Comentario a las lecturas del domingo 13º ciclo "B" La fe de los que sufren puede arrancarle milagros a Jesús
Un contraste entre justicia e injusticia refleja las consecuencias en la muerte y la inmortalidad que experimentan los que escogen uno u otro camino de vida.
Pablo presenta paradojalmente la riqueza y la pobreza desde una mirada cristológica para aplicarla a la vida de la comunidad donde compartir entre todos lleva a la igualdad.
Dos relatos intercalados muestran a Jesús obrando milagros motivados por la fe del beneficiario. Esta fe será la que conduce a la salvación.
Dos relatos intercalados muestran a Jesús obrando milagros motivados por la fe del beneficiario. Esta fe será la que conduce a la salvación.
Lectura del libro de la Sabiduría 1, 13-15; 2, 23-24
Resumen: un contraste entre justicia e injusticia refleja las consecuencias en la muerte y la inmortalidad que experimentan los que escogen uno u otro camino de vida.
El tema central del Evangelio (de una parte: la resurrección de la hija de Jairo) hace que el tema de la vida y la muerte se destaquen en la primera lectura. Sin embargo, la selección de textos cortados hace difícil comentar el sentido del texto [en lo personal no nos parece sensato los cortes de textos salvo cuando son justificados literariamente]).
De hecho el término “justicia” (v.15) retoma el v.1. Con lo que conforma una unidad. La idea enmarca toda la obra y es término central: es dar a cada uno lo que le corresponde, pero comenzando por darle a Dios una vida de fidelidad (“justicia”).
El primer texto (1,13-15) está centrado en destacar que Dios no es responsable de la muerte ni del mal. Dios ama la vida (11,23-12,1), creó los seres humanos para la inmortalidad (3,4; cf. 5,15; 6,17-20; 8,17), teniendo en cuenta Gen 2-3 (fue precisamente la “injusticia” humana la responsable de lo contrario). Dios se compromete con ello, pero el ser humano debe vivir la “justicia”. No se trata de “inmortalidad humana” (o “del alma”) sino de un don de Dios – que sí es inmortal – a los justos.
Los “injustos” no comprenden los designios de Dios, y no entienden – por lo tanto – que Dios los ha pensado para la inmortalidad. Esto es así por ser “imagen de Dios”, pero “el diablo” – el enemigo de Dios y su causa por antonomasia – introdujo la injusticia y sus consecuencias. No es evidente si el autor está pensando en personajes bíblicos como Adán o Caín, pero es probable. Entrometiéndose en la historia humana, el diablo logró arruinar por un tiempo el proyecto de Dios para la humanidad. Pero lo interesante es que una “puerta” queda abierta ya que el texto afirma que la muerte la experimentan los que son “porción” del diablo. La “envidia” es exactamente lo opuesto a la sabiduría (6,23). Es interesante que en Sabiduría la “porción” (méris) es siempre del mal (1,16; 2,9.24), “porción de la muerte”, “porción” del descontrol. El libro invita a la justicia, que es inmortal, a sus destinatarios. Así no “experimentarán” la muerte (sin que destaque expresamente a qué se refiere).
Lectura de la segunda carta de san Pablo a los cristianos de Corinto 8, 7. 9. 13-15
Resumen: Pablo presenta paradojalmente la riqueza y la pobreza desde una mirada cristológica para aplicarla a la vida de la comunidad donde compartir entre todos lleva a la igualdad.
Comenzando por el vocativo hermanos que solo utiliza aquí y al empezar y terminar la carta (1,8; 13,11) Pablo va a hablar de la colecta entendida como servicio de los santos (8,4; 9,1); las distintas iglesias (8,1.24) locales deben manifestar su solidaridad.
Pablo prepara el camino a nuevas paradojas, y presenta a los corintios como ricos, abundan (2 veces en el versículo) en palabra (logos) y ciencia (gnôsis). La combinación de ambas palabras volvemos a encontrarla en los escritos paulinos exclusivamente en las cartas a los Corintios (1 Cor 1,5; 12,8; 2 Cor 8,7; 11,6). Se refiere a riquezas exteriores, en las que los destinatarios parecen enorgullecerse. Pablo, que centrará el tema económico en claves de fraternidad, les indica que más profundo es descubrir en los pobres de Jerusalén (los santos) verdaderos hermanos. Del mismo modo que también pretende que los judaizantes reconozcan como hermanos a los cristianos venidos de la gentilidad. Sobre el esmero ya se ha detenido en detalle (7,11-12), y sabemos que éste actúa en el amor. También abundan en fe, como lo ha señalado en 1,24. Esto, que es característico de la comunidad, debe acompañarse con esta generosidad (haplotês, cf. 9,11.13), y para que sea verdadera generosidad no puede ser una orden; Pablo sólo da su opinión (gnômê, cf. 1 Cor 1,10; 7,24.40; Flm 14).
