El miedo y el Episcopado Argentino
El Episcopado Argentino es particularmente conservador. Y no deja de serlo.
La publicación de dos gruesos tomos (que casi nadie leerá) no parece agregar nada nuevo.
Más allá de casos individuales o sueltos nada ha cambiado.
Más allá de casos individuales o sueltos nada ha cambiado.
| Eduardo de la Serna Eduardo de la Serna
El miedo y el Episcopado Argentino
Eduardo de la Serna
Desde mi “despertar eclesiástico”, promediando mis 15 años, mi vida fue militante. Lo sigue siendo, ya próximo a los 70. Siempre tuve en cuenta que, dentro de la comunidad eclesial, hay muchas y diferentes corrientes. Y, obviamente, fui formando la mía propia. Siempre me sentí lejos de esa mirada, que muestra no entender lo que la Iglesia es y cómo se conforma, y que cuando dice “la Iglesia” se refiere a las autoridades: el papa, obispos y algunos presbíteros o religiosos. Entiendo que es una comunidad amplia que incluye grupos muy diversos. Eso no significa, por supuesto, que cualquiera lo sea, aunque afirme serlo. Hay un criterio, un ámbito de pertenencia. Siempre recuerdo simpáticamente un cura, muy conservador, que una vez, comiendo, dijo: “No, Fulano no es eclesial, es más conservador que yo y yo soy el límite” (creo que fue más o menos así que lo dijo). La Iglesia es una comunidad de fe, de esperanza y de amor no un cuadro vertical de obediencia, por ejemplo. En esa comunidad, están los obispos. Antes de avanzar quiero señalar que el Seminario en el que me preparé para ser cura, aunque en muchas cosas era abierto, era particularmente “eclesiolátrico”. La frase que un superior dijo en una misa, aunque no la dijeran otros, expresa en parte, al menos, como fue: “prefiero equivocarme con mi superior antes que acertar sin él” (y nadie se rio, ni nadie le recomendó terapia al perpetrador). Debo decir, además, que después de unos primeros años de cura formateado (1982-1986), fue para mi “iniciático” un viaje a Bolivia (aparte de alguna buenísima compañía) conociendo otra teología, otro episcopado y las Comunidades Eclesiales de Base (1987). Otro momento que, no puedo sino reconocer agradecido, fue compartir parroquia por mucho tiempo con el querido Orlando Yorio (1996-97), tiempo que coincidió, además, con mi reencuentro con muchos amigos y amigas que la dictadura había ocultado (o exiliado). Y, obviamente, mi memoria al obispo Novak no es sino dar gracias a Dios por haber podido conocer un obispo.
Los obispos son elegidos por el Papa, aunque para eso, evidentemente, él recurra a los medios con los que cuenta (los Nuncios – embajadores del Estado Vaticano en el país –, los obispos del lugar y, eventualmente, algunas personas de referencia; pasaron hace muchos siglos los tiempos en los que a los obispos los elegía el pueblo y el papa san Celestino podía decir “ningún obispo impuesto”). Y los obispos de un país, para unificar criterios (pero no para tener jefes) se reúnen en Conferencias Episcopales. Desde el Concilio Vaticano II (1962-1965) estas pasaron a tener una importancia superlativa (lo que no impide que, en su diócesis, cada obispo obre como su conciencia pastoral le indica).
Pues bien, desde que tengo uso de razón eclesiástica, la Conferencia Episcopal Argentina (CEA) figura entre las más conservadoras de toda América Latina (y el Caribe). Y voy a dejar de lado, en estas líneas, lo pastoral, lo teológico, lo específicamente “eclesiástico”, para mirar su relación con “el mundo”. Y la primera palabra que me surge es “miedo”; creo que frente a la realidad “de afuera”, el episcopado tiene miedo. Un miedo que lo paraliza, que lo vuelve incapaz de sentarse a tomar mates con “los mundanos”. Se me dirá, probablemente con razón, que Fulano o que Mengano… me refiero al episcopado en general no a uno u otro en particular. El mismo que no destacó en Medellín, que hizo papelones en Puebla, que no levantó miradas en Santo Domingo y que hizo “la plancha” (“el muertito” lo llaman en otras regiones) en Aparecida (para citar las reuniones del Episcopado Latinoamericano). Obviamente no ignoro el denodado esfuerzo de los papas Juan Pablo II y Benito XVI de nivelar los episcopados “para abajo” (y vaya el caso de San Miguel de Sucumbíos, 2011, como caso emblemático). Se dirá que con frecuencia hoy hay casos de obispos mucho más cercanos al pueblo, a diferencia de los antiguos príncipes, y coincido con ello. Más cercanos sí, más profetas, creo que no. La palabra clara no los constituye.
