Un santo para cada día: 22 de diciembre Santa Francisca Cabrini (Patrona de los emigrantes)
Canonizada por Pio XII, se convirtió en la primera santa americana reconocida por la Iglesia mediante la canonización. Orgullo de los Estados Unidos, de Italia, de la Iglesia y patrona de los emigrantes
Durante el siglo XIX los Estados Unidos se convirtieron en la tierra de las oportunidades. Muchos italianos emigraban a Nueva York en busca de una vida mejor, ello llevaba consigo un cierto desarraigo cultural, al verse obligados a acomodarse a nuevas formas de vida, con el consiguiente peligro de perder la fe y olvidar sus creencias ancestrales por falta de la asistencia espiritual necesaria. El flujo de inmigrantes llegó a ser tan numeroso que las autoridades religiosas locales tuvieron que pedir refuerzo a los países de origen para poder atender a esta avalancha. Solo en Nueva York y alrededores había llegado un colectivo de 50.000 italianos, siendo un porcentaje mínimo los que mantenían intactas sus prácticas religiosas. Esta dramática situación iba a hacer cambiar los planes de Francisca Cabrini, cuyo corazón, desde muy joven, ardía en deseos de misionar en tierras lejanas.
Francisca había nacido enSant`Angelo, localidad italiana perteneciente a la región de Lombardía. Fue la menor de los 13 hijos, nacidos del matrimonio de agricultores formado por Agostino Cabrini y Stella Oldini. El ambiente religioso vivido en casa hizo nacer en ella un sentimiento hacia las misiones extranjeras, particularmente centrado en China. Su infancia transcurre en plena sintonía con su hermana Rosa, quien se convierte en su protectora. Llegado el momento y atendiendo los deseos de sus padres, inicia los estudios de maestra en Arluno con las Hijas del Sagrado Corazón, donde cree haber encontrado su destino, pero no es admitida en la Congregación por causa de su mala salud, por lo que tiene que regresar a casa de sus padres, poniéndose a ejercer como maestra, hasta que le llega una oferta del párroco Serrati para que se hiciera cargo del Orfanato de Casa de la Providencia; ella lo acepta encantada y durante tres años estuvo dirigiéndolo, pero pronto en1880 hubo que cerrarlo. Fue entonces cuando el obispo de la localidad le dijo «Vos deseáis ser misionera. Pues bien, ha llegado el momento de que lo seáis. Yo no conozco ningún instituto misional femenino. Fundadlo vos misma». No le pareció mala idea a Francisca y se puso manos a la obra.
Junto con otras siete colaboradoras, Francisca ocupó un antiguo convento franciscano vació que se encontraba en Codogno, quedando establecida una especie de Comunidad, que comenzó a redactar las reglas de lo que habría de ser la Congregación de Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús, dedicada a la educación de jóvenes. En el trascurso de dos años y venciendo mil resistencias, consiguieron que el obispo de Lodi les aprobara las Constituciones, con lo que pudieron abrir dos centros. Faltaba la aprobación del papa, con este fin la M. Cabrini marchó a Roma en 1887, manteniendo un tira y afloja con el cardenal Parocchi hasta conseguir su propósito. La fundación comenzaba a ser ya una realidad y sus sueños de ir a China estaban cada vez más cerca. Estando en esto, Mons. Scalabrini, que acababa de fundar la sociedad de San Carlos, se dirigió a ella en tono suplicante diciéndole que “Sería bueno, Madre, si usted decide enviar sus hermanas a América. Hemos abierto una misión en Nueva York, con una capilla y estamos a punto de abrir otra, tal vez por Navidad; creo que en esta ciudad sus hermanas podrían hacer mucho bien a nuestros emigrantes”. En vista de que Cabrini no estaba por la labor, intervino el arzobispo de Nueva–York, Mons Corrigan. Ni siquiera éste pudo convencerla, pero le sembró algunas dudas, que solo el papa podía despejar. Leon XIII entonces le dijo escuetamente. “No hacia Oriente, sino hacia Occidente. Su Instituto es todavía joven y tiene necesidad de recursos. Vayan a los Estados Unidos, los encontrarán y con ellos, un gran campo de trabajo.” La providencia de forma suave le estaba manifestando que Nueva York era el verdadero destino de su vida.
Seis hermanas con la M, Cabrini a la cabeza llegan a Nueva York la noche del 31 de marzo de 1889. Desde este momento la expansión de la Congregación de Misioneras del Sagrado Corazón de Jesús va a ser meteórica: Chicago, Nueva Orleáns, Denver, Los Ángeles, Sudamérica, Europa etc. Numerosos centros fueron abiertos, entre ellos el “Columbus Hospital”. Los emigrantes por estas tierras a partir de ahora van a ser ya menos emigrantes y ella se convertiría en una religiosa admirada y querida con nacionalidad norteamericana. “La Madre Cabrini” decide quedarse y todo para mayor gloria de Dios.
El 22 de diciembre de 1917 fallecería de disentería en su convento de Chicago. Canonizada por Pio XII, se convirtió en la primera santa americana reconocida por la Iglesia mediante la canonización. Orgullo de los Estados Unidos, de Italia, de la Iglesia y patrona de los emigrantes.
Reflexión desde el contexto actual:
La M. Cabrini representa la respuesta amable, generosa y cristiana a uno de los dramas humanitarios de nuestro tiempo. Con su entrega y dedicación pudo aliviar la situación desesperada de muchos compatriotas suyos emigrantes. No podemos desentendernos de uno de los más graves problemas de nuestro tiempo, cuya solución está en nuestras manos y nos afecta a todos. Desentenderse y no querer hacer nada por remediar esta dramática situación, sería pecar de deshumanización. El triunfo de María Cabrini nos puede servir de estímulo. No es que ella acabara con el drama de la emigración, pero nos mostró uno de los caminos posibles. Desde el cielo , sigue con tu misión, pues te necesitamos más que nunca.