"Dios hará Justicia contra los adversarios, y lo hará pronto". (Lucas 8,1-8).
Domingo Veinte y Nueve Año Ordinario C. 16.10.2016.
Muchos encuentran difícil creer en Dios. La realidad de la injusticia escandalosa,la explotación que se hace de los trabajadores, los sueldos miserables, mientras unos pocos ganan a manos llenas; la miseria e indigencia, los contrastes abismantes son una prueba, que hace que muchos no crean en un Dios bueno, justo y liberador de los marginados y de los oprimidos. ¿Cómo creer en un Dios justo y liberador ante esta injusta situación? Hay una sensación de que los pobres y oprimidos están abandonados de la mano de Dios. Se reclama de un "silencio" de Dios ante tamaño pecado de injusticia. Todo se convierte en una tentación para la fe.
Aquí está el "misterio del mal". Es la causa de todo. Sabemos que la causa del mal no está en Dios, sino en los hombres: en nosotros mismos. Somos hombres y mujeres pecadores. Somos los seres humanos que hemos enquistado la fuerza del mal en nuestra sociedad.
Sabemos que el mal ha sido superado en su raíz por la muerte y resurrección de Cristo. A causa de Cristo tenemos la seguridad y la esperanza de que en nuestra realidad histórica el bien va a superar al mal. Aclaro: la causa del mal no ha sido eliminada por Cristo, pero sí superada en su raíz. Nos corresponde a nosotros con nuestro compromiso por el Reino, encarnar esa superación de Cristo en la raíz del mal. Si somos pecadores no estamos eliminando la causa del mal en su raíz . Con nuestro bien, puesto en juego en medio de esta sociedad, y con un compromiso valiente, que incluso tiene que pasar por la cruz, tenemos la promesa segura de que en nuestra historia el bien puesto en juego, superará al mal. Tenemos la certeza que Dios no abandonará a su pueblo comprometido por la causa de la justicia y de liberación, propia del Reino instaurado por Cristo. Cristo lo instauró, lo inauguró; a nosotros nos corresponde construirlo y hacerlo presente en la realidad e historia que vivimos. Esta es nuestra verdadera esperanza: La justicia llegará con nuestro compromiso cristiano de la mano de un Dios, que no abandona a un pueblo entregado y comprometido por la causa liberadora de Jesús.
Esta certeza está retratada en Evangelio de este domingo:
"Ahora bien, ¿Dios no le hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche, mientras él demora en escucharles?
Todo lo contrario; pues les aseguro que Dios hará justicia en favor de ellos, y lo hará pronto".
Pero "esa justicia de Dios" no llega como arte de magia. No. Si el mal ha sido causado por los hombres y mujeres, el bien y la justicia también llegarán, acompañados de la mano de Dios, cuando él vea un compromiso y una actividad eficaz nuestra en la construcción de su Reino, desde ahora, en la realidad de nuestros días.
Si el mal es un misterio, también lo es el hecho de que la justicia pasa por nuestro compromiso y entrega radical a la voluntad de Dios. Así, podemos asegurar, de que la credibilidad en Dios liberador dependerá de que la liberación conseguida por Cristo en la Cruz y Resurrección, se haga una realidad por el compromiso nuestro de liberación hacia nuestros hermanos oprimidos; dependerá de nuestra entrega y lucha por un cambio radical de las estructuras injustas, hechas por una minoría empoderada, acumuladora y concentradora de poder, que tiene secuestrada a una mayoría; de que la credibilidad en Dios liberador dependerá de que la liberación conseguida por Cristo en la Cruz y Resurrección, se haga una realidad por el compromiso nuestro de liberación hacia nuestros hermanos oprimidos; dependerá de nuestra entrega y lucha por un cambio radical de las estructuras injustas, hechas por una minoría empoderada, acumuladora y concentradora de poder, que tiene secuestrada a una mayoría.