Pero para (hina) que sea verdadera generosidad debe ser gratuita (járis aparece 7 veces en este capítulo de 18 en toda la carta), movida por el interés por los demás, esto es, otro esmero. Sólo así será visible el amor; no hay amor sin un auténtico esmero por los demás (no es unánime la tradición manuscrita si se refiere a “nuestro amor por ustedes” o “el amor de ustedes por nosotros”; la primera está bien atestiguada [P46 y B] y es lectio difficilior por lo que parece preferible). El uso de gracia para hablar de la colecta es muy importante. La gracia es el don gratuito de Dios, don salvífico y liberador en favor de los hombres. Enviando a su Hijo, Dios se da gratuitamente a la humanidad; y la comunidad de liberados debe también ella actuar gratuitamente en favor de sus hermanos, en búsqueda constante de vida y salvación para ellos. Frente a la pobreza de los hermanos, la actitud solidaria (koinônía) es participación de la obra de Cristo (de allí la relectura cristológica que hará enseguida).
En v.9 Pablo da un sentido teológico, cristológico, a lo que viene diciendo: por (hyper) ustedes, gratuitamente (járin) siendo rico se hizo pobre para (hina) que su pobreza nos enriquezca. Nos encontramos con otra de las paradojas paulinas (cf. 5,21), aquí remarca el enriquecimiento con la pobreza. Las preposiciones hyper y también hina remiten a la obra salvífica. La muerte de Cristo, su máxima pobreza, tuvo un sentido (para) mirando nuestro bien (por). El extremo de generosidad de Jesús debe ser el paradigma de toda actitud gratuita, generosa y solidaria donde se juegue de una u otra manera la suerte y vida de los hermanos. La idea de que era rico, se hizo pobre hace referencia a la encarnación y nos recuerda Flp 2,6-11 donde Cristo Jesús era “con forma de Dios” (morfê theou) y devino “con forma de esclavo” (morfê doulou). Aquí las categorías son más ontológicas y sociales (¿incluye una crítica a la esclavitud?), en cambio en 2 Cor son más socio-económicas como es común en la situación que se detecta frecuentemente en la comunidad. De todos modos la riqueza refiere a la divinidad, y la pobreza a la muerte en cruz; es en esa pobreza donde nos enriquece haciéndonos participar (koinônia) de su suerte (hijos, reconciliados).
Pero Pablo refuerza que incluso esta actitud económica no es exclusivamente económica. No es cuestión tanto del cuánto sino del cómo. Es la disposición lo que importa (no tanto el hacer cuanto el querer); y Pablo los invita a completar ese querer que han manifestado completando el hacer para que haya un tener. La actitud fundamental es la búsqueda de la igualdad, palabra que sólo aparece aquí y en Col 4,1 en todo el NT siempre en sentido socio-económico; aunque igual, que aparece 8 veces en el NT, lo encontramos sólo una vez en Pablo para señalar que Cristo es “igual a Dios”, Flp 2,6). Esta igualdad, o equilibrio, viene dado porque cada uno comparte en un “pozo común” los bienes que tiene, pocos o muchos, “espirituales” o “materiales”. En este sentido es semejante a lo que también dice en Rom 15,27, aunque tenga allí menos densidad teológica. La abundancia y la pobreza de unos y otros aquí tienen sentido económico, aunque el fundamento cristológico eleve el discurso a otro nivel. Por el bien de los demás, de las Iglesias, el que tiene debe poner en común lo que posee a fin de que no haya necesidad. La abundancia de ellos se refiere a los bienes espirituales: los judíos, en las Iglesias, han compartido, por iniciativa de Dios, los bienes que les pertenecían exclusivamente: la filiación, la gloria, las alianzas, la legislación, el culto, las promesas, los patriarcas, y por ellos el mesías (Rom 9,4-5) No parece, en cambio, que esté pensando en que ellos compartirán los bienes cuando -futuro- tengan abundancia; o que refiera a los bienes escatológicos que Israel compartirá con las naciones. Los dones de Dios, que descienden como el maná, pretenden saciar las necesidades de los suyos (así la referencia a Ex 16,18 ayuda a entender todos los bienes -tanto materiales como espirituales- como don gratuito y generoso de Dios). El mismo interés por los otros debe mover a los corintios frente a las necesidades de la comunidad de Jerusalén. Esta comunión fraternal de bienes, y este acento en la fraternidad, permite entender por qué Pablo se preocupa de los pobres de Jerusalén y no de otras comunidades pobres, que las hay, como 8,2 lo demuestra.
