#LectioDivinaFeminista Hija de la Luz

Hija de la Luz
Hija de la Luz

He de contarles queridas hermanas, que con mis años fui testigo de cuanto aquí he descrito. Con el corazón embargado de emoción les contaré algo más de nuestro Señor Jesús que vivió ayer y vive hoy, en todo corazón que desea servir y amar en una entrega total.

Y así fue como todo ocurrió:

De lejos vi las barcas venir, pero nunca pensé que una anciana como yo podría ver al Nazareno, divisarlo en medio de una multitud que no le permitía el paso, sobre todo con la presión que ejercían para poder descubrir esa capacidad tan comentada entre el pueblo, de que el realizara un milagro más, por ellos recibida no como un acto de fe, sino de magia. Yo, a lo lejos pensaba en su agotamiento, entre idas y venidas y descanso que la muchedumbre no le permitía.

Los que verdaderamente creían, no estaban todos allí, eran muchos mas los que en verdad querían probar la capacidad del milagrero, como unos le decían. Yo, en cambio, había conocido a la pequeña María, su madre, desde su primer llanto, y a José también muchísimo, ya que su tía era mi vecina, y desde que jugaba con trozos de madera al ver a su padre, era parte de mi familia también.

Logrando acercarme, a la orilla del lago, escuche   la desesperación en la voz de ese hombre, su sobrecogimiento en verdad me apretó el corazón. Jamás pensé verlo de rodillas, pero como madre comprendí que suplicara por la vida de su hijita.

Mientras Jesús caminaba con el hacia donde estaría la pequeña ya fallecida, yo solo lograba ver la parte superior de su cabeza, para mi era todo, tan sólo lograr tocarle el manto. Pero mis intentos acabaron cuando pensé que debía permitir que aquella que había sangrado por ya doce años pudiera estar cerca de mi Maestro, habiendo gastado cuanto tenía en la mejoría de sus hemorragias, ella sí que lo debía de alcanzar.

Entonces se escuchó su voz gritando …” el manto sagrado de mi Señor me ha secado la hemorragia”. Jesús dándose vuelta preguntó con voz muy fuerte…quien me ha tocado el manto?”. Nadie sabía dicha respuesta porque entre ese tumulto, era imposible descubrir a la mujer creyente.

Fue entonces cuando la mujer con temor echándose a sus pies le comentó lo sucedido, sin levantarse y con actitud piadosa se quedó en el piso.

Sus palabras resuenan desde entonces en mi corazón, “hija, tu fe te ha curado. Vete en paz y con salud”.

Luego, llegando a lo que se suponía era la casa del jefe de la sinagoga, Jairo, ya que yo no conocía el lugar y mis pasos enlentecidos por los años, y por el cansancio me impedían ser testigo de cuanto allí ocurriese.

Sólo puedo decir, que a mi distancia se escuchaban los gritos y lamentos de una casa, donde ha entrado la hermana muerte.

Y logrando ubicarme al exterior de la ventana donde yacía la niña, vi como el Nazareno entraba a la casa con tres de sus discípulos, y cerrando la puerta del hogar, logré escuchar su voz:” Talitha qum” (contigo hablo, niña levántate)

Así fue como desde el costado de la casa, donde yo me ubicaba, escuche los gritos de quienes fueron los primeros en admirar el milagro de la pequeña, que salió corriendo. Nadie supo qué más dijo Jesús, y que habló con los padres de la niña. Y mientras yo viviera le prometí al Maestro no decir palabra de lo escuchado.

Hoy, al pasar el tiempo de lo vivido, cada noche rezo por nuestra fe mis queridas hermanas, porque ella me salvará a mí y a todas ustedes.

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