No nos dejan preparar la Navidad Adviento es presente
Tiempo del "Dodotis"
Comenzamos con este domingo el tiempo de Adviento. Un tiempo especial en la Iglesia y un nuevo año litúrgico. Adviento significa advenimiento. La Iglesia lo anuncia y se prepara para este acontecimiento tan especial. Cada cristiano ha de vivir ya desde ahora la esperanza del Dios que nace. La Iglesia, siempre tan madre y tan previsora, nos invita a prepararnos bien para el que será el encuentro más importante de la historia: Dios con la humanidad en su hijo hecho hombre. Quien es la Palabra, el Verbo, quiere hacerse hombre y habitar entre nosotros. La Iglesia nos invita a prepararnos pero no nos dejan. Los grandes almacenes han querido iniciar este tiempo de Adviento con las rebajas del "Black Friday", mira tú; han suprimido el Adviento y anuncian que ya es Navidad. La decoración típica de la Navidad ya lo invade todo y el Adviento no se nota por ningún sitio. Adviento es tiempo de preparación y de austeridad y ya ha comenzado la fiebre del consumismo voraz. Queremos vivir la Navidad cuanto antes sin pasar por el Adviento. María esperó nueve meses y fue meditando en su corazón todo cuanto sucedía. ya incapacitados para esperar, lo queremos todo ya, al instante. Nos falta paciencia para esperar, para sembrar con clama. Queremos recoger cuanto antes la cosecha, pero no entendemos que es necesario que madure adecuadamente. Ha dicho un jesuita, con un cierto toque de humor ,que éste es el tiempo de la aspirina, del microondas y del "Dodotis." De la aspirina porque no estamos dispuestos a soportar ningún dolor por pequeño que sea. El sacrificio no está de moda. Pero el amor auténtico necesita sacrificio y entrega. Del microondas porque queremos resultados inmediatos para todo. Y así nos va. No hacemos procesos, no trabajamos la siembra, no cuidamos los momentos previos. Queremos disfrutar de la cumbre sin haber sufrido en la escalada. Del "Dodotis" porque estamos en un tiempo de usar y tirar. Todo vale según su utilidad. Los mayores como no producen no son valiosos. Los valores como la humildad, la gratuidad, la amabilidad, la educación, como no producen dinero los vamos desterrando como si fueran inútiles. y los políticos en este tiempo de crispación y confusión han perdido los modales y gritan como energúmenos pensando que por gritar más van a tener más razón. ¡Necios! Hemos de pasar de una mentalidad pragmática y utilitarista a una mentalidad confiada y gratuita, llena de esperanza. Adviento es el tiempo de la espera y de la esperanza. No es el tiempo del futuro, es el tiempo del presente. La humanidad tiene derecho a esperar tiempos mejores y a encontrar el sentido de su camino y de su búsqueda. El profeta Isaías nos lo dice de manera muy hermosa: "Al final de los días... confluirán hacia Jerusalén de todos los pueblos... Dios nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas... De las espadas forjarán arados, de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo; no se adiestrarán para la guerra". La Escritura nos dice: "La salvación está cerca. Es hora de espabilarse. Conduzcámonos como en pleno día" Y el Evangelio insiste en este tiempo: "Estad en vela porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor. Estad preparados". ¿Y cómo nos preparamos para estar en vela? Hay quien lee su horóscopo todos los días para estar preparado por lo que pueda pasar. Como si los astros pudieran controlar la inmensa libertad humana que Dios nos ha dado. Hay quien quiere prepararse económicamente pensando que así estarán solucionados todos los problemas humanos. En estos días hay largas colas para adquirir lotería. Como si el gordo de Navidad fuera lo más esperado, la solución al sentido de nuestra vida y a los problemas humanos y familiares que tenemos. La esperanza cristiana tiene que ver con Cristo, el Señor, con el Salvador. Ahora que estamos entrando en la plenitud del invierno y todo parece morirse, la naturaleza se recoge y se esconde, el frío se convierte en protagonista indiscutible. Ahora que la humanidad siente también el frío de la insolidaridad, de la pobreza de muchos, del terrorismo cruel y fanático, de la guerra en Ucrania y en Gaza, el Adviento nos invita a creer que habrá primavera. El invierno no nos ha despojado de la esperanza de la primavera. La fe y el Adviento quieren reglarnos la esperanza de que hay salvación y la trae un niño indefenso, nacido de una mujer indefensa, donde cabe todo el amor posible. Ésta es nuestra esperanza. Por eso la Iglesia nos refresca la memoria de la fe con los profetas y nos recuerda: “Mirad, la virgen concebirá en su seno y dará a luz un hijo y le pondrá por nombre Enmanuel, que significa Dios con nosotros.”Esta humanidad nuestra no está condenada a la soledad infinita, al sinsentido permanente, a la muerte Y a la guerra. ¡No¡ En medio de ella ha nacido la esperanza que es Jesucristo. Ésa misma esperanza de la Iglesia es la esperanza de cada uno de nosotros, los cristianos, si sabemos vivir en confianza y abrir el corazón a la expectativa de un Niño que nace. La virgen María ha sido una mujer de esperanza y por eso ha concebido y ha dado a luz al Salvador. Martín Descalzo pone en boca de María una hermosa reflexión poética en el momento en que el ángel se acerca a ella:
¿Pero cómo decirle “no”?
¿Cómo negarle al sol su derecho a ser luz e iluminar?
¿Cómo regatear con Él; ponerle condiciones, pedirle garantías?
El amor es así: elegir sin elección.
Y “hágase” le dije.
Y recuerdo que el ángel sonrió como si acabase de quitarle un gran peso de encima,
como si ahora pudiera ya atreverse a regresar al cielo.
Y un pájaro cruzó tras la ventana.
Y la tarde se puso como si el sol sangrase.
Y el aire se lleno de campanillas
Como si el mismo Dios estuviera contento
Comencemos, pues, el tiempo del Adviento en brazos de la esperanza.
Es hora de despertar del sueño, de la monotonía, del cansancio.
Si queremos, podemos.
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