En Chile, la esperanza de los pobres y del pueblo no está en una clase política que se ha unido a los grandes empresarios, ricos y poderosos; en Chile no está en hombres y mujeres que se hacen candidatos a municipales y en otros que no hacen más que hablar de candidatos a la a la presidencia del Chile de estos tiempos próximos; ellos son solamente más de lo mismo, resultante de una negociación con la dictadura y manteniendo la institucionalidad ilegítima, impuesta a sangre y fuego por la dictadura. No presentan cambios conducentes a una verdadera justicia, institucionalidad y democracia verdadera. No se entiende como estos políticos, sabiendo de esta negociación con dictadura, no quieren darse por entendido que el pueblo, en últimas elecciones, no ha votado, como muestra de protesta, contra ellos. En el fondo, no se entiende como se siguen haciendo elecciones en un país que no es democrático y que tiene una institucionalidad ilegítima, imponiendo un sistema económico aberrante, cruel e inhumano, que hace el pecado y la injusticia social. ¿Cómo no se dan cuenta, los que están en poder sin legitimidad, de un Chile enfermo, enrabiado, agresivo y descontento, que circula y vive por nuestras calles destilando esa enfermedad?
La esperanza de la gente en un Dios justo y que no los abandona, está ligada a un compromiso de la Iglesia y de sus miembros: jerarquía, sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos. Esta Iglesia comprometida con los pobres y por la causa de la liberación y de la justicia, será un signo de que Dios no abandona a su pueblo. "Lo que hacemos o dejamos de hacer por esta causa de los oprimidos compromete no sólo la credibilidad de la Iglesia, sino también la del Dios que encarnó y predicó Jesús".
Y, ¿cuál es la palabra hoy de la Iglesia ante las elecciones municipales y más tarde presidenciales, esta última, casi con los mismos políticos que sólo administran herencia de la dictadura? ¡Los candidatos no hacen cambios radicales! Sigue penando el mediocre dicho: "Todo se hace en la medida de los posible". Yo diría: "Todo se hace en la medida de la negociación con dictadura".
¿Cómo se puede creer que haya mala memoria, cuando todos somos testigos de esa reunión a escondidas del pueblo, que se hizo en Calera de Tango? ¿Cómo no recordar, que mientras el pueblo protestaba por democracia, convocados por políticos, que añoraban el poder que militares no devolvían, el Sr. Jarpa, Ministro de dictadura, acudía al Arzobispo Fresno, para pedir su mediación, para que comenzara un diálogo negociador de políticos con dictadura y a espaldas de ese pueblo, que en protestas, sacrificaba vidas en aras de una democracia?
Chile de hoy es consecuencia de esa negociación con dictadura. Una minoría no representativa llegó a un acuerdo con dictadura. Eso es lo que somos. Somos un país con una Constitución dictatorial, Constitución, que protege sin legitimidad, a una minoría de privados, que recibieron las privatizaciones hechas por dictadura, privatizaciones de cuyos dineros nunca se supo ni se dio cuenta. Eso sigue tal cual. Ha sido asumido por políticos actuales. Sigue el inmoral sistema económico impuesto por Chicago Boys de la dictadura. Sistema que no es aceptado por Doctrina Social de la Iglesia. Y políticos actuales gobiernan porque una ley electoral binominal, injusta y excluyente, los puso en el poder. Y hemos sido testigos cómo políticos negocian con dolo y corrupción con privados para llegar al poder.
Hemos sido testigos cómo Sr. Lagos firmó una Constitución sobre el armatoste institucional de Constitución dictatorial. Sería largo seguir mostrando las causas de un pueblo agresivo, poco amistoso, que hace el diagnóstico de un Chile enfermo y disimulado con mentira del poder ilegítimo. No se entiende, sino sólo por la negociación con dictadura, que gobiernos, al asumir, juren o prometan respetar y cumplir la Constitución y las Leyes: todo ilegítimo, mentiroso y impuestos por dictadura. Resumiendo mi parecer como hombre ciudadano y sacerdote de Jesús y de Iglesia, en Chile no votaré en ninguna elección hasta que no haya un Chile legítimo y democrático. Acompaño a hombres y mujeres que, con compromiso y movilización, buscan un Chile que recupera de verdad su tranco democrático. Y también, es negación de la esencia misma de la democracia, el "capitalismo salvaje": economía neo liberal, que ha hecho el 80 % de pobreza en el mundo. Esa economía, en Chile, está protegida por Constitución dictatorial. Esto es lo que poderosos golpistas llaman "legado de dictadura". "Legado", que a todo precio, señores Novoa y Büchi, pedían, aprovechando elecciones anteriores, mantener y acrecentar.
