¡Qué difícil nos resulta a los adultos ser como niños!

Cuando uno es niño no duda en confiar, en dejarse hacer, es espontáneo, expresa lo que siente, no piensa en el qué dirán, se siente libre, se deja hacer porque se sabe pobre, necesita de sus progenitores, se siente tranquilo y feliz en brazos de ellos porque sabe que nada el podrá pasar.
Sin embargo a nosotros nos cuesta ser ese barro en manos del alfarero porque ni siquiera confiamos en Él, por eso no somos felices, no sabemos gozar del momento porque nuestro gran empeño es hacerlo todo desde mi propia iniciativa, dejar los menos cabos posibles sueltos y tenerlo todo lo mejor controlado y atado…
En la sociedad que nos ha tocado vivir de individualismo, de pisar al de al lado, del “yo” por encima de todo y de todos, cada vez resulta más difícil mantener esas actitudes de humildad y sencillez porque el mal que nos rodea cada vez se va incrustando más en nuestra forma de ser y sentir, e incluso llegamos a pensar que Dios no puede ser tan bueno como nos dicen, y con ese sentir, va creciendo en nosotros esa raíz de auto-suficiencia, de soberbia y de ruptura con Dios y con la vida… ¿Tanto nos cuesta volver a recuperar esa confianza, ese sentirme amad@, sentirme barro que sabe y quiere dejarse moldear por su Señor?
La vida sería Vida con mayúsculas para todos si pusiéramos un poco de nuestra parte y nuestro ser como niños pudiera volver a florecer…
Volver arriba