Semana tras semana seguimos caminando al encuentro del que va a nacer.
Estas últimas semanas he preferido seguir centrándome un poco en el acontecimiento más importante para los cristianos, poniendo en primer lugar, la muerte, claro. Pero cuando hay muerte, también hay nacimiento y eso es lo que vamos a celebrar en breve.
Cuando en cualquier hogar se produce un alumbramiento, siempre es motivo de alegría y esperanza, pues más aún, si el que está por llegar es el Hijo de Dios…
Dios se fijo en María, fue la elegida, ¡la necesitaba!, todo un Dios necesitando del ser humano… pero así es Él, de la misma forma que nos necesita a nosotros para llevar a termino su obra.
Como a María, nos pide, que seamos capaces de abrir nuestro corazón, porque también necesita encarnarse en cada uno de nosotros, con libertad, con suavidad, con paciencia, con tiempo… aunque hay una parte que solo lo podemos hacer nosotros y es el abandono: fiarnos como lo hizo ella, y no querer que todo dependa de nuestras fuerzas.
Ella no piensa en sí misma, nosotros somos puro egoísmo, puro genio, para algunas personas da igual que sea Adviento o Navidad…
María dice “Sí”, y ese “Sí” es un testimonio, un caminar que de alguna forma, también nos toca a cada uno recorrer hasta llegar a ese ¡hágase! En tantas tesituras de nuestra vida yo me pregunto: ¿estamos dispuestos a ese “fiat” o mejor eludir la pregunta?...