Como sacerdote y ciudadano acompañaré, desde mi condición y estado, a todo el que lucha, por construir el Reino de Verdad y Justicia instaurado por Cristo. Animaré a laicos cristianos para que asuman su rol propio y protagónico en política contingente. Mi política es la expresión más eximia de mi amor a mis semejantes. Es la búsqueda del bien de la "polis", del bien común. No me corresponde, por mi condición y estado sacerdotal, hacer uso de él con política partidaria.
"El compromiso evangélico de la Iglesia, como ha dicho el Papa, debe ser como el de Cristo: un compromiso con los más necesitados. La Iglesia debe mirar, por consiguiente , a Cristo cuando se pregunta cuál ha de ser su acción evangelizadora. El Hijo de Dios demostró la grandeza de ese compromiso al hacerse hombre, pues se identificó con los hombres haciéndose uno de ellos, solidario con ellos y asumiendo la situación en que se encuentran, en su nacimiento, en su vida y, sobre todo, en su Pasión y muerte donde llegó a la máxima expresión de la pobreza".(Puebla 1141).
"Por esa sola razón, los pobres merecen una atención preferencial, cualquiera que sea la situación moral o personal en que se encuentren. Hechos a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen está ensombrecida y aún escarnecida. Por eso Dios toma su defensa y los ama. Es así como los pobres son los primeros destinatarios de la misión y su evangelización es por excelencia señal y prueba de la misión de Jesús". (Puebla 1142).
Los cristianos deben hacer carne y vida este compromiso de Jesús por los pobres. Me atrevería a decir que si la Iglesia no lo hace, no está siendo la Iglesia de Jesús. Debemos denunciar con valor las injusticias que se oponen a las promesas de liberación de Dios. Todo esto forma parte de la verdadera evangelización, porque da a la gente y al pueblo oprimido la experiencia que Dios no les abandona y que es su Padre amoroso, lleno de ternura.
Los cristianos también actúan, en este compromiso liberador, por la "oración": La justicia es también un don de Dios. Oración, que confía, que sólo Dios es justo. Se trata no de una oración enajenada y aséptica. No. Se trata de "una oración histórica, que se haga desde la realidad y desde los pobres".
"El ejemplo de Cristo orante: el Señor Jesús, que pasó por la tierra haciendo el bien y anunciando la Palabra, dedicó, por impulso del Espíritu, muchas horas a la oración, hablando al Padre con filial confianza e intimidad incomparable y dando ejemplo a sus discípulos, a los cuales expresamente enseñó a orar. El cristiano, movido por el Espíritu Santo, hará de la oración motivo de su vida diaria y de su trabajo; la oración crea en él la actitud de alabanza y agradecimiento al Señor, le aumenta la fe, lo conforta en la esperanza activa, lo conduce a entregarse a los hermanos y a ser fiel en la tarea apostólica, lo capacita para formar la comunidad. La Iglesia que ora en sus miembros se une a la oración de Cristo". (Puebla 932).
Todo lo dicho pone en cuestión la eficacia de nuestra fe:
"La fe sin obras es fe muerta".
La poca fe de los cristianos hace de nuestras comunidades la indiferencia a la causa de los pobres, y esto es causa y motivo de que los pobres disminuyan su fe en Dios y en la Iglesia.
Es por esto que Jesús pregunta en forma inquietante para nosotros:
"Pero cuando venga el Hijo del Hombre,¿hallará fe en la tierra?
Terminemos: "Obras son amores y no buenas razones". Y con la viuda de Evangelio de hoy, pidamos en oración a Dios:
"Hágame justicia contra mi adversario".
Que así sea.
