Destinado a Papúa Nueva Guinea, país donde inició su servicio diplomático “No somos enemigos, debemos salir adelante juntos”: Nuncio mexicano Fermín Sosa
En entrevista , el arzobispo Fermín Sosa, nativo de Izamal, Yucatán, habla de algunos aspectos de su misión en Papúa Nueva Guinea y de la labor espiritual de un diplomático de la Santa Sede.
| Centro Católico Multimedial
Guillermo Gazanini Espinoza / Centro Católico Multimedial
Mérida, Yucatán.- A punto de cumplirse 30 años del restablecimiento de relaciones diplomática entre México y la Santa Sede, en 2022, un nuncio de origen yucateco será elevado al episcopado. Se trata de Mons. Fermín Emilio Sosa Rodríguez quien el 19 de junio recibirá la consagración de manos del mismo Secretario de Estado del Papa Francisco, cardenal Pietro Parolin.
La trayectoria diplomática del nuevo nuncio en Papúa Nueva Guinea ha pasado por diversos cargos en diferentes países. Su primera misión fue el país al cual ahora llega como representante del Papa Francisco.
En entrevista para el Centro Católico Multimedial, Mons. Fermín Sosa se muestra agradecido, sabedor de la responsabilidad que recibe. Franco y de diálogo abundante, su misión no es estrictamente política, es sacerdote, sabe que el nuncio no sólo debe trabar buenas relaciones con los estados, también debe ser esa bisagra que se mueva entre lo sacro y profano
Ahora en su natal Yucatán se mueve a gusto. Se dice un cura de calle, de amigos, de andar en la faena cotidiana. “De no haber sido por el repunte de casos covid-19 en el Estado, la celebración de mi ordenación sería completamente popular”. Pese a las restricciones, es uno de los momentos más importantes de su vida y más cuando su superior, el número dos del Vaticano, está en México con ese propósito.
Sosa conoce bien el país al cual llega. En el medio diplomático es causa de una “santa envidia” llegar a una misión en la cual se ha servido y afirma: “El estado de las relaciones entre Papúa Nueva Guinea y la Santa Sede son muy cordiales, no ha habido conflictos ni tensiones que puedan crear tensiones ni dificultades. Las relaciones son muy buenas”. Sosa, en sus primero años de servicio diplomático en Papúa Nueva Guinea, como secretario de segunda clase, recuerda la cordialidad existente entre la Iglesia y esa nación isleña la cual permitió la apertura de la primera nunciatura apostólica en 1976.
Papúa Nueva Guinea tiene “mucho respeto por la Iglesia católica y es muy activa”. Aun cuando el país no le es desconocido, el diplomático de 53 años ya vislumbra la agenda de prioridades las cuales desarrollará en esa Iglesia conformada por 20 diócesis. Previo de su ordenación episcopal, todavía desconoce la fecha exacta para suceder al arzobispo hindú Kurian Mathew Vayalunkal, trasladado a la nunciatura apostólica en Argelia en enero de 2021: “Entre mis prioridades serán seguir fomentado las buenas relaciones y el amor del Papa hacia esas tierras y también ayudar a los obispos a llevar a cabo su misión en las diversas regiones. La situación no es fácil, el covid-19 se extendió por esas zonas y hay que tener cuidado, pero hay que entablar el diálogo con los obispos. Hace poco más de 14 años estuve allá y la realidad ha cambiado en ese sentido. Tendría que refrescarme para ver el desarrollo del país y de la Iglesia, mis predecesores han hecho un trabajo magnífico”, estructurada en veinte diócesis, dos de ellas vacantes desde 2020, Goroka y Kavieng, y en donde Sosa Rodríguez será clave para la elección de los próximos obispos.
La tarea de Sosa Rodríguez inicia en un contexto particularmente difícil por la crisis del covid-19 que impacta al mundo entero. La diplomacia de la Santa Sede no ha sido ajena a las restricciones impuestas en diferentes países y de las cuales se han debido aceptar con cierta atención y cautela: “Si nosotros no ponemos nuestra responsabilidad y corresponsabilidad, nunca podremos salir adelante. Tenemos que ir viendo las responsabilidades de cada quien para que se puedan dar los pasos y salir adelante. Los retos son muy grandes porque la misa, en todos los países del mundo, tuvo limitaciones. Las reglas variaron de un país a otro”, dice el diplomático. La Iglesia tuvo que aceptar estas disposiciones y atenderlas en el camino de la responsabilidad; sin embargo, exige la correspondencia de los gobiernos.
