Estamos ante una nueva Epifanía. El bautismo de Jesús: La relación abierta en constante comunicación entre Dios y la humanidad en Jesucristo.

Alfredo Quintero Campoy ( aquinteroc@arquidiocesismexico.org) - Alejandro Fdez. Barrajón (barrajon@gmx.es)

Este domingo, en el que celebramos el Bautismo de nuestro Señor Jesucristo, el evangelio de Marcos nos transmite la sensación profunda de que Juan, el Bautista, vive ante la eminente manifestación del Mesías; en lenguaje cotidiano, sencillo, se experimenta la grandeza y belleza de un Dios que abre los cielos para hacer oír su voz y hacer descender el Espíritu Santo en forma de paloma, donde el Hijo encarnado está en las aguas del río Jordán y donde hay todo un escenario dinámico de vida.

Con esta fiesta del Bautismo de Jesús termina el tiempo de la Navidad.

Esta fiesta es más importante que la misma Navidad. Aparece en los cuatro evangelios.

-Es abundante en signos llamativos y maravillosos.

-Hay un cierto paralelismo con el relato de la creación:

 Caos y vacío..........................................Desorden que denuncia Juan.

 El Espíritu sobre la aguas........................El Espíritu baja sobre Jesús en las aguas.

 La voz de Dios llama sus criaturas….........La voz del Padre proclama a su hijo muy amado.

El Bautismo es, por lo tanto, una nueva creación.

Bien lo retrata y transmite el profeta Isaías en la primera lectura: cómo desciende la lluvia del cielo para empapar la tierra y hacerla germinar para producir semilla para sembrar y pan para comer; simboliza que en Dios el ser humano siempre se verá colmado por el alimento providente de Dios para tener siempre vida . Hay que gastarse la vida en lo que vale la pena, en lo que deja experiencias profundas de plenitud y no vacíos angustiantes de insatisfacción y desesperación donde no radica el Espíritu de Dios. La clave de nuestro caminar como bautizados está en seguir y dirigirnos por donde se manifiesta el Espíritu de Dios. Nuestra mente puede estar radiante en su lógica y entendimiento humanos y nuestras decisiones pueden estar orientadas por esa lucidez humana pero si estamos fuera del Espíritu, nuestro ser no se saciará y nos encontraremos desconcertados en muchas decisiones y acciones de nuestra propia vida. Bien lo dice el profeta Isaías: “Mis caminos no son vuestros caminos, mis pensamientos no son vuestros pensamientos.”

Juan bautiza con agua.

-Era un signo de penitencia y preparación

-Jesús se acerca como uno más aunque Él no necesita el bautismo.

-Se siente uno con su pueblo, amado por el Padre.

-Nos ofrece un modelo de sentir y de ver la vida: necesitados de perdón.

 Los evangelistas descubren en este signo la unción mesiánica

 - Se abrió el cielo:

*El cielo estaba cerrado: signo de ruptura y sequedad.

*La vida humana sin Dios es un proyecto de cielo cerrado.

*La presencia de Jesús entre nosotros abre el cielo y nos acerca al Padre.

*En los hermanos ortodoxos el bautismo es la manifestación más fuerte de Dios al hombre.

 -El Espíritu desciende en forma de paloma.

*Dios se hace fortaleza en su Hijo por el Espíritu.

*No estamos solos en nuestra debilidad.

 -Se oyó una voz desde el cielo: Este es mi hijo muy amado.

 *Jesús reconocido como el ungido del Padre

 *Jesús es confirmado ante nuestros ojos.

 *Dios es el que tiene la iniciativa. Él quiere encontrarse con el hombre.

Por tanto:

El bautismo de Jesús es una nueva Epifanía.

-Jesús asume el pecado del mundo, carga con él y entra en el agua.

-Sale del agua y es ungido por el Padre como mediador. Estamos reconciliados.

 Jesús recibe su misión del Padre.

-Enviado a servir, a ser buena noticia para todos, camino, verdad y vida.

Todos los bautizados hemos entrado con Cristo en el agua y somos enviados a continuar su tarea.

¿Qué supone nuestro bautismo? ¿Cómo lo vivimos?

-¿Una simple tradición? ¿Desvinculando la fe y la vida? ¿Sólo en momentos puntuales?

-Ser bautizados es estar llamados a ser testigos y a ser otros “Cristos”.

El bautismo de Jesús en el Jordán, por Juan el Bautista, revela algo inaudito: La conexión del Hijo y del Padre en constante comunicación de vida por el Espíritu.

Éste es el status de la identidad cristiana: Una comunión y comunicación constantes en el Espíritu Santo que nos relaciona con la voluntad del Padre y nos hace seguir a Jesús como camino hacia el Padre. Escuchar en Jesucristo la voz del Padre es algo que nos entusiasma como creyentes, como ya lo dice la segunda lectura de San Juan: Solo El que cree en el Hijo nace de Dios y, creyendo en Jesús y naciendo de Dios, vencemos al mundo.  La tentación y la seducción del mundo son las constantes que nos van a atraer siempre con una fuerza contraria al Espíritu, ésa es nuestra lucha, como los discípulos al navegar en el mar de Galilea, remar en medio de la tormenta, cuando se nos mueven nuestros cimientos, pero si Jesucristo está ahí con nosotros, en medio de la tormenta de la vida donde luchamos, seguro que venceremos . No vencemos en la soberbia y orgullo de nuestras fuerzas sino que vencemos porque estamos en comunión con Jesús que se ha hecho hombre para caminar con nosotros y llevarnos al Padre. El bautismo nos hace a todos testigos y enviados. Somos nosotros la Iglesia; no sólo los sacerdotes, consagrados y obispos. Todos los bautizados hemos sido constituidos testigos y misioneros del Evangelio, transmisores de la fe.

