Un santo para cada día: 12 de enero San Antonio Mª Pucci (El Curatino deViareggio)
Lo extraordinario de este hombre estuvo en cumplir con su deber, llegando a ser un párroco modélico; silenciosamente trabajó para mejorar los niveles en todos los órdenes y sin caer en la perversión moral del “todo vale” consiguió una pacífica convivencia social
Se vivían momentos muy agitados políticamente hablando en toda Italia. Eran los tiempos de Garibaldi, con un proyecto en marcha de la unificación de la península itálica compuesta por diversos reinos entre los que se encontraban los Estados Pontificios. Un nuevo país estaba naciendo en Europa. Bajo el signo del nacionalismo y el liberalismo estaba surgiendo la joven Italia, que tendría como principal ideólogo a Giuseppe Mazzini y como artífice material a Giuseppe Garibaldi. Después de no pocas revueltas llegó en 1861 la proclamación del Reino de Italia. En 1870 las tropas italianas entraban victoriosas en Roma, como libertadoras y Pío IX tuvo que buscar refugio. En este escenario le tocaría moverse al servita y párroco Antonio María Pucci, quien habría de encontrar mil obstáculos para llevar a cabo su ministerio pastoral, que pudo ir sorteando como Dios le dio a entender, sin tener que renunciar a ninguno de sus propósitos pastorales
Había nacido en la Toscana el 16 de abril de 1819. Sus padres Agustín y María habían formado una numerosa familia dedicada a las faenas del campo. Agustín además de llevar el peso de la casa hacía de sacristán de la parroquia y su hijo Eustaquio se ofreció para ser monaguillo, por lo que el P. Luigi, que era el párroco, le recompensaba con unas clases que le venían muy bien para ir adquiriendo una cultura general. Si bien lo que a sus padres verdaderamente les interesaba era que el muchacho aprendiera a cultivar los campos y llegar a ser un buen labrador y nada de ser sacerdote como el muchacho quería. En casa le pudieron retener hasta los 18 años, fue a partir de entonces cuando Eustaquio tomó la determinación de ingresar en la orden de los Siervos de María en el convento de la Anunciación en Florencia, a lo que ya nadie se pudo oponer.
Allí haría la profesión, cambiando su nombre por el de Antonio María y cursaría todos los estudios eclesiásticos. Concluidos los cuales fue ordenado sacerdote el 24 de Septiembre de 1843y de inmediato fue nombrado coadjutor de la iglesia de S. Andrés de Viareggio, cargo que ejerció sin abandonar los estudios hasta obtener el grado de “Maestro en Sagrada Teología”. Pasados tres años fue nombrado párroco de S.Andrés, aunque según nos cuentan Pucci no era ni simpático ni físicamente agraciado, pero debido a su bondad y dedicación pastoral logró hacerse con el cariño de las gentes, que cariñosamente le llamaban, “ El Curatino”.
Una vez que se hizo cargo de la parroquia lo que primero hizo fue tratar de organizarla de acuerdo con sus necesidades, sin que se pudiera decir que fuera un revolucionario en el sentido estricto de la palabra. Era cuestión de poner en marcha una renovación parroquial, respetando estructuras ya existentes y creando otras nuevas, de modo que las distintas agrupaciones se fueran ocupando de la feligresía distribuida por grupos separados. La Congregación de la Doctrina Cristiana se dedicaría a la instrucción cristiana, ocupándose de la instrucción religiosa de los fieles. El Grupo dedicado a obras sociales para atender cuestiones vitales. Otro grupo trabajaría en el complejo mundo de las Hermandades. Se creó la Congregación de Madres, para mejorar la educación de los hijos. Se constituyó la Cofradía del Santísimo Sacramento y las terciarias “Siervas de María”. Naturalmente no faltó un servicio a favor de los pobres. De alguna forma en esta incorporación de los laicos al apostolado parroquial podía adivinarse un preludio de lo que más tarde a nivel eclesial sería el poderoso movimiento de “Acción Católica”.
Ahora lo que hacía falta era que las autoridades civiles empapadas de liberalismo e incredulidad no les diera por creer que todo esto era una forma de hacer política, mucho más cuando el “Curatino” no era un hombre que se parara en barras, sino que defendía a capa y espada los derechos de la Iglesia. Ni siquiera los más republicanos de Viareggio se atrevieron a meterse con él porque sabían que el pueblo le quería y estaba con él por diversos motivos. Cuando la epidemia, el párroco se había jugado la vida, ayudaba a los pobres aunque éstos fueran republicanos, fue por lo que se le concedió el título de “Padre de los pobres” y finalmente porque era cierto lo que el Consejo Comunal reconoció : “ Que el padre Pucci, no ocupándose nunca de política, dejó esta misión a quien pertenecía, siendo así ejemplo de cómo debería comportar el clero en la convivencia social”. Dejándonos un buen ejemplo de lo que debía de ser un párroco moría en 1892, a los setenta y tres años de edad
Reflexión desde el contexto actual:
Lo extraordinario de este hombre estuvo en cumplir con su deber, llegando a ser un párroco modélico; silenciosamente trabajó para mejorar los niveles en todos los órdenes y sin caer en la perversión moral del “todo vale” consiguió una pacífica convivencia social. El “curatino” de Viareggio puso de manifiesto dos cosas importantes: Una que la parroquia será en gran medida lo que es el párroco y otra, la infinidad de cosas que se puede hacer dentro de la parroquia por muy modesta que ésta sea cuando se trabaja mucho y bien.