Un santo para cada día: 25 de junio San Adalberto
Nunca como ahora se ha pensado tan poco en la muerte. La gente de nuestro tiempo trata de ocultarla cuidadosamente para que no pueda perturbar el goce del momento presente, pero por mucho que nos empeñemos la muerte está ahí, formando parte de la vida, por eso no está nada mal que Adalberto venga hoy a recordarnos que por mucho que nos disguste a la vuelta de la esquina nos espera el sepulturero
Al comienzo de la andadura por esta vida lo más frecuente es que la gente viva absorbida por las preocupaciones del presente y luche por vivir lo mejor posible, tratando de que no le falte de nada. El final le vemos como muy lejano, tanto que nos parece que nunca va a llegar para nosotros; solo cuando hemos cumplido muchas primaveras, cambiamos nuestro punto de vista, y los asuntos del más van perdiendo interés y comienza a preocuparnos los del más allá. Sucede no obstante que la vida de repente nos coloca a veces en situaciones límites o dramática que nos muestra la fugacidad de la existencia y entonces abrimos los ojos y nos damos cuenta de que el poco el tiempo de que disponemos hay que administrarlo bien. Es lo que le sucedió a Jorge Manrique con la muerte de su padre y que con tanta fuerzas supo expresar en sus coplas elegiacas. Es también lo que ocurriera con Adalberto quien siendo todavía joven presenció la muerte de Dithmaro arzobispo de Praga. Este prelado eminente que había llevado una vida mundanizada era consciente que el minutero de su reloj estaba a punto de parase y desconsolado se lamentaba de haber echado sus días al cubo de la basura, malgastándolos en placeres y vanidades que solo habían dejado en el alma un pose de amargura. Adalberto no pudo olvidar la escena y la tendría presente toda su vida. Le había dejado marcado para siempre, no volvería nunca a sonreír y de esta sacudida tardaría en reponerse.
Adalberto había nacido hacia el año 956 en Libice (Bohemia) perteneciente a una familia checa preminente. Fue bautizado con el nombre de Vojtech. Pudo sobrevivir a una grave enfermedad que le tuvo al borde de la muerte y que significó un serio aviso para él, enseñándole que hay que estar preparado porque en cualquier momento Dios pude llamarnos , esto unido a la escena anteriormente relatada, da razón de por que vivió triste y un tanto horrorizado ante el pensamiento de la muerte
Estudió durante doce años en Magdeburgo, bajo la tutela del arzobispo Adalberto de quien tomaría el nombre al recibir el sacramento de la Confirmación,como recuerdo de su preceptor, muerto el cual se trasladó a Praga donde fue ordenado sacerdote por el arzobispo Dithmaro al que habrá de suceder como obispo de Praga en reconocimiento a sus cualidades y buen ejemplo, aunque todavía era joven y llevaba solo dos años como sacerdote . Durante seis años trabajaría denodadamente por el bien de su diócesis, rezó, ayuno, hizo penitencia para que el rebaño a él encomendado se convirtiera ; pero los resultados fueron tan exiguos, que cayó en un profundo desaliento hasta el extremo de llegar a Roma a pedir su dimisión al papa Juan XV quien acepto su renuncia, por lo que pudo retirarse a vivir entre los monjes con los que durante cinco años compartiría mesa y mantel y los diversos menesteres de la vida conventual, ayudando en los humildes labores comunitarias, ofreciendo su abnegada vida por la conversión de Praga; pero la realidad era que esta ciudad fue de mal en peor por lo que el papa después de esos cinco años de retiro le pidió que volviera .
Adalberto regresó a Praga acompañado de unos monjes benedictinos; pero ni por esas, la historia volvió repetirse, teniendo nuevamente que buscar refugio en su convento de benedictinos. Lo intentaría una vez más hasta que comprendió que era un pueblo de dura cerviz por lo que decidió encamina sus pasos hacia Prusia a ver si allí la semilla pudiera dar esos frutos obtenidos con los polacos paganos y con el rey de Hungria. Una vez en Prusia la cosa no fue mal, adaptándose a su forma de vida consiguió atraerlos en parte; pero la situación llegó a hacerse tensa tanto que los paganos que se resistían a sus enseñanzas le persiguieron hasta darle alcance y ser atravesado por una lanza cuando corría el año 997 y él que nunca había sonreído ahora lo hacía con el gozo de saber que había cumplido fielmente con su misión. San Adelardo será recordado como el apóstol de Bohemia, Hungria, Polonia y Prusia
Reflexión desde el contexto actual
Nunca como ahora se ha pensado tan poco en la muerte. La gente de nuestro tiempo trata de ocultarla cuidadosamente para que no pueda perturbar el goce del momento presente, pero por mucho que nos empeñemos la muerte está ahí, formando parte de la vida, por eso no está nada mal que Adalberto venga hoy a recordarnos que por mucho que nos disguste a la vuelta de la esquina nos espera el sepulturero. La espantosa pandemia del Covid 19 ha venido a confirmar esta realidad , nadie puede sentirse seguro, pues vivimos de prestado.