Un santo para cada día: 27 de septiembre San Vicente de Paul (Fundador de los PP. Paules e Hijas de la Caridad)
| Francisca Abad Martín
Es uno de los grandes bienhechores de la humanidad. Hombre de acción, amigo de los pobres y apóstol lleno de caridad hacia los que sufren. Se las ingenió para obtener ayuda de los grandes y poderosos y así poder servir a los humildes. Es una de las figuras más representativas del catolicismo francés del siglo XVII.
Nace en 1581 en la pequeña aldea de Pouy, en los Pirineos franceses, en la casa de un honrado labrador. Era el tercero de 6 hermanos. De niño tuvo que guardar el pequeño rebaño de la familia, pero viendo su padre que era inteligente y aplicado, le envía a estudiar a un convento de franciscanos en las cercanías de su pueblo. Continúa después estudiando, primero en la universidad de Tolosa y después en Zaragoza.
Es ordenado sacerdote el 20 de septiembre de 1600, siendo todavía muy joven. Hasta 1605 prosigue sus estudios, ayudándose económicamente con lo que le dan en un pequeño pensionado de estudiantes, donde ejerce como cuidador. Hace un viaje a Roma. Encuentra después una buena colocación y para remate recibe una herencia de una señora rica; de aquí parte a Marsella para embarcar después hacia Narbona, pero durante el trayecto, el navío es asaltado por tres bergantines turcos, que hacen prisioneros a los viajeros. Estos piratas les venden en Túnez como esclavos, este penoso cautiverio, al que se ve reducido Vicente, duraría casi tres años.
Durante el tiempo que pasó en Túnez, fue vendido primero a un pescador, después a un anciano alquimista que fallece, luego cae en manos de un renegado de Niza, quien deseoso de regresar a Francia, le lleva con él hasta Aviñón. Allí Vicente traba amistad con monseñor Montorio, quien le lleva con él a París en 1609 y le introduce en la Corte de Enrique IV, donde hace de capellán y limosnero de la reina Margarita de Valois, al tiempo que visita y atiende a los pobres enfermos del Hospital de la Caridad, que en los arrabales de París dirigían los Hermanos de San Juan de Dios.
Las experiencias de los años entre 1609 y 1626 van marcando el rumbo definitivo de su vocación. Por dos veces actúa como párroco en pueblos cercanos a París. En ambas parroquias dejó un recuerdo imborrable. Ejerce su ministerio con los pobres campesinos y funda las Cofradías de la Caridad. Un día descubre la ignorancia religiosa de los campesinos, sin tener a nadie que les instruyera, por lo que reclutó un grupo de sacerdotes amigos que emprendieron la labor de misionar por los pueblos, obteniendo frutos abundantísimos; de aquí le vendría la idea de poner en marcha un ejército de sacerdotes cuya función fuera la de ir evangelizando por los pueblos y lugares apartados.
Por influencia del obispo Bérulle regresa a París y con la ayuda de una marquesa funda por fin la Comunidad de Sacerdotes “Los Sacerdotes de la Misión”, destinados a recorrer los pueblos en ayuda de los párrocos. Los componentes de esta Asociación acaban trasladándose a la gran Abadía de San Lázaro, formando el Seminario Mayor de San Lázaro, con ayuda del cardenal Richelieu, en 1642.
Las Cofradías de la Caridad pasan a los suburbios de la ciudad, y Vicente se da cuenta de que sería de gran utilidad una Comunidad de mujeres bien dotadas para poder realizar su obra con más garantías. Tuvo la gran suerte de dar con una mujer especialmente cualificada y en ella iba a encontrar la ayuda y el apoyo que estaba necesitando. A partir de ahora Luisa de Marillac, va a ser ese baluarte que la congregación estaba necesitando. Esta mujer se encargará de ir por campos y ciudades como una maternal inspectora de las Caridades y de las Escuelas rurales que San Vicente va fundando. Este sería el origen de la nueva Congregación “Las Hijas de la Caridad”, que tendrán por monasterio las casas de los enfermos, por celda un cuarto de alquiler, por capilla la iglesia de la parroquia, por claustro las calles de la ciudad, o las salas de los hospitales, por clausura la obediencia, por rejas el temor de Dios y por velo la santa modestia. Y aún con todo le quedaba tiempo para luchar contra los jansenistas.
El infatigable apóstol de la caridad fallecería el 27 de septiembre de 1660 en París, siendo canonizado por Clemente XII el 16 de junio de 1737.
Reflexión desde el contexto actual:
“Obras son amores y no buenas razones”. Estamos cansados de escuchar lo bueno que es el ser solidario con los demás, lo estupendo que resultaría acabar con la marginación y la pobreza, pero desgraciadamente con estos bellos discursos no se llenan los estómagos ni la injusticia social desaparece; es preciso comprometerse a través de la acción, llevando una vida de entrega hacia los demás, como hacen las personas comprometidas, tal y como lo fue Vicente de Paul, modelo de sacerdote, entregado a los pobres y los necesitados. Con muchos como él, seguro que habría menos desigualdades sociales y tendríamos un mundo más equitativo y habitable.