Una Navidad perimetrada Pregón para una Navidad atrevida
Esta Navidad nos quiere tocar la carne
La Navidad es siempre una disculpa apasionante para ponernos a la escucha y percibir la Presencia de Dios que se abre paso, a fuerza de amor encarnado y de brisa suave, en las vidas y en los acontecimientos de nuestra historia. Sí, Él viene. Viene siempre…
Navidad, misterio y nostalgia, provocación y compromiso, para convocarnos a la militancia contra los conformismos paralizantes y las propuestas vacías de vida y de encarnación. Para mirar al mundo con ojos agradecidos; porque este mundo, el de hoy, el nuestro, es el pesebre donde llora el Niño de María. Incluso o, sobre todo, en tiempo de Pandemia.
Hay una humanidad herida y enferma, contaminada y perimetrada, que espera y ansía ser redimida de la falta de futuro, de la injusticia estructural, de la insolidaridad de mármol, de las pateras de la desesperación. La Navidad no puede ser, en este contexto, una propuesta de imagen, de papel de envolver, de música celestial, de consumo, de rebajas…
La presencia de Jesús, el Hijo de Dios, el encarnado entre nosotros, resuena como un zumbido y una propuesta humanizadora que quiere tocar las carnes de cada uno de nosotros, de cada ser humano, hombre y mujer, para sanarnos, para encendernos, para poner en nuestros ojos un destello de luz y de ternura que nos convoque al gozo de ser humanos. Descubrimos que Dios habita la realidad más humana de la viday sabe a caricia y a pan recién cocido. ¡Qué niño tan divino!
Y nosotros, como pastores convocados a Belén, deslumbrados por la luz de una estrella y emocionados por el Niño que nos ha nacido, queremos ser testigos de su bondad, aquí y ahora.
Somos muchos los que hemos sido impactados por el Sol que nace de lo alto y no podemos callarlo más. Nuestras comunidades, ataviadas para la fiesta, se sienten convocadas a la celebración y al gozo. Es Navidad. El Enmanuel, el Dios-con-nosotros, nos ha seducido para constituirnos espacios naturales de Dios, contemplativos y profetas, abarrotados de pasión por la humanidad. !Entonemos jubilosos el villancico de la gratuidad¡
Hay muchas realidades de nuestra tierra que nos tocan el corazón, desde el Jesús encarnado en Belén, a las que queremos salir al encuentro; a las que estamos saliendo al encuentro ya desde las diversas realidades que nos tocan vivir: Las guerras que aún se alientan desde los poderosos, el escándalo de las mujeres maltratadas, el terrorismo totalitario y deshumanizador, la inmigración utilizada políticamente, el dolor y el olvido de tantas víctimas, la Ley Celaá, tan ideologizada, la apuesta subvencionada por la muerte con la ley de la Eutanasia, el horror del sufrimiento de los niños, la vergüenza de la división entre los cristianos, los fanatismos y las guerras santas, el pecado de los muros en Israel, en México, en Ceuta y Melilla… ¡Basta de Herodes!
Navidad es la prueba de que otro mundo es posible, también en las periferias y fronteras de la vida.
No tenemos, es verdad, respuestas y soluciones infalibles a tanta desgracia acumulada en nuestra tierra; pero queremos estar ahí, sentirnos cercanos y misericordiosos con todos los que caminan agobiados y sin esperanza. Queremos regalar nuestra oración y nuestro aliento. Hay que salir al encuentro de todos, de todos, de todos…
Entre tantas ofertas de temporada hay una Navidad por estrenar. Esa Navidad que puede ser la tuya, la mía, la nuestra.
¿Quién ha dicho que este año no hay Navidad? Será el año con la Navidad más especial de cuantas hemos celebrado en los últimos años porque valoraremos lo que valen las pequeñas cosas de la vida: Un abrazo, un beso, un te quiero, te necesito, me haces falta, te he echado de menos…
¡Señor, que vea tu estrella!
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