Un santo para cada día: 20 de junio S. Silverio (Papa santo e hijo de un Papa santo)
Silverio fue un papa santo, hijo de otro papa santo, este es un hecho histórico constatable, que no debe servir de escándalo para nadie hoy día acostumbrados al celibato eclesial, en cambio bien pudiera proyectar alguna luz sobre este tema actualmente tan debatido
La historia verdaderamente apasionante del año y medio que Silverio estuvo de papa, da para hacer profundas reflexiones sobre una institución que, aún dado su origen divino, no ha estado exenta de intrigas y en ocasiones regentada por unos hombres que dejaban entrever sus ambiciones y miserias. Los tiempos que a Silverio le tocó vivir fueron tiempos de gran zozobra política, en los que el papado no se regía por los parámetros que se rige ahora, para empezar, digamos como cosa curiosa, que el papa Silverio, que había nacido en la Campania italiana, era hijo de otro papa que le había precedido, llamado Hormisdas de Frosinone, con el número 52 en la cadena sucesoria de S. Pedro. Antes de ser papa, había sido un cristiano caballero, marido y padre ejemplar, tal como Dios manda. Nada de esto, como se ve, le impidió llegar a ser el máximo dignatario eclesial, ni tampoco subir a los altares, donde hoy se le venera como S. Hormisdas, de modo que Silverio pudo contar con un poderoso intercesor, primero en la tierra y luego en el cielo, sin embargo, las cosas no iban a ser tan fáciles para él. Teodora la esposa del emperador bizantino, Justiniano I, maquinaba para que Vigilio fuera el sucesor de Bonifacio II, aunque fuera preciso recurrir a procedimientos poco lícitos. La cosa se daba como segura, de hecho, Vigilio viajaba para ser nombrado papa, pero sucedió que cuando llegó a Roma se encontró con que Teodato, rey ostrogodo de Italia, se le había adelantado y ya había colocado en la sede romana a Silverio, el 22 de abril del año 536, cuando todavía era un subdiácono, decisión que no disgustó por cierto al clero romano.
Teodora seguía maquinando y pasado un tiempo hace llegar una carta al papa, pidiéndole que reconociese a Antino como patriarca de Constantinopla y a Severo como patriarca de Antioquía, ambos de su cuerda, es decir monofisitas. Silverio, en un acto de gallardía, se negó a aceptar tal pretensión y así se lo hacía saber a través de un escrito que al firmarlo dijo: “estoy firmando mi sentencia de muerte” sabedor de que Teodora no se lo iba a perdonar y así fue.
Teodato protector de Silverio dedicado a vivir la vida, no estaba en disposición de hacer frente a Belisario, que desembarcó en Italia sin mayores resistencias, dejándola anexionada al Imperio de Bizancio. Silverio se mantuvo firme y se negó a entregar el papado a Vigilio, dejando claro que él no estaba dispuesto a dimitir; mientras tanto Teodora y su cómplice Antonina seguían maquinando. Se le acusó de traición, apresaron a sus fieles seguidores, le acosaron y vejaron para acabar sacándole de Roma y poniéndole bajo la custodia del obispo de Patara. El campo había quedado libre para que Belisario, presionado por su esposa Antonina proclamara papa a Vigilio, cumpliéndose así el sueño de Teodora. Pero la cosa no quedaría aquí.
El obispo de Patara, que había acogido a Silverio, pudo hablar con Justiniano e informarle debidamente de lo que estaba sucediendo en Roma y al emperador no le pareció procedente lo que habían hecho con el papa Silverio, por lo que ordenó que regresara a Roma y volviera a ocupar la sede, cosa que no pudo realizar porque los amigos de Vigilio, con Antonina a la cabeza, se lo impidieron. La soldadesca se hizo cargo de él y escoltado fue conducido a la isla de Palmarola en el mar Egeo. Allí solo y abandonado, acabaría sus días el papa Silverio, que moriría por inanición o según otros asesinado por algún soldado que cumplía órdenes. Mientras tanto Vigilio se había hecho cargo de la sede de Roma y cuando Teodora y Ántonina creían que le tenían ganado para su causa monofisita, Vigilio arrepentido, dio muestras de gran responsabilidad, defendiendo la ortodoxia y mostrándose en contra del monofisismo, lo que disgustó enormemente a Teodora la emperatriz bizantina, que le retiró su favor.
Reflexión desde contexto actual:
Silverio fue un papa santo, hijo de otro papa santo, este es un hecho histórico constatable, que no debe servir de escándalo para nadie hoy día acostumbrados al celibato eclesial, en cambio bien pudiera proyectar alguna luz sobre este tema actualmente tan debatido. El hecho en cuestión viene a deshacer algunos prejuicios producidos por una falta de información. Es muy difícil predecir si a los clérigos un día se les volverá a permitir optar por el matrimonio y si ello es lo más conveniente para el pueblo católico, dadas las actuales circunstancias, lo que no se puede hacer es negar la historia e ir con la verdad por delante y lo que pasó hay que aceptarlo como tal.