(Jesús Bastante, Jerusalén).- Última jornada de la peregrinación de Ain Karen y Escuelas Católicas a Tierra Santa. De Jerusalén a Río de Janeiro. Del recuerdo de los lugares que pisó Cristo a la esperanza de las favelas, la alegría y la juventud que conocerá Francisco en la JMJ de Río. Todos peregrinos, algún que otro vagabundo, en busca del Jesús del Evangelio, el que se nos presenta entre piedras muertas y hemos de buscar entre rocas vivas, ayer y hoy, entre los que sufren en toda la santa Tierra.
¿Hay una tierra prometida? ¿Es Jerusalén la Tierra Santa? Viajar a las fuentes tiene sus riesgos. Depende mucho del tamaño y los ritmos del corazón del peregrino, de sus aspiraciones, sus sueños. También, cómo no, de la predisposición a creer. No es fácil hacerlo en Jerusalén, si tratamos de seguir al pie de la letra lo que nos cuentan las piedras, las iglesias, las rutas que supuestamente siguió el Resucitado.
Hace falta, como rezamos en la Eucaristía, anunciar Su Muerte, pero mucho más urgente resulta proclamar Su Resurrección. Andamos necesitados del Dios vivo, de aquella vida sobre toda vida que da significado a la Palabra, al sufrimiento, a la Pasión y al desenfreno. Si Jesús no vence a la muerte los restos se quedan en eso. En piedras muertas, en sepulcros vacíos y blanqueados, en Vías Dolorosas con estaciones perdidas entre el multicolor zoco de la Ciudad Vieja.
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