Un bonito consejo recibido

Alguien me dio una vez un consejo que se me quedó muy grabado y decía: “Ana, es mejor permitir que nuestra vida hable de nosotros, a que lo hagan las palabras”. Por aquel entonces no lo entendí muy bien, pero con el tiempo, descubrí su riqueza…
Las palabras son una herramienta de doble filo. Pueden ser muy sabias o las podemos degradar y actualmente creo que es lo segundo lo que estamos haciendo.
Demasiadas palabras que no conducen a nada, que prometen lo que sabemos que no vamos a cumplir o que no existe. Políticos, sociedad, slogan etc. Saben muy bien de esto…
¡Cuanta promesa y palabra bonita que no llegan a ningún puerto! Me viene a la cabeza la madre Teresa o el propio Jesús de Nazaret ¿Cuántas palabras encontramos en los evangelios expresadas por Él y cuantas obras?
Esforzarse en amar, en decir la verdad, en ser honesto, en estar atento a las necesidades del hermano, eso es lo que en realidad importa. Saber dejar que sea nuestra vida la que hable por nosotros sin importarnos como sea el actuar del otro, en definitiva: ser un hermano para los hermanos.
Es muy fácil dejar que un pensamiento se vuelva palabra o una palabra convertirse en un mal acto, es fácil caer en la tentación, pero tenemos que ser capaces de superarlo y empezar a ser el cambio que queremos ver en el mundo y no echar la piedra al tejado del otro. La vida son dos días, transcurre sin a penas ser conscientes y no merece la pena desgastarla porque recuerda que tu destino será tu vida…
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