¿De los 'Acuerdos Iglesia-Estado' a los 'Acuerdos Evangelio-Estado'? Castillo: "Jesús, de quien nació la Iglesia, no hizo 'acuerdos' ni con Pilato, ni con Herodes"

Barriocanal, Bastante y Bedoya, en los Jueves de RD
Barriocanal, Bastante y Bedoya, en los Jueves de RD

La exención de impuestos fiscales y las cantidades, que percibe la Iglesia, para asegurar el sueldo de obispos, sacerdotes, capellanes y otros cargos eclesiásticos, todo eso nada más, les da a los “hombres de Iglesia” una seguridad económica, que está al alcance de pocos ciudadanos

Por otra parte, una Iglesia protegida y pagada por el Estado, estará – como es lógico – al servicio del Estado. Lo cual le viene a la Política como anillo al dedo. Y le conviene también a la Religión, que así se siente más protegida y segura

El pasado día 13 de octubre, se tuvo en Madrid una importante reunión de los representantes de la Iglesia y del Estado, para precisar cómo deben concretarse las relaciones entre ambos poderes: el poder religioso y el poder político. Tal como están las cosas, era necesario hacerlo. Y creo que se hizo bien.

Pero confieso que esta reunión, desde mi punto de vista, a mí (por lo menos) me ha dado pie para pensar en el enorme problema que estos “Acuerdos” ocultan. Si en vez de gestionar debidamente los “Acuerdos Iglesia-Estado”, se hubiera cambiado sólo una palabra, de forma que el tema a tratar hubiera sido “Acuerdos Evangelio-Estado”, ¿tendría sentido semejante coloquio o debate? Es más, tal como piensa mucha gente, en nuestra sociedad actual, ¿tiene sentido esa pregunta? ¿no es un disparate el simple hecho de platearla?

Por supuesto, todo esto es un disparate, si pensamos en la Iglesia como una “institución religiosa” y pare Usted de contar. Si la Iglesia nació del Evangelio, no puede actuar contra el Evangelio. Jesús, de quien nació la Iglesia, no hizo “acuerdos” ni con Pilato, ni con Herodes. A Jesús, lo mataron los dirigentes de la Religión. Porque se enfrentó con tales dirigentes hasta provocar en ellos la convicción de que eran incompatibles con Jesús y su Evangelio (cf. Jn 11, 47-53).

Ahora bien, si la Iglesia no debe – ni puede – organizarse y funcionar de manera que, si es que quiere, de veras, ser fiel a Jesús y su Evangelio, ¿no debería, ante todo, pensar y decidir, a fondo, si sus acuerdos con el Estado son compatibles con el Evangelio, al que ante todo debe ser fiel y coherente?

Los “Acuerdos Iglesia-Estado”, entre la Santa Sede y el Estado Español (firmados el día 3 de enero de 1979), establecen una serie de privilegios económicos para la Iglesia, que aportan – sobre todo al clero – bastantes millones cada año. La exención de impuestos fiscales y las cantidades, que percibe la Iglesia, para asegurar el sueldo de obispos, sacerdotes, capellanes y otros cargos eclesiásticos, todo eso nada más, les da a los “hombres de Iglesia” una seguridad económica, que está al alcance de pocos ciudadanos. Por otra parte, una Iglesia protegida y pagada por el Estado, estará – como es lógico – al servicio del Estado. Lo cual le viene a la Política como anillo al dedo. Y le conviene también a la Religión, que así se siente más protegida y segura.

¿Y el Evangelio? ¿Qué hacemos con él? No sé cómo nos las apañamos, pero el hecho es que, digan lo que digan, tanto los hombres de la Religión como los de la Política, el hecho es que todo sigue igual. Y del Evangelio, repito, ¿qué hacemos? Eso se despacha en poco más de un cuarto de hora, cada domingo.

Sé muy bien que no he dicho ni palabra sobre los Acuerdos Iglesia-Estado. No entiendo mucho de eso. En todo caso, debo decir que, si he escrito esta breve y sencilla reflexión, es porque me preocupa mucho la relación que el Estado tiene con el Evangelio. En definitiva, ¿los que más nos tiene que preocupar es: los privilegios y el dinero que necesita el clero? ¿o más bien la salud y el pan de cada día que necesitan con urgencia los más desamparados?      

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