EL REINO ETERNO DE CRISTO.
CELEBRACIÓN DE TODOS LOS SANTOS Y DE TODOS LOS FIELES DIFUNTOS.- 1 y 2 de noviembre 2016.
(Me referiré a estas dos celebraciones del misterio de nuestra fe, tomando unas de tantas consideraciones, que al respecto, he hecho en otras oportunidades, ya sea aquí, en otros Medios y Homilías.).
1. La hora de la despedida.
Todos nos habremos fijado que una despedida suele ser triste.
Yo nací en el puerto de San Antonio. Y viví las partidas de los barcos. Eran un tanto triste. Antes de la partida y separación de un ser querido, que viajaba, había lágrimas entre la gente que se despedía; al partir, había manos que se levantaban agitando pañuelos entre los que se separaban. Lo mismo sucede en las partidas de los aviones en los aeropuertos.
Las partidas y las separaciones entre seres queridos son tristes; son como las golondrinas cuando emigran. Toda despedida es triste.
Recuerdo el canto de despedida: "Llegó la hora de decir adiós", que cantado en el término de una actividad humana y en las despedidas o separaciones humanas, refleja muy bien, cierta tristeza, al término y separación de la gente.
Este problema que estoy planteando siempre sucede entre los seres humanos.Lo que pasa es que entre la gente se tiene y se comparte algo que se crea cierta y estrecha relación humana; relación de amor, que se puede llamar hogar; que se puede llamar amistad; también, se puede llamar fraternidad. Esta relación que se crea, siempre va acompañada de cierta inquietud que nos dice: un día terminará.
En ese hogar en que se aman tanto la esposa como el esposo y los niños, un día terminará. También sucede entre los trabajadores que trabajan en equipo, trabajan bien, pero un día terminará.
El ser humano vive aquí en este mundo con la inquietud en que habrá un término, que habrá un fin, que habrá muerte y difunto. Y es esto lo que del algún modo u otro, sucede con nuestros fieles difuntos.
2. Peregrinando por este mundo hacia el cielo.
Los cristianos somos gente que tenemos los pies bien puestos en la tierra, y en esta realidad concreta en que vivimos "nuestros gozos y esperanzas, también nuestras lágrimas y angustias", tenemos una gran esperanza, porque sabemos que el camino nuestro en la vida no terminará. Nuestra vida no va a morir como los ríos en el mar, sino que va a prolongarse hacia la eternidad. Nosotros tenemos sentido de eternidad y sabemos que vamos a continuar y que nos vamos a proyectar. Nosotros creemos en la eternidad y vivimos en función de eternidad sin huir de esta realidad concreta de la vida temporal. Y esto vale para los Difuntos y Santos de Dios.
Nos sucede como en los aeródromos. Lo pongo como ejemplo, recordándoles que todo ejemplo cojea por algún lado. Los aeródromos son un camino corto relativamente. El avión que anda por ese camino, no llega solamente hasta el fin del camino. No. Se eleva y se proyecta hacia lo alto, hacia el cielo. Y andar en auto por ese aeródromo es tonto; se anda unos kilómetros y se acaba el camino; el auto no puede seguir más, sólo llega hasta el término de la cancha o camino del aeródromo. Ese andar en auto no tiene sentido. Pero andar, por ese mismo camino, en avión no es tonto; se andan los mismos kilómetros, pero cuando se termina el camino, el avión se remonta, se eleva y se proyecta hacia lo alto.
Para el que no tiene sentido de eternidad, para el que no tiene fe cristiana, su caminar es sin sentido, es absurdo. Es caminar los kilómetros en "auto por la cancha de aterrizaje" y quedar en nada. Eso no vale la pena. Yo así, de esa manera, no podría vivir.
El cristiano, hombre de fe, camina también esos kilómetros, pero cuando los ha recorrido plenamente, tan plenamente como el que no cree, al morir y ser difunto, se eleva, se proyecta y llega hacia la eternidad, llega a la Comunión de los Santos, y a Dios, en esa Comunión con sus hermanos. Dicho de otra manera: el cristiano camina toda una vida en este mundo, al terminar el camino temporal, se proyecta, "pasa de muerte a vida": vive su pascua; es un difunto que pasa a la santidad de la Comunión de Todos los Santos, en Dios y con Dios en "el Reino Eterno de Cristo".
