Para siempre en el Mar de la Tranquilidad Un nuevo principio... El mensaje de san Pablo VI en la Luna
Algunos fueron hechos a mano, otros mecanografiados y muchos más escritos en lenguas nativas. Un mensaje muy decorado del Vaticano fue firmado por el Papa Pablo
| Guillermo Gazanini Espinoza
San Pablo VI fue en entusiasta de la carrera espacial. En la vorágine del cambio de su época vio con esperanza las increíbles maneras en la que la tecnología podía ensalzar el bienestar humano. Su pontificado fue el de la carrera espacial. Y esto no pasó desapercibido por el Pontífice quien haría referencia a la carrera espacial como una nueva forma de construir la paz y situarnos en la paradoja del poder tecnológico y el frágil equilibrio por el cuidado del mundo y la creación.
El 28 de julio de 1964, la Ranger VIIfue enviada a la Luna para tomar las primeras fotografías detalladas y cercanas del satélite. Para san Pablo VI, el ser humano saliera de su mundo, representaría un dilema metafísico. El santo pontífice no ocultó su admiración, pero en la conquista del espacio estaba también una vía contemplativa y cosmológica para reflexionar sobre progreso de la ciencia y suscitar el sosiego de la trascendencia, de que el ser humano “tiene más vida que el cosmos”. En el ángelus del 2 de agosto de 1964 decía:
Busquemos en el momento presente algún motivo para nuestra oración. Todos hablan de la nave espacial «Ranger VII», que ha llegado a la Luna. También nosotros nos unimos a la general admiración. Es un acontecimiento que atañe a toda la Humanidad y que demuestra el progreso que ha conseguido el hombre en la ciencia y en la técnica. Y queremos presentar a Dios este acontecimiento, como celebración, ante todo, del desarrollo de espíritu humano, criatura de Dios; y pensemos también que esta exploración del espacio inmenso, del cosmos, nos descubre nuestra pequeñez humana, pero, al mismo tiempo, nuestra grandeza. Este Universo parece estar mudo, sin alma, sin lenguaje; nosotros, en cambio, tenemos el alma y la palabra, tenemos más vida que todo el cosmos.
Pues bien, debemos pedir al Señor que en esta progresiva conquista del mundo, de la naturaleza, de su conocimiento, que el hombre no se enorgullezca, no se envanezca, sino que comprenda que, a medida que avanza en su conquista, el problema del hombre en sí mismo, el problema de Dios, no sólo quedan zanjados, sino que crecen y se dilatan; y mucho más imperioso se hace nuestro respeto por el hombre y nuestro culto a Dios cuanto más amplio aparece ante nosotros el panorama del Universo.
En 1969, el Apollo 11 llevó un memorial de la humanidad. Entre todos los objetos de la Tierra que fueron dejados en la Luna, existe una cápsula de aluminio que resguarda un disco de silicón del tamaño de una moneda de medio dólar con los mensajes microfilmados de buena voluntad de 73 dignatarios mundiales. Prácticamente reunidos en la víspera de la histórica odisea, los “mensajes de líderes extranjeros felicitan a los Estados Unidos y sus astronautas además de los deseos de paz para todas las naciones del mundo. Algunos fueron hechos a mano, otros mecanografiados y muchos más escritos en lenguas nativas. Un mensaje muy decorado del Vaticano fue firmado por el Papa Pablo”.
¿Cuál fue ese mensaje que recorrió los más de 300 mil kilómetros entre la Tierra y la Luna? Se trata del salmo 8, el antiquísimo poema que la tradición atribuyó al rey David que canta la gloria dada a Dios en su creación, la de la persona humana que se siente como aplastada por la grandiosidad de la creación, «obra de tus dedos» divinos. (Juan Pablo II)
50 años después, el mensaje del Papa Pablo VI refulge en el Mar de la Tranquilidad, pero hay algo más al final del salmo que canta la gloria de Dios. El Pontífice quiso dar un toque propio que era el sello de su entusiasmo en la proeza de la humanidad en el cosmos. Que el conocimiento y poder tecnológico tiene una sola fuente que implicaría un comienzo distinto en la historia. Así escribiría este colofón que permanecerá hasta el final del los tiempos en la magnífica desolación que guarda los secretos del comienzo de todas las cosas:
“Para la mayor gloria del nombre de Dios quien da este poder al hombre, rezamos ardientemente por este maravilloso comienzo…”