Cuantas veces habremos oído decir a nuestros mayores, y no tan mayores, estas palabras: ¡la vida es un suspiro! Su experiencia es nuestra sabiduría, aunque actualmente prefiramos prescindir de ello, pero a la larga los echaremos de menos.
En nuestro caminar todos hemos sentido la salud y la enfermedad, la ilusión o decepción, la esperanza o el fracaso etc,etc… pero nuestro querer acumular, tener lo ultimo, comprar sin necesidad, aparentar lo que no tenemos ni podemos, nuestro no querer envejecer, ¡ahora que tanto se lleva eso de la cirugía!, aquí se queda. Un día cercano o lejano, partiremos y nada de eso nos llevaremos consigo. De nada nos habrá servido presumir de una buena casa, coche, tecnología y tantas otras cosas sin valor aparente y que tanto ensalzamos. Todo se quedará en esta tierra y lo único que nos llevaremos será el amor que hemos dado, la mano que hemos tendido al hermano, el perdón que hayamos otorgado, lo agradable que hayamos hecho la vida a los demás. Todo esto es lo que deja huella en el corazón y en la vida. Por todo ello es por lo que recordamos a las personas que merecen la pena, por su historia personal, por su saber mirar, por saber sorprenderse cada día con un amanecer o una puesta de sol dando gracias al Creador, por saber mirar a las personas a los ojos, sin dobleces… Acontecimientos sencillos, pero ¡Cuánto nos cuesta llevar a la práctica! Sigue predominando un corazón egoísta donde el otro no tiene nada o poca cabida.
Dejémonos iluminar cada día, poniendo nuestra vida en el amor porque es lo único que merece la pena. Dejemos a un lado la picaresca, la envidia y tantas cosas que no nos conducen a ningún sitio.
Al atardecer de la vida nos examinarán del amor que decía tan sabiamente San Juan de la Cruz y es lo único que merece la pena os lo puedo asegurar….