En lo personal creo que ese mismo “miedo” fue el que le impidió pasar a la historia como pastores que arriesgan la vida por las ovejas (al decir del Jesús del Evangelio de Juan) en los momentos de violencia y sangre. Y no me refiero a miedo a ser matados, que sería humano y comprensible, sino miedo al presente y al futuro. Miedo tenía el obispo Novak al volver de noche a su casa cuando veía un auto y se decía “quizás ahora me toca a mí”. Miedo que no significó callar, por cierto. Otro es el miedo que se transforma en complicidad. Miedo a no hacer las cosas bien, y que, por falta de coraje (y espiritualidad) asumía posiciones corporativas en nombre de la “unidad episcopal”. Lamentablemente, pareciera “miedo al Evangelio”.
En estos días, por ejemplo, se han publicado dos tomos (el tercero está anunciado para septiembre) mostrando una voz (casi oficial) sobre la Iglesia (jerárquica) en tiempos de la Dictadura cívico-militar con bendición eclesiástica. Con ironía me preguntaba, siendo que “los curas no leen”, al decir de uno de los autores de la obra y que los obispos “no tienen la lectura entre sus hábitos” al decir del imprescindible Emilio Mignone, ¿para quién se escribieron 1805 páginas? En lo personal fui (y soy) sumamente crítico de estos dos tomos y escribí sendas notas sobre ambos las cuales no tuvieron ninguna trascendencia fuera de mi círculo. Tengo claro que en ambientes eclesiásticos soy “mala palabra”, sé que en algunos soy censurado, en otros es “recomendada mi exclusión” y en otros – incluso cercanos – dicen calladamente cosas de mi persona. Mis notas a esta obra empezaron con el tomo 2 que me parecía – y parece ser – el nudo de la obra ya que presenta un acceso a los archivos tanto de la CEA como del Vaticano sobre los tiempos de la sangre. https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/04/una-mirada-atenta-la-verdad-los-hara.html. Después comenté el tomo 1 que se presenta como una ubicación en temas y grupos. https://blogeduopp1.blogspot.com/2023/04/la-verdad-los-hara-libres-tomo-i-mirada.html. Mi mirada fue crítica, y no digo decepcionante porque ninguna confianza tenía en que semejante trabajo me aportara nada nuevo. Sigo creyendo, veo confirmadas, mis intuiciones al ver ya el índice del tomo 1: el texto no logra salir de la teoría de “los dos demonios”; el texto pretende blanquear la imagen del actual episcopado (manchada por la complicidad de ayer); el episcopado no logra salir del círculo del miedo. Se ha dicho, por ejemplo, en algunas de las presentaciones de los dos tomos, que estos parecieran ser, para algunos, una suerte de ‘non plus ultra’, pero para otros un simple ‘nihil aliud?’ Se me permita sospechar que – más allá de las intenciones de los autores, las cuales desconozco – que se escribió porque había que escribir. No lo leerán, pero ahí está… y las conciencias tranquilas (me consta, por ejemplo, de algún obispo, que cuando recibió los dos tomos, los regaló a una biblioteca… es decir, ¡no los leerá!). Claro que, además, alguien que es docente en la Facultad de Teología me dijo que le constaba que a Fulano (uno de los colaboradores), “le bajaron línea”, es decir, esto sí, esto no…
Se ha dicho que otros colectivos no han hecho una autocrítica de aquellos tiempos; y creo que es cierto. La prensa calló (incluso muchos que hoy hablan), los sindicatos durmieron, los empresarios aplaudieron, ¿y? Valga la analogía con los casos de abusos infantiles; se suele decir – y es estadísticamente cierto – que la enorme mayoría de los casos ocurre en el seno de los ambientes familiares; ¿y por ventura eso exculpa los cientos de casos de curas abusadores? “La jerarquía hizo un mea culpa en los años tal y cual”, repiten (y se me permita la sonrisa ladeada y cáustica). Es este mismo episcopado – y no en los 80 – el que habló de no cuestionar a sus “hermanos mayores”, y el mismo que cuando los curas OPP hablamos, expulsó de la diócesis a uno de los compañeros sin comentarios.
Es el mismo episcopado que ayer nomás hace una declaración con motivo de los 40 años de democracia “ininterrumpida” (sic) y en la que vuelve a asomar veladamente la teoría de los dos demonios, el que no hace ni un mínimo análisis de las causas, el que recurre a un lenguaje sospechosamente macrista y el que, ¿casualmente?, el mismo día, coincide con una declaración del ex presidente usando palabras idénticas.
Alguna vez, muchas para decir verdad, me preguntaron ¿cómo es que nunca te invitaron a X lugar? Creo que en estas líneas hay respuestas a ese o esa interrogante. Aunque también, debo decirlo, no faltan amigos, amigas, amigues que me repiten “habla bien de vos que nunca te hayan invitado”.
Foto tomada de https://www.pexels.com/photo/nature-bird-animal-eyes-60692/