    Hay quienes no aceptan ni reconocen a Cristo como el ungido porque en el fondo se niegan a reconocer a Dios. Y son muy libres. Se pierden lo mejor: poder llenar de sentido profundo sus propias vidas. Como esa publicidad que la Asociación de Ateos propagó hace ya unos años en los autobuses de Londres, Barcelona y Madrid, que decía: “Probablemente Dios no existe; deja de preocuparte y disfruta de la vida.”

    De la primera parte nada que decir: cada uno con su dinero hace lo que quiere y si quiere afirmar que Dios no existe está en su derecho; los creyentes somos tolerantes y aceptamos esa publicidad.

    Pero las siguientes matizaciones merecen una respuesta porque no somos bobos.

Dan a entender que ser cristianos es vivir preocupados y tensos. ¡Que no! ¡Que no se enteran! Creer en Dios es para nosotros una garantía, una seguridad y un motivo de paz interior.

Dan a entender también que los creyentes, por serlo, no somos felices y por eso nos invitan a disfrutar de la vida. ¡Que no! ¡Que no se enteran! Precisamente, lo que nos aporta mayor felicidad es nuestra confianza en Dios y en su amor. Como al niño lo que más felicidad le aporta es la seguridad del amor de su padre.

 Bueno, vamos a respetar a todo el mundo pero también pedimos que se nos respete a nosotros. No es mucho pedir.

Celebremos el Bautismo del Señor y reconozcamos en Cristo al enviado del Padre como salvador y como Mesías, como hijo muy amado, en la fiesta de su Bautismo.

Nosotros, como Juan el Bautista, estamos llamados siempre a ser conscientes de una realidad pequeña, frágil, humilde pero así como Jesús se acerca para ser bautizado por Juan el Bautista, así también se acerca a nosotros, como lo hace con los discípulos de Emaús, para acompañar en momento de confusión y frustración explicándoles la palabra para entender los acontecimientos desde la fe y darles la claridad para levantar el ánimo y volver a insertarse en la comunidad de los discípulos seguidores de Jesús;  o como a la samaritana, acercándose Jesús al pozo de Jacob para liberar a la mujer de la falsedad de su vida con los hombres que ha vivido y que la han dejada vacía, insatisfecha y solo utilizada para que conozca y aprenda a seguir solo la verdad en Jesús . El mundo nos prueba buscando seducirnos en el engaño y el placer en nuestra modernidad tecnológica y de tanto avance pero si el Espíritu no nos conduce en nuestro diario vivir entonces seguiremos experimentando el vacío y el sinsentido, como lo han experimentado hombres y mujeres en el pasado. El Espíritu, que se manifiesta en el bautismo de Jesús, es quien nos lleva siempre a la verdad, nos libera del engaño, del corazón falso, de las malas intenciones y de las falsas estrategias que, humanamente, se nos pueden ofrecer de mil maneras en nuestra vida diaria. Pero Dios da el Espíritu a quien sigue y cree en Jesús: como lo dice Juan, el Bautista: yo bautizo con agua pero detrás de mí viene uno que os bautizará con el Espíritu. Los signos son: el agua, la sangre y el Espíritu: en el Jordán está Cristo que ha tomado sangre y carne de la humanidad de María, el agua de vida de donde sale para recibir el Espíritu Santo que el Padre envía. Ya lo dice Jesucristo: El espíritu da vida... el que cree en mí brotará como el agua viva. La sangre de Jesús nos da vida, purifica y redime de nuestros pecados. Tenemos vida en Jesús por el agua bautismal en el espíritu que recibimos y en su sangre que bebemos en el cáliz que nos da a beber Hoy, la liturgia nos invita a dirigir nuestra mirada de fe en el testimonio del Padre: Éste es mi hijo amado en quien tengo todas mis complacencias. Estamos llamados a ser testigos de esta verdad desde la contemplación y comunión con Dios, que cumple sus promesas y, cómo David en la primera lectura de Isaías, es puesto como testigo para anunciar a pueblos y naciones la belleza y grandeza de un Dios que actúa en nuestra historia. El reino de los cielos ya está aquí y se manifiesta en los bautizados porque ahí está manifestándose con fuerza el Espíritu que el Padre envía en Jesucristo para actuar en ese Espíritu y ser testigos de la verdad.

Poema sobre el bautismo de Jesús, de Enma Margarita Valdés.

Como un hombre cualquiera, en sumisión,

va Jesús al Jordán, cumplirá el rito

del bautismo del agua. Es Juan el grito

que llama en el desierto a conversión.

Se presenta en río del perdón

y Juan le reconoce, está escrito

que llegará el Mesías, el Bendito

seguirá la divina voluntad.

Traerá el bautismo en Fuego y en Amor

y será para el mundo la Noticia,

el Camino, la Vida y la Verdad.

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