Marcos, 5, 21-43. Este pasaje del evangelio me lleva a contemplar en la hija de Jairo, a las niñas mujeres, a las semillas de paridoras antes de tiempo, por culpa de tabúes y tradiciones culturales. Veo en esa niña, muerta en vida a los doce años, a tantas otras niñas que no han tenido la opción de jugar, de vivir, de elegir un proyecto de vida, porque en su cultura y en su tradición familiar su futuro como mujer está preestablecido.

En las comunidades donde camino y acompaño, quiero ser la voz compasiva de Jesús de Nazareth que le dice a cada una: "Contigo hablo, niña, levántate." Y, quiero decir a los padres y madres el imperativo de Jesús: Denle de comer a sus hijas; permitan que se sientan liberadas de cadenas perpetuas que no les permiten caminar, pensar, vivir libres. Denle a sus hijas la posibilidad de levantarse y crecer.