Un santo para cada día: 24 de noviembre San Alejandro de Jerusalén
Su labor de apóstol ejemplar fue culminada con el martirio en tiempos de Decio. Alejandro de Jerusalén fue detenido, juzgado y condenado a morir devorado por las fieras en el circo, sin que éstas acabaran con él por lo que fue deportado a Cesarea donde moriría en la cárcel en el año 251
Alejandro probablemente nació en Capadocia, trasladándose a estudiar a Alejandría donde existía una importante escuela cristiana y allí precisamente conocería a Orígenes. Después de haber estado bajo la dirección Panteno , Clemente fue nombrado obispo, siendo el primero en ocupar la sede de Capadocia . Dada su notoriedad fue apresado por el joven emperador Severo permaneciendo en prisión durante un tiempo, hasta la llegada al poder de Lucio Septimio “Caracalla” en que la persecución cesó y Alejandro fue liberado.
Una vez en libertad y habiendo retomado su sede, viajó a Jerusalén en 212 para visitar los santos lugares. Cuando hubo llegado allí, tal como cuenta la tradición, mediando la inspiración divina fue elegido por el pueblo como obispo auxiliar o coadjutor de aquella sede, lo cual fue visto con agrado por el obispo titular, Narciso, que ya contaba con muchos años y necesitaba un apoyo. Por vez primera en la historia de la Iglesia sucedía una cosa igual. Solo faltaba que tal decisión fuera ratificada por la jerarquía de Palestina en un Concilio, diligencia que se realizó sin ningún problema. Del hecho en cuestión de que fueron dos los obispos que gobernaron conjuntamente la Iglesia de Jerusalén, da testimonio el mismo Alejandro al dirigirse a otra sede con estas palabras: ”Os saludo en nombre de Narciso, quien a la edad de 116 años, nos pide que vivamos en inviolable paz y unión”.
Durante el tiempo que permaneció como obispo coadjutor de Jerusalén dispensó un permiso a Orígenes, amigo suyo y a quien conocía bien, para que pudiera predicar en las iglesias, a pesar de que era laico; tal decisión resultó polémica y hubo quien se opuso rotundamente a ella, a pesar de que se trataba de una de las mayores lumbreras de la Iglesia. No fue tomada en consideración la protesta y Alejando se mantuvo firme en su postura, dando a entender que su decisión no había sido caprichosa, sino que era razonable e incluso fue extendida a otras competencias, pero lo gordo habría de venir después con la ordenación del propio Orígenes, uno de los más grandes escritores cristianos de todos los tiempos. Veámoslo comenzando desde el principio.
El gran Orígenes, que aparte de escritor prolífero y brillantísimo fue hijo de mártir y él mismo puede ser considerado como mártir, un buen día, movido por un celo arrebatador, quiso seguir al pie de la letra los consejos evangélicos y se castró a sí mismo. Ello iba ser interpretado en la iglesia primitiva como un obstáculo para recibir las sagradas órdenes. No lo entendió así el obispo de Jerusalén, Alejandro, que ya le había permitido predicar la palabra de Dios como hacían los obispos, sino que ahora fue más lejos y le ordenó sacerdote con el consiguiente disgusto de Demetrio obispo de Alejandría, diócesis a la que pertenecía Orígenes y que ya se había opuesto anteriormente a que predicase en las iglesias. Implacable con Orígenes al que no tenía ninguna simpatía, le privó de su sacerdocio, le excomulgó y le condenó al exilio. Orígenes marchó a Cesarea donde fue bien acogido, allí fundo una escuela de teología con gran éxito, por la que pasarían entre otros alumnos como Gregorio Taumaturgo, que habría de ser el autor de su sentido panegírico.
Alejandro de Jerusalén, aparte de este significativo gesto de fraterna generosidad para con Orígenes, llevó a cabo la importante misión de organizar y reconstruir la biblioteca de Jerusalén, dotándola de unos valiosos manuscritos, que habrían de ser consultados por Eusebio y que tan útiles le resultarían en orden a la elaboración de sus escritos. Su labor de apóstol ejemplar fue culminada con el martirio en tiempos de Decio. Alejandro de Jerusalén fue detenido, juzgado y condenado a morir devorado por las fieras en el circo, sin que éstas acabaran con él por lo que fue deportado a Cesarea donde moriría en la cárcel en el año 251
Reflexión desde el contexto actual
Alejandro de Jerusalén para la mayor gloria de Dios rompió con los prejuicios de la época. El caso Orígenes da muestras de la apertura y comprensión de que deben estar adornado los pastores que quieren serlo de todos por igual y gobernar su diócesis con prudencia y sin prejuicios y exclusiones. La Iglesia está llamada a asumir los retos que le corresponde, según los tiempos y las circunstancias, asumiendo los riesgos inherentes que fueran necesarios. Al menos esto es lo que parece deducirse de la palabras de Francisco cuando dijo: “Prefiero una Iglesia accidentada, herida y manchada por salir a la calle, que una Iglesia enferma por el encierro y la comodidad de aferrase a las propias seguridades”