Según Sosa la Iglesia pide que se comprenda la importancia de su labor “para que en la medida de lo posible otorguen las facilidades para realizar nuestra misión… porque nosotros estamos viendo por el bien de la gente, no se trata solamente del bien de la Iglesia… Esta pandemia es lo que nos tocó vivir, así como a nuestros abuelos les tocó vivir las guerras mundiales y otras situaciones difíciles, a nosotros nos ha tocado vivir esto y hacerlo lo mejor posible, con la responsabilidad que nos toca”.
Al preguntar sobre el estado de las relaciones diplomáticas entre nuestro país y la Santa Sede que ya datan desde hace casi tres décadas, el nuncio Sosa las considera como excelentes, “de muchísima cordialidad y de ayuda…” y se constata con la ordenación que realizará Parolin en la península de Yucatán, sin duda una especial deferencia a México, a la arquidiócesis y al diplomático.
No obstante, sobre el país cae la sombra de un catolicismo lánguido y envejecido. Las causas son diversas y aunque Sosa Rodríguez ha vivido fuera de México desde 1998 cuando fue enviado por el arzobispo Emilio Berlié Belaunzarán a la Pontificia Academia Eclesiástica, emite un juicio acerca de esta crisis de la Iglesia católica mexicana: “El secularismo ha provocado la disminución de la fe entre la gente. Nuevas ideologías y formas de pensar han permeado en la mente de los católicos, la falta de conocimiento real y sólido de la doctrina ha creado esta crisis. La opinión popular influye mucho en la opinión personal. Los prejuicios en contra de la Iglesia han contribuido a desorientar a la gente, con eso se quedan y por eso comienza en distanciamiento. Tenemos un ritmo de vida frenético y los medios dan información de todo tipo que puede formar prejuicios que crean una fe débil que no se ha acrecentado en el conocimiento intelectual y de relación con Cristo”.
El momento político actual de México, después de las elecciones del 6 de junio, ha tocado aspectos que la Iglesia defiende y promueve. Entre ellos, la defensa de la vida, la promoción de la libertad religiosa y la dignidad de la persona. Manteniendo un punto de vista más neutral, el diplomático vio en las pasadas elecciones una decisión hecha bajo el criterio de la responsabilidad de cada uno de los electores. En esta pluralidad, la exigencia es que los gobernantes permitan a la gente ejercer su fe en libertar y sin presión alguna, actuar en el marco del respeto “para no limitar las creencias y de manifestar la fe en la vida pública porque nosotros cuando vivimos, manifestamos lo que somos, lo que vivimos…Para que exista el equilibrio en un país se requiere del respeto. El grado mayor de la caridad es vivir la responsabilidad de la democracia, no en una sociedad dividida sino en armonía como hermanos mexicanos”.
La ordenación episcopal del nuncio de Papúa Nueva Guinea es de los eventos más comentados en Yucatán. Las razones son evidentes, una celebración religiosa que pudo ser multitudinaria, ahora se ve restringida por el repunte de contagios covid-19. Fermín Sosa ya invitó a las autoridades estatales. Aunque ya fue vacunado contra el virus sabe de los riesgos que implica una celebración de esta magnitud. En días pasados sostuvo un encuentro que consideró muy cordial con el gobernador del Estado, el panista Mauricio Vila Dosal, para ultimar detalles y sobre todo, de los protocolos para la misa en la histórica Izamal.
Finalmente, el diplomático envía un mensaje que engloba el lema de su blasón convencido de que, antes de ser nuncio, es sacerdote. Como servidor de la Santa Sede, da al Papa una visión del país a donde llega y, a la vez, vive una misión basada en la eclesialidad, llamado incluso a ir a lugares de conflicto y anunciar la Buena Nueva a los que sufren para decir que no están solos. Y esta es la particularidad de su experiencia sacerdotal en el servicio diplomático para lograr la vivencia de la fe: “Cuando se ama algo, se ama con intensidad. Si amo a Cristo, lo tengo que vivir con intensidad. Debemos prepararnos para vivir con Cristo. Cierto, en estos momentos de pandemia se exige la responsabilidad, son momentos de cuidarnos los unos a los otros… todos vivimos juntos, vamos en la misma barca. Hay que vivir con entusiasmo, vivir la fe con Cristo a pesar de nuestras situaciones humanamente difíciles. Vivir la alegría de Cristo. Es una de las cosas que he vivido en mi servicio y vocación. Todo lo puedo en aquel que me da la fuerza… no teman, podemos salir adelante si juntos, como país, como hermanos que somos, sabemos salir adelante. No somos enemigos los unos de los otros, somos hermanos…”