Nosotros, los cristianos, nos hemos planteado este problema de término y de eternidad. Pero, debemos reconocer, que no todos, aún teniendo fe, se plantean seriamente este problema: se vive superficialmente, concentrado en sus cosas, bienes, y compitiendo por tener y tener, siempre más y más. También concentrados, en la práctica, en cosas que no son de Dios; es como una persona que fue a la estación del Metro, y no va a tomarlo, ni va encontrarse con nadie. Y, ¿para qué entró a la estación? Y se contesta: "como todos entraban, yo también entré". ¡Cuidado, sea vigilante! Cualquier día, "no sabemos ni el día ni la hora", vamos a morir, y Jesús vendrá a buscarnos, pero viene para que vivamos eternamente en su Reino.
3. Habrá un reencuentro.
Yo quiero decirles, en estas celebraciones de Todos Los Santos y de Los Fieles Difuntos, que la Iglesia es el "aeródromo del mundo". Ella nos permite caminar en el mundo, vivir en el mundo, sufrir en el mundo, construir en el mundo, pero para elevarnos y proyectarnos, prologándonos hasta el Reino de la eternidad. Y siguiendo con el ejemplo: la Iglesia es el "aeródromo con el avión". La Iglesia nos pone "alas", nos da un "motor" que nos permite elevarnos. Si alguien corriera por este "aeródromo" en "auto", como les hablaba anteriormente, al llegar al final de la cancha no se podría elevar. Le faltan las "alas" y le falta el "motor de avión".
La Iglesia nos da ese "avión", nos da un regalo: un Don. No se compra este "avión"; la Iglesia lo regala. Es Jesús: Camino, Verdad y Vida. Es la Gracia, es la vida de Dios en nosotros, es la posibilidad de "elevarnos" al terminar la carrera de nuestra vida. La Iglesia: Jesús Encarnado: El Cuerpo de Cristo, nos da una calidad nueva. La Iglesia nos ha transformado en hijos de Dios, que por el Espíritu, podemos llamar a Dios: "Padre", como Cristo, el Hijo, y que nos injerta en lo sobrenatural, que se proyecta hacia la eternidad, y que nos da la seguridad de que nuestra vida se va a proyectar y prolongar eternamente en el Reino pleno.
Hermanos: vuestros hogares van a ser para siempre; ustedes, ya difuntos, se van a reunir con los suyos y con los demás, para vivir en Dios la Comunión de los Santos, para siempre. Vuestros amigos y compañeros, que comenzaron a trabajar aquí; vuestro empeño de construcción del Reino aquí, será un Reino eterno: de fraternidad y de todos, como hijos de Dios, junto a Él eternamente. El amor al hermano, cuando nos aproximamos a él aquí, en la tierra, será una felicidad con él y con todos los hermanos, para siempre, eternamente. Nos vamos a amar profunda y eternamente. Y no solamente con los que hemos tomado contacto aquí, sino con todos los seres humanos, que recibieron el Don de Cristo Jesús, y recorrieron el Camino temporal construyendo el Reino. Yo me voy a reunir con mi padre, con mi madre y mi hermana mayor, con mis sacerdotes formadores, ya fallecidos, y con todos mis seres difuntos, que partirán de muerte a vida, viviendo su pascua.
Vamos amar a todo hermano que haya obtenido la salvación. Vamos a ser hermano de los que vivieron hace muchos años; de nuestros antepasados y también de los descendientes. Vamos a ser amigos y hermanos de las nuevas generaciones que vengan; vamos a vivir en la gran fraternidad de la casa del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Es la Comunión de Todos Los Santos!
