Todos los años desde 1997, en que el Papa Juan Pablo II quiso crear esta Jornada como acción de gracias por la riqueza del carisma que supone la Vida Consagrada en la iglesia y en el mundo, celebramos el día 2 de febrero, la XXVIII Jornada Mundial de la Vida Consagrada, fiesta de la Presentación de Jesús y Purificación de la Virgen en el templo o más popularmente el día de las Candelas.

Una jornada muy especial que no tiene todo el eco que debiera en las parroquias y ámbitos diocesanos. Al contrario del día de la iglesia diocesana, donde incluso hay colecta especial y en la que se utiliza, con frecuencia, la imagen de la Vida Consagrada. El año pasado uno de los carteles del día 12 de noviembre, día de la iglesia Diocesana, "Por tantos", presentaba a una consagrada con su hábito, hablando o enseñando a una niña afro que tiene una libreta en sus manos en actitud de aprender.

Y está muy bien porque la Vida Consagrada es también iglesia diocesana pero también la iglesia diocesana debe sentirse unida y agradecida a la Vida Consagrada por todo lo que ésta aporta a la vida de la iglesia y de muchas parroquias donde está presente. El párroco de mi pueblo, Don Miguel, pide todos los domingos que el Señor envíe vocaciones para la vida diocesana y para la vida Consagrada y ya ha puesto en el tablón de anuncios parroquial el cartel de este año. Es todo un detalle que yo, como consagrado, agradezco.

La Vida Consagrada, en sus distintos carismas, como un arco iris multicolor, regala al cielo de la iglesia y, en ella, a los más vulnerables, los descartados, todo lo mejor de sí misma. Allí donde hay una dolencia, una herida, una falta de amor, se hace presente la Vida Consagrada con sus detalles de ternura y misericordia. Y lo hace desde la alegría.

Lo decía el Papa Francisco en su Carta a la Vida Consagrada del año 2012: "Quería deciros una palabra y la palabra era alegría. Siempre, donde hay consagrados, siempre hay alegría" No vive en estos tiempos momentos de gloria y de éxito. La realidad numérica y la edad media alta es un motivo de preocupación, pero no de falta de esperanza. Los consagrados hemos vivido en la historia momentos mucho más preocupantes y amenazantes y aquí seguimos. No nacimos para ser legión sino para ser pasión.

Es verdad que los agoreros aprovechan la debilidad para hacer leña del árbol caído y nos echan en cara a diario nuestra situación para exigirnos que volvamos atrás y vivamos como en los tiempos de gloria. Pero lo tienen difícil. Puede haber algunos consagrados afectados por ese virus de la mirada atrás pero nunca llegará a convertirse en nosotros en pandemia. Somos para el presente con respuesta actuales a las preguntas del presente y queremos hacerlo sin alharacas, trompetas ni focos porque no queremos que nuestra mano izquierda sepa lo que hace la derecha.

Cuando veáis a un consagrado que actúa con notoriedad social y busca los titulares y platós televisivos, desconfiad; ése nunca ha sido el estilo auténtico y coherente de la Vida Consagrada. La iglesia sabe valorar el trabajo callado y permanente de los consagrados y un ejemplo de ello ha sido el nombramiento de obispo de Pamplona de mi hermano mercedario y amigo Florencio Rosselló, que ha trabajado desde hace muchos años desde el silencio en el interior de las cárceles. Mi felicitación para él y mi oración porque creo que le va a hacer mucha falta. No es fácil en estos tiempos esa tarea animadora y pastoral.

Amigo Florencio no caigas nunca en la prepotencia de otros hermanos obispos que nos sorprenden con frecuencia con ansias de notoriedad, incluso cuestionando al Papa Francisco, como el obispo, también consagrado, Jesús Sanz, que ha dicho que "Fiducia Suplicans es innecesaria y dañina perturbación para los fieles"·. Pero no acaba de ver que las innecesarias y dañinas palabras son las suyas cuando cuestiona las palabras del Papa y crea inquietud en la gente sencilla diciendo que vivimos tiempos muy revueltos, en su carta "Un puente sobre aguas turbulentas". Le hemos visto bendecir con sus opiniones las posturas ultras e intolerantes de ciertos ámbitos políticos pero bendecir a los homosexuales, personas creadas a imagen de Dios, parece algo diabólico e intolerable. ¡De pena!

La Vida Consagrada como pequeña luciérnaga en medio del camino quiere ser luz, candelaria, que ilumina estos tiempos frágiles y perezosos que nos han tocado vivir. Tiempos de guerras y crispación, donde se hace difícil escudriñar la voluntad de Dios en nuestras vidas y en nuestra historia. Tiempo donde "matamos" a los profetas condenándolos al silencio mientras promocionamos la farándula y la superficialidad hasta cotas insoportables.

Tiempos de ideologías y no de apuestas por el bien común, donde nadie es profeta en su tierra y los signos de los tiempos los domesticamos como si fueran horóscopos. Vida Consagrada, sé tu misma, nunca sumisa y dependiente, sometida y controlada por un clericalismo trasnochado y puesto en evidencia por las reflexiones sinodales. Solo fiel a tu Señor y a los pobres donde Él se ve crucificado de nuevo. Dispuesta, siempre dispuesta, porque aquí estamos, Señor, para hacer tu voluntad.