicionar la agenda de género y por los derechos homosexuales y lésbicos.
Sally Ride nació en California en 1951. Desde niña se interesó por las ciencias y en junio de 1983 se convirtió en la primera astronauta a los 32 años, después de un concurso nacional. En 1987 dejó la NASA y enfocó sus esfuerzos en la enseñanza de las ciencias a las jóvenes. Ride se divorció en 1987 e inició una vida de pareja con una antigua amiga de la infancia. Juntas iniciaron la fundación Sally Ride Science para la promoción entre los jóvenes de la ingeniería, ciencias, tecnología y matemáticas. Fue asesora en ciencias de la presidencia de Estados Unidos, directora del Instituto Espacial de California y reconocida con diversos premios gracias a su dedicación en esas áreas. Murió en julio de 2013, víctima del cáncer pancreático.
¿Por qué Fr. Junípero ocupa un lugar entre los fundadores de Estados Unidos? En 1864, una legislación invitó a cada Estado de la Unión a enviar las estatuas de sus ciudadanos más emblemáticos. Después de la rebelión de 1846, la República de California se integró a la nación estadunidense en 1850. El Estado consideró a Serra uno de los padres fundacionales y ocupó su lugar en el Capitolio en 1931 junto con la del predicador y ministro unitario Thomas Starr King (1824-1864) quien fuera reemplazado en 2006 por el presidente Ronald Reagan. Obra del artista italo-americano Ettore Cadorin (1876-1952), la estatua de bronce del franciscano español reprodujo la del pionero que lleva la cruz y en su mano el templo de la Iglesia al fundar las misiones que darían origen a las grandes ciudades de notable pujanza económica y diversidad. El 25 de septiembre de 1988, fray Junípero Serra fue beatificado junto con seis siervos de Dios, entre ellos el jesuita Miguel Agustín Pro, mártir en espera de la canonización. San Juan Pablo II reconoció en Serra la unidad cristiana y su espíritu misionero consagrado en la difusión de la verdad destacando en él las virtudes de la paciencia, perseverencia y humildad.
Pero a la campaña de denostación del misionero de las Californias se suma la leyenda negra del maltrato a los indígenas. El dos de mayo de 2015, un examen histórico se ocupó de dar una radiografía del beato Serra en una jornada de estudios sobre fray Junípero en el Colegio Americano de Roma que analizó las virtudes y enormes retos afrontados en esa etapa de la historia de California. No sólo se reconoció a Serra como pionero y evangelizador, en la canonización el Papa Francisco lo llamó fundador de los Estados Unidos: “Contemplamos el testimonio de santidad de fray Junípero -uno de los padres fundadores de Estados Unidos, santo de la catolicidad y especial protector de los hispanos del país-, de manera que todo el pueblo americano descubra la propia dignidad, consolidando siempre más la propia pertenencia a Cristo y a su Iglesia”.
La propuesta de Lara para denostar el legado de Serra para derribar al santo tuvo después actos de odio. El 28 de septiembre, unos días después de la canonización, la tumba de misionero en Carmel fue profanada con pintas tildándolo de genocida, incluso los herederos de los pueblos originarios se opusieron a la canonización acusando al Papa Francisco por no ser escuchados. En 2017, fue decapitado y los restos de la estatua fueron bañados con pintura roja simulando sangre.
No obstante, las demostraciones violentas antirraciales por el crimen de afroamericano George Floyd dan un cauce inverosímil que se repite en varias ciudades del mundo. Sea por cauces supuestamente institucionales, por abdicación de la memoria o bien someterse a los dictados de una agenda, esta fúrica dialéctica debería tirar a muchos otros de los fundadores de Estados Unidos: George Washington, Samuel Adams, Stephen Austin, Sam Houston y de mujeres como la madre Josefina (1863-1902), hermana de la Providencia, de la indígena Sakakawea (+1806) y Hellen Keller (1880-1968), ciega e incansable promotora de los derechos de las personas discapacitadas.
El mensaje de esos legisladores como el de quienes pretenden reivindicar una lucha contra el racismo es el de tratar a la historia con ligereza relegando sus consecuencias para el presente. Incluso de cómplices concesiones con reprobables consecuencias como la de retirar la estatua de Fr. Junípero de la alcaldía de Ventura, California, con el consentimiento del padre Tom Elewault encargado de la Misión San Buenaventura, una declaración por la que se acepta que “ha llegado el momento para que la estatua sea retirada y trasladada a un lugar más apropiado fuera del ambiente público…”
Esta propuesta deliberadamente pretende desechar una herencia que rebasa fronteras para encumbrar al pragmatismo; lo deleznable y reprobable es usar la política y a grupos minoritarios para valerse de pretensiones electorales socavando y relativizando los mismos orígenes nacionales a cambio de votos y agendas. Por sí mismo, fray Junípero Serra refulge junto a todos los padres y ciudadanos ilustres de los Estados Unidos; el desconocimiento de la historia lo hace caer, es la ignorancia lo que condena.
México debe mucho a este santo puesto que, desde el antiguo virreinato, Fr. Junípero inició una formidable empresa que muy pocos podrían hacer en este tiempo de lo fácil y lo líquido. Desde esta parte de nuestra historia es fácil juzgar y muy cómodo condenar, pero Fr. Junípero está lejos de ser un santo caído. Más vivo que nunca, gracias al poder y celo de su vida por causa del Evangelio y el amor a todos, para ser modelo de los norteamericanos y de quienes hablamos español, por su opción por los desvalidos y discriminados sobre cualquier circunstancia. Y este legado nadie podrá ocuparlo en la historia.