4. Construir para la eternidad, en el amor.
Uno puede comprobar, a través de la vida, una actitud de búsqueda de los hombres y mujeres. Y buscan muchas cosas. Hoy la vida es tan difícil, centrada en el dinero, por un sistema económico, que no está centrado en la persona humana. Así, el hombre y la mujer, buscan los medios económicos. Fíjense bien, he dicho los "medios" económicos, porque el dinero es sólo un "medio" y no puede ser un "fin" ni un ídolo que destruye la fraternidad.
Uno ve cómo se busca el tener una vivienda: es un derecho humano. Hay gente que busca comprar un sitio, que quiere comprar una casa; quieren un lugar donde establecer su hogar. Los hombres y las mujeres necesitan donde establecer su hogar y la vida de amor familiar. Es justo y legítimo. Pero ¿piensan los hombres y mujeres en establecer el hogar y su morada en el Reino de la eternidad?; y que si es muy importante tener ahora su sitio, su casa, la seguridad de tener donde vivir, ¿se toma conciencia, que también es muy importante pensar que hay que tener un estado y situación de morada de eternidad?
Si bien es cierto que Dios nos va a regalar, nos va a dar esa morada eterna, Dios quiere que uno colabore, que ponga su parte en la posesión de ese Reino eterno. Él nos ha dicho cuáles son los medios que debemos poner; y Él nos ha indicado cuáles son los caminos que hay que recorrer, mejor dicho cuál es el Camino para llegar a tener esa morada celestial: haber llegado al Amor, que es Cristo; que sólo aquel que tiene el Amor y vive encarnándolo entre sus hermanos, ése puede llegar a vivir en la plenitud del Amor. Es necesario, para vivir para siempre en el Reino eterno, estar ahora, desde ya, amando a Dios y amando a los hermanos. Es necesario que yo tenga a Cristo en mí: tener al Amor, para irradiarlo en un compromiso concreto con los hombres y mujeres: los hermanos de nuestros tiempos, preferencialmente con mis hermanos más pobres. El amor es el deseo de bien, es el deseo de justicia y de servir, el deseo de hacer feliz a otros; el amor es una cualidad en el corazón nuestro mediante la cual queremos unirnos en la felicidad, en la justicia y en la paz con nuestros hermanos. Repito: esto se da teniendo a Cristo, el Amor, en nuestro corazón.
5. Esto no es ni fuga ni opio: el Cielo comienza aquí.
¿Pero cómo hacer nacer este amor en nosotros? ¿Cómo producir el amor?
Pareciera que tanto las preguntas como las respuestas van a sonar a reiteración. Si es así, no importa. Recordemos: "Te ruego delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y puestos lo ojos en su venida y su Reino, te digo: predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, rebatiendo, amenazando o aconsejando, siempre con paciencia y preocupado de enseñar". (2 Timoteo 4, 1-2).
Se trata de un amor que no es sensibilidad, que no es egoísmo, que es paz y entrega de nosotros mismos. Tendremos este amor en nosotros en la medida que Cristo Jesús, Dios, esté en nosotros. Hemos dicho que Dios es Amor, que Dios es el Amor. En la medida que Dios esté en nosotros, entonces estará el amor.
¿Y cómo hacer venir a Dios a nosotros? Lo hemos dicho y lo volvemos a repetir; en la medida que la Iglesia nos entregue a Dios. La Iglesia nos entrega a Dios. Sí, la Gracia - les digo a los olvidadizos cristianos - la Gracia que entregan los Sacramentos, que dan los Sacramentos.
Cuando ustedes eran pequeños los llevaron un día a la Iglesia. A lo mejor, sin saber sus padres y sus padrinos, para qué. Y era para llenarlos del Amor, de la Gracia de Dios; para transformarlos en hijos de Dios. Ese día les entregaron a ustedes el Amor. Y nosotros siempre estamos matando el amor, estamos sofocando el amor, estamos ahogando el amor con otra expresión, que creemos de amor, con el egoísmo, pero que no es amor. No hay que recurrir a la disculpa y excusa: "ama a tu prójimo como a ti mismo", porque la experiencia nos está diciendo que mientras más uno se ama a sí mismo, más egoísta y centrado en sí, se pone a vivir.