Pbro. Eugenio Pizarro Pobleta+
Muchos encuentran difícil creer en Dios. La realidad de la injusticia escandalosa,la explotación que se hace de los trabajadores, los sueldos miserables, mientras unos pocos ganan a manos llenas; la miseria e indigencia, los contrastes abismantes son una prueba, que hace que muchos no crean en un Dios bueno, justo y liberador de los marginados y de los oprimidos. ¿Cómo creer en un Dios justo y liberador ante esta injusta situación? Hay una sensación de que los pobres y oprimidos están abandonados de la mano de Dios. Se reclama de un "silencio" de Dios ante tamaño pecado de injusticia. Todo se convierte en una tentación para la fe.
Aquí está el "misterio del mal". Es la causa de todo. Sabemos que la causa del mal no está en Dios, sino en los hombres: en nosotros mismos. Somos hombres y mujeres pecadores. Somos los seres humanos que hemos enquistado la fuerza del mal en nuestra sociedad.
Sabemos que el mal ha sido superado en su raíz por la muerte y resurrección de Cristo. A causa de Cristo tenemos la seguridad y la esperanza de que en nuestra realidad histórica el bien va a superar al mal. Aclaro: la causa del mal no ha sido eliminada por Cristo, pero sí superada en su raíz. Nos corresponde a nosotros con nuestro compromiso por el Reino, encarnar esa superación de Cristo en la raíz del mal. Si somos pecadores no estamos eliminando la causa del mal en su raíz . Con nuestro bien, puesto en juego en medio de esta sociedad, y con un compromiso valiente, que incluso tiene que pasar por la cruz, tenemos la promesa segura de que en nuestra historia el bien puesto en juego, superará al mal. Tenemos la certeza que Dios no abandonará a su pueblo comprometido por la causa de la justicia y de liberación, propia del Reino instaurado por Cristo. Cristo lo instauró, lo inauguró; a nosotros nos corresponde construirlo y hacerlo presente en la realidad e historia que vivimos. Esta es nuestra verdadera esperanza: La justicia llegará con nuestro compromiso cristiano de la mano de un Dios, que no abandona a un pueblo entregado y comprometido por la causa liberadora de Jesús.
Esta certeza está retratada en Evangelio de este domingo:
"Ahora bien, ¿Dios no le hará justicia a sus elegidos si claman a él día y noche, mientras él demora en escucharles?
Todo lo contrario; pues les aseguro que Dios hará justicia en favor de ellos, y lo hará pronto".
Pero "esa justicia de Dios" no llega como arte de magia. No. Si el mal ha sido causado por los hombres y mujeres, el bien y la justicia también llegarán, acompañados de la mano de Dios, cuando él vea un compromiso y una actividad eficaz nuestra en la construcción de su Reino, desde ahora, en la realidad de nuestros días.
Si el mal es un misterio, también lo es el hecho de que la justicia pasa por nuestro compromiso y entrega radical a la voluntad de Dios. Así, podemos asegurar, de que la credibilidad en Dios liberador dependerá de que la liberación conseguida por Cristo en la Cruz y Resurrección, se haga una realidad por el compromiso nuestro de liberación hacia nuestros hermanos oprimidos; dependerá de nuestra entrega y lucha por un cambio radical de las estructuras injustas, hechas por una minoría empoderada, acumuladora y concentradora de poder, que tiene secuestrada a una mayoría; de que la credibilidad en Dios liberador dependerá de que la liberación conseguida por Cristo en la Cruz y Resurrección, se haga una realidad por el compromiso nuestro de liberación hacia nuestros hermanos oprimidos; dependerá de nuestra entrega y lucha por un cambio radical de las estructuras injustas, hechas por una minoría empoderada, acumuladora y concentradora de poder, que tiene secuestrada a una mayoría.
