María, Madre de los pobres y cautivos,
¡Cuanta fortaleza infundiste a tu Hijo cargado con la cruz!
Tu cercanía alivió su sufrimiento
Cuando todos le abandonaron.
Tu ¡Hágase! dado al arcángel de Dios,
Acongoja ahora de angustia tu alma.
El Espíritu que fecundó tu seno,
No te abandona en la prueba.
Madre y Discípula del Mesías,
Recorres el camino de la amargura,
Acompañando su llagado cuerpo,
Hasta el árbol de la Cruz.
Las nubes tenebrosas envolvieron tu soledad,
Jesús te señalaba una nueva filiación,
de la que nosotros descendemos.
Señora transida de dolor, desde aquella hora
somos tus hijos e hijas,
Para que nunca te sientas sola.
Nacimos de su costado traspasado,
Alentados por tu maternidad
Para anunciar el Evangelio
De Aquel que atravesaron
Y que vive glorioso por los siglos.
¡Feliz Pascua de Resurrección!