Peregrinación de la Diócesis de Vitoria En Lourdes, los enfermos son los primeros

(Vicente Luis García).- La mañana comenzó con el madrugón de muchos para ir sumándose a la ruta del autobús correspondiente. A las 8 de la mañana ya estaban concentrados los cinco que componían la expedición de la Diócesis de Vitoria en su 29ª Peregrinación Diocesana de forma ininterrumpida, ya que como da cuenta el último boletín de la Hospitalidad alavesa, décadas antes ya existían estas peregrinaciones y las hemerotecas tienen registradas de forma destacada las de 1931 y la de 1958 con un despliegue que movilizó a cerca de mil personas. Pero en Mendizorroza empezaba la peregrinación como ya anunciaría la presidenta de la Hospitalidad, María Jesús, y la primera sorpresa la dio el obispo monseñor Elizalde, haciéndose presente en cada uno de los autobuses para rezar un Ave María y dar la bendición con sus mejores deseos para el viaje y su promesa de incorporarse el viernes.

El viaje discurrió plácido y tranquilo, un poco más largo para quienes hicieron la ruta de pueblo en pueblo para recoger a los peregrinos de la provincia. Parada técnica en el área de servicio de Lacq Audejos y primera demostración práctica del principio general: los enfermos son los primeros. Bocadillos diversos y una hora más tarde seguimos ruta para Lourdes. Llegada y alojamiento de los enfermos y ancianos en el Centro de Acogida Notre Dame. El equipo médico pasa visita y confirma los datos de cada historia clínica recibida. Sin tiempo para mucho descanso acudimos todo el grupo a cumplir con el rito de cruzar, tras un acto de fe, la puerta de la Misericordia habilitada en la misma puerta de San Miguel al comienzo de la gran explanada que conduce al Santuario y la Gruta. El consiliario de la Hospitalidad, Serafín del Campo, y otro sacerdote, Chechu Medina, asperjaron con ramas de olivo a los peregrinos que habían cruzado la puerta santa y caminaban hacia la imagen albina de la Virgen Coronada, epicentro del santuario.

Tras asistir a una procesión del Santísimo nos encaminamos hacia Notre Dame para dejar a los enfermos para que pudiesen cenar, a la hora que se cena en Francia. Y después nos encaminamos a nuestros respectivos hoteles para hacer lo propio.
Restaba un último acto para el día: una eucaristía en la capilla de San José. Después del regreso a Notre-Dame y tras acostar a los enfermos el resto de voluntarios que no tenían guardias que cubrir pudieron disponer de un tiempo, aunque no mucho antes de buscar el merecido descanso.

Non solum sed etiam.

No es la imagen, casi en color sepia, que uno tenía de aquel Lourdes que conocí de pequeño. Pero ciertamente que algo sí parecía haber detenido el tiempo. Las primeras impresiones fueron a color, en tres dimensiones y en alta definición, es decir en vivo y en directo y en primera persona. Después de 40 años regresaba a este Santuario, más mayor, con muchos más conocimientos, pero seguramente también más incrédulo que no por ello no respetuoso con lo que, seguramente solo unos afortunados, sienten y viven en Lourdes. Quedan casi tres días por delante para disfrutar de una tierra de María, de un lugar donde el misterio se percibe independientemente de tus creencias. Es muy tarde. Mañana más.

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