En Chile, la esperanza de los pobres y del pueblo no está en una clase política que se ha unido a los grandes empresarios, ricos y poderosos; en Chile no está en hombres y mujeres que se hacen candidatos a municipales y en otros que no hacen más que hablar de candidatos a la a la presidencia del Chile de estos tiempos próximos; ellos son solamente más de lo mismo, resultante de una negociación con la dictadura y manteniendo la institucionalidad ilegítima, impuesta a sangre y fuego por la dictadura. No presentan cambios conducentes a una verdadera justicia, institucionalidad y democracia verdadera. No se entiende como estos políticos, sabiendo de esta negociación con dictadura, no quieren darse por entendido que el pueblo, en últimas elecciones, no ha votado, como muestra de protesta, contra ellos. En el fondo, no se entiende como se siguen haciendo elecciones en un país que no es democrático y que tiene una institucionalidad ilegítima, imponiendo un sistema económico aberrante, cruel e inhumano, que hace el pecado y la injusticia social. ¿Cómo no se dan cuenta, los que están en poder sin legitimidad, de un Chile enfermo, enrabiado, agresivo y descontento, que circula y vive por nuestras calles destilando esa enfermedad?
La esperanza de la gente en un Dios justo y que no los abandona, está ligada a un compromiso de la Iglesia y de sus miembros: jerarquía, sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos. Esta Iglesia comprometida con los pobres y por la causa de la liberación y de la justicia, será un signo de que Dios no abandona a su pueblo. "Lo que hacemos o dejamos de hacer por esta causa de los oprimidos compromete no sólo la credibilidad de la Iglesia, sino también la del Dios que encarnó y predicó Jesús".
Y, ¿cuál es la palabra hoy de la Iglesia ante las elecciones municipales y más tarde presidenciales, esta última, casi con los mismos políticos que sólo administran herencia de la dictadura? ¡Los candidatos no hacen cambios radicales! Sigue penando el mediocre dicho: "Todo se hace en la medida de los posible". Yo diría: "Todo se hace en la medida de la negociación con dictadura".
¿Cómo se puede creer que haya mala memoria, cuando todos somos testigos de esa reunión a escondidas del pueblo, que se hizo en Calera de Tango? ¿Cómo no recordar, que mientras el pueblo protestaba por democracia, convocados por políticos, que añoraban el poder que militares no devolvían, el Sr. Jarpa, Ministro de dictadura, acudía al Arzobispo Fresno, para pedir su mediación, para que comenzara un diálogo negociador de políticos con dictadura y a espaldas de ese pueblo, que en protestas, sacrificaba vidas en aras de una democracia?
Chile de hoy es consecuencia de esa negociación con dictadura. Una minoría no representativa llegó a un acuerdo con dictadura. Eso es lo que somos. Somos un país con una Constitución dictatorial, Constitución, que protege sin legitimidad, a una minoría de privados, que recibieron las privatizaciones hechas por dictadura, privatizaciones de cuyos dineros nunca se supo ni se dio cuenta. Eso sigue tal cual. Ha sido asumido por políticos actuales. Sigue el inmoral sistema económico impuesto por Chicago Boys de la dictadura. Sistema que no es aceptado por Doctrina Social de la Iglesia. Y políticos actuales gobiernan porque una ley electoral binominal, injusta y excluyente, los puso en el poder. Y hemos sido testigos cómo políticos negocian con dolo y corrupción con privados para llegar al poder.
Hemos sido testigos cómo Sr. Lagos firmó una Constitución sobre el armatoste institucional de Constitución dictatorial. Sería largo seguir mostrando las causas de un pueblo agresivo, poco amistoso, que hace el diagnóstico de un Chile enfermo y disimulado con mentira del poder ilegítimo. No se entiende, sino sólo por la negociación con dictadura, que gobiernos, al asumir, juren o prometan respetar y cumplir la Constitución y las Leyes: todo ilegítimo, mentiroso y impuestos por dictadura. Resumiendo mi parecer como hombre ciudadano y sacerdote de Jesús y de Iglesia, en Chile no votaré en ninguna elección hasta que no haya un Chile legítimo y democrático. Acompaño a hombres y mujeres que, con compromiso y movilización, buscan un Chile que recupera de verdad su tranco democrático. Y también, es negación de la esencia misma de la democracia, el "capitalismo salvaje": economía neo liberal, que ha hecho el 80 % de pobreza en el mundo. Esa economía, en Chile, está protegida por Constitución dictatorial. Esto es lo que poderosos golpistas llaman "legado de dictadura". "Legado", que a todo precio, señores Novoa y Büchi, pedían, aprovechando elecciones anteriores, mantener y acrecentar.
