Un santo para cada día: 12 de julio Luis Martín y Celia Guerin (Padres de Sta. Teresita de Lisieux)
Luis y Celina son beatificados por Benedicto XVI el 19 de octubre de 2008 y canonizados por Francisco el 18 de octubre de 2015, durante el Sínodo de la Familia. Ha sido el primer matrimonio canonizado conjuntamente
| Francisca Abad Martín
Decía Santa Teresita de Lisieux en sus memorias (La historia de un alma): “Dios me ha dado un padre y una madre más dignos del Cielo que de la Tierra”.
Hoy celebra la Iglesia la fiesta de Luis Martín y Celia Guerin, un matrimonio santo, cuya historia está marcada por la confianza en Dios y una intensa vida de piedad y lo celebra precisamente el 12 de julio, porque era el día de su aniversario de boda.
Luis era el segundo de 5 hermanos. Nace en Burdeos (Francia) el 22 de agosto de 1823. Su padre era militar, por cuyo motivo se desplazan a varios destinos: Burdeos, Aviñón, Estrasburgo, hasta que al jubilarse el padre se van a vivir a Alenson. Aparte de la formación cristiana de la familia, Luis estudia con los Hermanos de las Escuelas Cristianas y después aprende el oficio de relojero, que iba muy bien con su carácter tranquilo, silencioso y su habilidad manual.
Celia nace en Normandía el 23 de diciembre de 1831. Era la mediana de tres hermanos. También su padre era militar y lo mismo que el de Luis, al jubilarse se trasladan también a Alenson. Celia ingresa en el internado de las Religiosas de la Adoración Perpetua, donde además de una sólida formación religiosa, aprende a confeccionar un encaje típico de Alenson, muy valorado entonces y que habría de ser su medio de vida aportando posteriormente unos ingresos a la economía familiar.
Los dos habían sentido una atracción a la vida religiosa, Luis en el Monasterio de San Bernardo en los Alpes y Celia en las Hijas de San Vicente de Paul, pero ambos habían llegado a comprender, ante algunas dificultades para su ingreso, que ese no era su lugar. Dios les tenía reservada una vida en común, donde darían mucha gloria a Dios.
Se conocieron casualmente en abril de 1858 al atravesar el puente de San Leonardo y ambos comprendieron enseguida que estaban hechos el uno para el otro. A los 3 meses se casaron en la Iglesia de Nuestra Señora, el día 12 de julio de 1858. Su vida de piedad era irreprochable, oración, Santo Rosario y Misa diarias, confesión frecuente y participaban en actividades parroquiales, practicando la caridad con los necesitados, enfermos, etc.
En menos de 13 años tienen 9 hijos, solo sobreviven 5 niñas: Paulina, María, Leonia, Celina y Teresa, de las cuales 4 ingresaron en el Carmelo y una, Leonia, en la Visitación. Cuando Celia tiene 45 años, le diagnostican un tumor fibroso en el pecho, sin posibilidad de intervención, debido a su avanzado desarrollo. Fallece el 28 de agosto de 1877. Luis tenía entonces 54 años y la pequeña Teresita tan solo 4 años. A partir de ese momento, su relación con él va a ser muy intensa, le quiere y le admira; verle rezar a él, nos dirá en sus memorias, es como ver rezar a un santo.
Luis tuvo que sobreponerse al dolor de la pérdida de su esposa para sacar adelante a sus hijas. Vende la casa que tenían en Alenson y compra una con jardín en Lisieux, donde vive una hermana suya, cuyo esposo tiene una farmacia. A esa finca la llaman “Les Buissonnets” (los Zarzalillos). Teresita habla mucho de ella en sus memorias. A los 15 años ingresa con sus dos hermanas mayores en el Carmelo de Lisieux.
Celina, aunque también desea ingresar en el Carmelo, se queda cuidando a su padre, quien debido a una fuerte arterioesclerosis se le van paralizando los miembros y nublando sus facultades mentales, fallece a consecuencia de una crisis cardiaca el 29 de julio de 1894, a los 71 años. Entonces Celina entra en el Carmelo.
Luis y Celina son beatificados por Benedicto XVI el 19 de octubre de 2008 y canonizados por Francisco el 18 de octubre de 2015, durante el Sínodo de la Familia. Ha sido el primer matrimonio canonizado conjuntamente.
Reflexión desde el contexto actual:
En el santoral cristiano no es frecuente encontrar matrimonios santos, porque estamos acostumbrados a pensar en la santidad como algo individual y generalmente de personas consagradas. Con el ejemplo del matrimonio Martín Guerin, la Iglesia nos indica que, a través del amor conyugal, los esposos, apoyándose mutuamente y compartiendo una misma vida de piedad, pueden alcanzar la santidad, transmitiendo a sus hijos ese mismo anhelo de perfección. Los Martín Guerin no solo fueron esposos modélicos sino también padres ejemplares, que supieron trasmitir a sus hijas un acendrado espíritu de piedad, tal como queda reflejado en “la Historia de un alma” El mensaje de estos dos santos esposos de nuestro tiempo no puede ser más oportuno. Dentro de la familia cristiana se puede vivir el amor que santifica.