+ Evangelio según san Marcos 5, 21-43
Resumen: Dos relatos intercalados muestran a Jesús obrando milagros motivados por la fe del beneficiario. Esta fe será la que conduce a la salvación.
El texto es expresión evidente del característico estilo de Marcos de utilizar un “sándwich” literario en el cual un texto arrastra a otro (por la temática semejante) y se introduce en el medio.
Queda así el texto de la mujer con hemorragias (5,25-34) introducido en medio del texto de la revivificación de la hija de Jairo (5,21-24.35-43). La “multitud” (ojlós) es clave en el texto de la mujer (vv.21.24.27.30.31), Jesús la dejará aparte (“no permitió que nadie lo acompañe”, v.37) al entrar en casa de Jairo.
En un gesto de súplica humilde (2 Sam 22,39; 2 Re 4,37; Sal 18,39; cf. Lc 17,16; Jn 11,32; Hch 10,25; Ap 1,17; 22,8. En Ap 19,10 el gesto se asemeja a adoración) Jairo “cae a los pies” de Jesús. La escena tiene una cierta semejanza con 7,27 donde una mujer “griega” se “postra” (prospíptô) a los pies de Jesús (la mujer con hemorragias se “postrará” también a “sus pies”, como lo hacen los espíritus inmundos (3,11; 5,33) a causa de su “pequeña hija” (tygatríon). En este caso, la pequeña está “en el final” y la imposición de manos de Jesús podría salvarla. En 6,5 se señala que Jesús curó a algunos “imponiéndoles las manos”, le piden que lo haga – también – sobre otros enfermos (7,32; 8,23.25; 16,18). El objetivo del padre es que se “salve” (sôthê) y “viva” (zêsê). “Salvar”, que se repite en la unidad en vv.28.34 es sinónimo de curación (6,56) pero también es una “salvación” que va más allá de lo circunstancial (8,35; 10,26; 13,13.20). En cambio el verbo vivir (zaô) no es frecuente en Marcos: sólo aquí y en 12,27; en este caso la referencia es a la resurrección.
El v.24 presenta el camino hacia la casa de Jairo, pero la referencia a la multitud – como vimos – introduce la escena de la mujer con hemorragias.
De la mujer se señala que tenía “flujo”, hemorragia, derrame (rhúsei) de “sangre”. El término hemorragia lo encontramos 22 veces en la Biblia de las que x16 se encuentran en Levítico (tres veces es simbólico, y otras tres en este texto). Es decir, el texto alude expresamente a la impureza ritual de la mujer. La impureza impide a la mujer todo contacto humano (haría impuro a cualquier persona que tocara) e incluso contacto con Dios. Ya Tob 2,10 alude a la inutilidad de los médicos (2 Cr 16,12 incluso dice negativamente que el rey Asá no fue “a Dios” sino “a los médicos).
La multitud que rodea a Jesús le sirve a la mujer para acercarse por detrás para tocar su manto. Un monólogo interior nos sirve para conocer su intención: “me salvaré” (sôthêsomai). Esto ocurre “inmediatamente”, se “seca la fuente (pêgê) de sangre” y “conoció su cuerpo” que fue sanada de su mal (la voz pasiva, “fue sanada” remite a Dios como sanador). Ahora, también “inmediatamente” Jesús sabe que una fuerza (dynamis) salió de él y se dirige a la “multitud”. La respuesta de los discípulos es irónica: ellos no comprenden la pregunta de Jesús. El característico “temor y temblor” se apodera de la mujer (cf. Ex 15,16; Jdt 2,28; 15,2; Sal 2,11; 55,6; Is 19,16…) y se “postra” (prosépesen) ante Jesús y le dice “toda la verdad”. Esto la pone ante Jesús para dar un paso más en su fe, ya no es sólo la curación que la mujer logra, sino el encuentro personal con Jesús. Lo que ha conseguido la salvación que la mujer buscaba fue su fe, que Jesús le reconoce. La fe de la mujer contrasta con la falta de fe de los discípulos en la escena de la tempestad en el lago, ella logra su objetivo por la fuerza de su fe.