Como sacerdote y ciudadano acompañaré, desde mi condición y estado, a todo el que lucha, por construir el Reino de Verdad y Justicia instaurado por Cristo. Animaré a laicos cristianos para que asuman su rol propio y protagónico en política contingente. Mi política es la expresión más eximia de mi amor a mis semejantes. Es la búsqueda del bien de la "polis", del bien común. No me corresponde, por mi condición y estado sacerdotal, hacer uso de él con política partidaria.
"El compromiso evangélico de la Iglesia, como ha dicho el Papa, debe ser como el de Cristo: un compromiso con los más necesitados. La Iglesia debe mirar, por consiguiente , a Cristo cuando se pregunta cuál ha de ser su acción evangelizadora. El Hijo de Dios demostró la grandeza de ese compromiso al hacerse hombre, pues se identificó con los hombres haciéndose uno de ellos, solidario con ellos y asumiendo la situación en que se encuentran, en su nacimiento, en su vida y, sobre todo, en su Pasión y muerte donde llegó a la máxima expresión de la pobreza".(Puebla 1141).
"Por esa sola razón, los pobres merecen una atención preferencial, cualquiera que sea la situación moral o personal en que se encuentren. Hechos a imagen y semejanza de Dios para ser sus hijos, esta imagen está ensombrecida y aún escarnecida. Por eso Dios toma su defensa y los ama. Es así como los pobres son los primeros destinatarios de la misión y su evangelización es por excelencia señal y prueba de la misión de Jesús". (Puebla 1142).
Los cristianos deben hacer carne y vida este compromiso de Jesús por los pobres. Me atrevería a decir que si la Iglesia no lo hace, no está siendo la Iglesia de Jesús. Debemos denunciar con valor las injusticias que se oponen a las promesas de liberación de Dios. Todo esto forma parte de la verdadera evangelización, porque da a la gente y al pueblo oprimido la experiencia que Dios no les abandona y que es su Padre amoroso, lleno de ternura.
Los cristianos también actúan, en este compromiso liberador, por la "oración": La justicia es también un don de Dios. Oración, que confía, que sólo Dios es justo. Se trata no de una oración enajenada y aséptica. No. Se trata de "una oración histórica, que se haga desde la realidad y desde los pobres".
"El ejemplo de Cristo orante: el Señor Jesús, que pasó por la tierra haciendo el bien y anunciando la Palabra, dedicó, por impulso del Espíritu, muchas horas a la oración, hablando al Padre con filial confianza e intimidad incomparable y dando ejemplo a sus discípulos, a los cuales expresamente enseñó a orar. El cristiano, movido por el Espíritu Santo, hará de la oración motivo de su vida diaria y de su trabajo; la oración crea en él la actitud de alabanza y agradecimiento al Señor, le aumenta la fe, lo conforta en la esperanza activa, lo conduce a entregarse a los hermanos y a ser fiel en la tarea apostólica, lo capacita para formar la comunidad. La Iglesia que ora en sus miembros se une a la oración de Cristo". (Puebla 932).
Todo lo dicho pone en cuestión la eficacia de nuestra fe:
"La fe sin obras es fe muerta".
La poca fe de los cristianos hace de nuestras comunidades la indiferencia a la causa de los pobres, y esto es causa y motivo de que los pobres disminuyan su fe en Dios y en la Iglesia.
Es por esto que Jesús pregunta en forma inquietante para nosotros:
"Pero cuando venga el Hijo del Hombre,¿hallará fe en la tierra?
Terminemos: "Obras son amores y no buenas razones". Y con la viuda de Evangelio de hoy, pidamos en oración a Dios:
"Hágame justicia contra mi adversario".
Que así sea.
Pbro. Eugenio Pizarro Pobleta+