#sentipensares POR LA FE Y LA RAZÓN HACIA EL DISCERNIMIENTO

POR LA FE Y LA RAZÓN HACIA EL DISCERNIMIENTO
POR LA FE Y LA RAZÓN HACIA EL DISCERNIMIENTO

Estábamos en el estadio Azul en el Rosario viviente, era una tarde casi oscureciendo, el ambiente era muy cálido, participábamos como los miles de asistentes, con devoción en el rezo. Entonces uno de mis amores con quince años, me dijo: Quiero irme al convento. En esa ocasión hace veinte, fue la primera y única vez que he experimentado una sensación muy especial en el abdomen, la recuerdo nítidamente. Con estas palabras se iniciaría una etapa por tres años muy difícil para mí como guía de mi familia con este amor adolescente.

            En mi parroquia, trabajaba como predicadora, catequista, evangelizadora y junto con mi clan vivíamos de manera creciente nuestra cercanía con el Señor y nos esforzábamos en vivir evangélicamente. Así mismo cursaba la carrera de Sagradas Escrituras, después de la de Teología. Sabía del peso del deseo que me había dado este amor adolescente. El siguiente comunicado apenas un mes después, es que tendría la visita en casa, por autoridades eclesiásticas para charlar más profundamente. Ese día coincidió con que yo tenía junta preparatoria con unos doscientos papás y padrinos de próximas confirmaciones en mi parroquia, y como era la responsable, pues tenía que estar puntual. Por lo que había comunicado a las personas que vendrían, de ello, y acordamos que sería una charla breve que no abarcara más de una hora.

            Llegaron tarde, se habían perdido y tuve que alcanzarlas para conducirlas a casa. Después de unas breves palabras explicando el ingreso en el próximo mes, me dieron una lista inmensa de cosas que debía llevar para ingresar. Entre ellas nueve copias de actas de nacimiento certificadas. Entonces les pedí esperáramos por unos minutos ya que los abuelos maternos estaban por llegar, porque como familia me gustaría que participaran. Sonriendo dijeron que no era necesario. Por lo que pregunté, por qué tantas mudas de ropa y actas de nacimiento. Contestaron, para no molestarla en el futuro. Eso no me gustó, y una de estas autoridades tan lo notó que su cara de preocupación era notoria, pues sencillamente iba a dar consentimiento para dos semanas de sensibilización, y del resultado, se vería qué hacer. Una cosa es que mi adolescente le gustara la idea y otra que fuera realmente su vocación. Eso lo sabía perfectamente con base a mis estudios religiosos. Pensaba, vida religiosa o no, amor preparado. Y para ello era importante que continuara con los estudios hasta concluir la carrera, que aún ni siquiera sabía bien, cuál le interesaba. Por lo que sólo llevaría lo necesario para dos semanas.

            Cuando llevé a este amor a la casa de retiro, pregunté cual iba a ser el horario de actividades. Dentro de ellas había tan solo un 10% de horas, para realizar las tareas escolares, en comparación con la mayor parte del tiempo para entrenarse en la vida conventual. ¡Eso no me gustó! Después de despedirnos, me fui a la capilla y  ante el Santísimo, Dios mismo, le pedí me diera la capacidad de saber y hacer Su voluntad. Estaba orando cuando una de estas autoridades se me acercó y me dijo que no me preocupara, que era la mejor opción que se quedara ahí. ¡No estaba convencida!

            Para cuando terminaron esas dos semanas, ya había recopilado información muy variada para presentarle diferentes opciones de vida conventual, pero especialmente en las que la preparación académica tuviera un papel preponderante. Tenía cierta experiencia en el desarrollo de vida religiosa porque era el medio donde me desenvolvía dentro de mi vida pastoral, también contaba con muchos amigos sacerdotes y religiosas que me podían orientar. Consultamos a diez, todos ellos que también mi amor adolescente conocía y con los cuales convivía y algunos eran sus amigos personales. Todos de muy variadas edades, de ellos ocho dijeron, que termine la carrera o por lo menos la preparatoria y si aún lo quiere que ingrese a la vida conventual. Al mismo tiempo que iniciamos un camino arduo de experiencias religiosas similares a lo vivido. Todo esto duró por casi tres años, tiempo en que este amor adolescente, como típico de su etapa, me consideró una oponente a sus quereres y con ahínco me lo hizo saber y sentir. Pasó el tiempo, terminó la carrera, se enamoró y ahora vive su matrimonio establemente.

            Fue un tiempo difícil de convivencia y de resolución. No solo para mi amor, sino también para mí, pues me sentía entre descubrir lo que el buen Señor me pedía y lo que yo quería.  Pero algo que me fortaleció mucho, fue darme cuenta que Su palabra es concordante con nuestro beneficio, siempre y cuando actuemos como nos lo pide.

Volver arriba