Se debe notar que la mujer es la que consigue, la que “roba” la curación; la curación no vino dada por que “tocó” sino porque lo hizo con la intención de ser “salvada” y la confianza que le provoca aquel de quien ha oído hablar. Esta no fue un acto o una decisión de Jesús sino que ella misma lo logra clandestinamente. Lo que Jesús hace es reconocerlo y hacer pública referencia a la fe que la mujer ha manifestado. Es de notar, también, que la frase “tu fe te ha salvado” es un dicho frecuente en los evangelios, siempre en labios de Jesús, pero siempre dirigido a personas marginales: esta mujer con hemorragias, un mendigo ciego, una prostituta, un samaritano con lepra…
Finalizada la escena, el relato retoma el camino a casa de Jairo. Unos llegan con la noticia de la muerte de la hija, ya no hay nada que hacer. Se esperaba una curación, pero una revivificación parece no estar en el horizonte de los mensajeros. Pero Jesús se dirige a Jairo reclamándole “fe” (“no temas, sólo cree”).
Sólo Pedro, Santiago y Juan – quienes son testigos privilegiados de momentos importantes de la vida de Jesús (1,29; 9,2; 13,3; 14,33), pero también serán quienes manifiesten incomprensión explícita del mismo (8,32; 10,35-37) – lo acompañarán al interior de la casa (sin dudas, la estrecha cercanía de estos con Jesús vuelve más incomprensible el rechazo de estos a la cruz que manifiestan).
Como es frecuente, el pueblo entero se asocia al dolor de la familia: ya están las lloronas, los que dan gritos de dolor, aunque el “alboroto” parece resaltar que el hecho es reciente. Para Jesús la muerte es sólo una circunstancia pasajera, como un sueño, y lo manifiesta. Con un pequeño grupo (los suyos y los padres de la niña) Jesús entra donde la pequeña. La frase “tomó de la mano” y el verbo “levantar” (egeirô, que también significa “resucitar”) lo hemos encontrado en 1,31 y 9,27. Es una actitud de Jesús de “levantar” a la humanidad caída-casi muerta (o, en este caso, muerta). En este caso Jesús lo hace pronunciando una palabra en arameo, su lengua natal: talithá koum (koumi): “pequeña, levántate”. De nuevo “inmediatamente”, la niña se levantó y caminó. La reacción (de los testigos) es de gran éxtasis y estupor.
Como es frecuente en Marcos, Jesús insiste en que la noticia no se divulgue (se lo ha llamado “secreto mesiánico”). El pedido de que le den de comer narrativamente está dirigido a que los lectores constaten que la niña realmente vive (cf. Lc 24,37-43). El sentido del pedido de guardar silencio, en Marcos, radica en la centralidad que da a la cruz. Es en ese momento que el centurión reconocerá a Jesús como “hijo de Dios” (15,39). Toda otra confesión anticipada (o lo que pueda conducir a esto, como la divulgación de los milagros) se prestará a malos entendidos, a reconocer un mesianismo espectacular. Es en la cruz que Jesús es reconocido, cosa que la comunidad de Marcos aprenderá en su propia situación de pueblo crucificado.
Queda por notar qué provocó la “atracción” entre ambos relatos en el sandwich de Marcos. La clave en ambos textos sin dudas radica en la fe (vv.34.36) y que en ambos casos lo logrado es la “salvación” (vv.32.28.34). Luego encontramos otros elementos, como que Jairo “cae a los pies” de Jesús y la mujer “se postra a los pies” (vv.22.33), o la alusión a los “doce años” (vv.25.42) pero estos parecen más accidentales. Marcos quiere predicar a los suyos la importancia de la fe (la fe que los discípulos no han manifestad en la barca), fe que intentará precisar en la segunda parte del Evangelio (8,30-10,52) y que – como hemos señalado – los suyos, especialmente Pedro, Santiago y Juan manifestarán incompleta o, más precisamente, necesitada de ulteriores aclaraciones.
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