La vida cristiana no es carrera sino camino. Sumar y multiplicar para crecer
Que el nuevo año 2022 pueda ser el inicio de una renovación profunda de la vida cristiana en nosotros.
La vida cristiana real y el testimonio más valioso de la fe no se juega en los medios ni en las polémicas sino en la calle y entre la gente. Tenemos el peligro de convertir la fe en un fenómeno mediático cuando no en un "show". Y la competitividad por ocupar espacios de influencia y colocar bien a los de nuestra cuerda llega a ser asfixiante y anti testimonial. La fe no es ideología, es propuesta de un estilo de vida que se alimenta del Evangelio. La fe no es dardo contra nadie sino deseo de conciliar voluntades para que sea posible el Reino. La fe no es carrera sino camino.
Y en este propósito de ser propuesta positiva y gozosa de Evangelio nos tienen que encontrar unidos a todos los cristianos más allá de las pequeñas cosas que nos separan. Unidos pero no uniformados como algunos quisieran.
Este fin de semana pasado he estado en Carabanchel con las Hermanitas de la Asunción compartiendo un tiempo de reflexión y de formación de cara a su próximo capítulo bajo el lema: "Compañeras de esperanza en tiempos de fragilidad". Y he vuelto a mi casa muy edificado porque me he encontrado con monjas maduras, comprometidas, humildes pero no sumisas, proféticas y nada domesticadas, conscientes de su fragilidad pero confiadas en el Espíritu de Dios, fieles a su historia y abiertas a la novedad de los tiempos que vivimos, servidoras de los pobres pero sin pasar por la televisión para que todos lo sepan. ¡Unas monjas como Dios manda! Con monjas así es posible comenzar una verdadera renovación de la vida Consagrada. Ésta es la Vida Consagrada con la que siempre he soñado.
La auténtica vida cristiana no tiene nada que ver con estas banderías y protagonismos mediáticos. Nos hace falta un cambio de mentalidad que nos lleve al encuentro de todos. Si no nos sentimos cómodos en medio de la pluralidad es porque no somos plurales; si atacamos la pluralidad es porque no creemos en la diversidad de carismas, si buscamos mucho los focos no es por amor a los pobres sino por narcisismos e inconfesados intereses.
A veces, los frentes más fuertes, a modo de trincheras, no están fuera de la Iglesia sino en nuestras propias filas. Hemos de abrir en el nuevo año una tregua conciliadora desde el ámbito de la Iglesia, cada uno desde su lugar. Y la mejor manera de comenzar es valorándonos unos a otros, valorando todos los carismas, contar con todos cuando se trate de ofrecer una visión cristiana de la vida. Hay pendiente una tarea evangelizadora urgente en la sociedad española que no se podrá llevar a cabo desde la división. Y todos los sabemos.
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