Es necesario hacer renacer el amor en el corazón de los seres humanos: vivir el "ámense unos a otros como yo los amé".(Jesús). Y cuando uno se da cuenta que ha cambiado el amor, la entrega generosa, por el egoísmo, es bueno revivir, el sacramento del perdón, muy dejado de lado por muchos. La Iglesia le devuelve el amor en el perdón de nuestros pecados, en el perdón del pecado, del gran pecado: el no amor, el egoísmo.
Todos los mandamientos se reducen a uno: "Amarás al Señor Tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, con todo tu ser" y ahora, con Cristo, agreguemos: "ámense unos a otros como yo los amé". Y aquí se resume toda la ley, todos los profetas. Y se dice que el que ama no peca, no puede pecar. Imposible, porque el amor desea el bien, y el que desea el bien no puede matar, no puedo robar, no puede fornicar, no puede injuriar, no puede mentir; la virtud es eso: es el amor, nada más que eso, el amor. Y la Iglesia nos devuelve el amor en el perdón de nuestros pecados, en la penitencia o reconciliación. ¿Desde cuándo que no te acercas al sacramento del perdón?.
Y la Iglesia nos da a Dios en la Eucaristía. Jesucristo, la Comunión eucarística: Jesús Pan de Vida, y de vida eterna, es eso. Es comer el Cuerpo de Cristo, es transformarnos en Jesús; es hacernos llenos de la plenitud del amor por el Don de Dios, por la Gracia de Dios, y unirnos a todos nosotros en el amor, realmente, honda y profundamente.
Es la Iglesia que nos coloca en el "aeródromo"; es la Iglesia que nos hace correr en "avión". Por este camino nos hacemos también Iglesia, porque no sólo recibimos de ella, sino que nosotros, por ella, nos hacemos parte y miembros activos y responsables de la Iglesia. Y como Iglesia, construyendo este mundo, proyectamos nuestro mundo futuro. Construyendo el Reino de Dios desde este mundo, vamos haciendo y proyectando "el Reino eterno de Cristo".
Más de alguno ha dicho que esta visión de Cielo y de Reino Eterno, es una fuga de la vida, que es el opio del pueblo. Han entendido mal o los cristianos no nos comprometemos desde este mundo, construyendo el Reino.
Algunos dicen que nuestra tarea y responsabilidad es: 'Sufran, soporten, aguanten. No importa que no les paguen el justo salario si después van a tener el cielo'. ¡Visión errada y mentira! No. Es otra cosa. Y sabemos que después de la muerte vamos a tener la Vida Eterna. Sí. Sabemos que vamos haciendo nuestro futuro. Sí. Sabemos que vamos a la eternidad, pero en el amor. Amor concreto y comprometido, buscando el bien común para todos; luchando y buscando la justicia en la "polis". Esto es la expresión más eximia del amor a nuestros hermanos, especialmente a los más pobres. Y queremos aquí y ahora la justicia, la libertad y la paz, con un amor a la manera de Jesús: amando hasta el extremo. Y el Reino de Dios empieza así, y ahora, con el compromiso de amor concreto de los cristianos, hijos de la Iglesia, en el mundo y la sociedad actual; teniendo hambre y sed de justicia para la patria en que vivimos.
El vuelo del "avión no empieza en el aire, empieza en la cancha de aterrizaje". Y San Agustín dice que construyendo este mundo terrenal, terreno como expresión de justicia porque amamos, estamos construyendo la nueva eternidad. No es fuga. Y el cristianismo que crea que debe sentarse en un rincón de su casa a sufrir y a permitir que suceda todo lo que quieran, según el capricho y arbitrio de una minoría empoderada y causa del "pecado social", se quedará esperando ese día. Ese día de nueva eternidad para ese cristianismo no llegará. El Cielo empieza en el momento que empezamos a amar de verdad. Y en el momento que comenzamos a amar, buscando la justicia, la fraternidad, la libertad y la paz, comienza nuestra ascensión al Cielo. Así, y en su hora, el difunto irá a juntarse con el santo en el "Reino Eterno de Cristo".
6. Una promesa de felicidad.
Muchos chilenos, están pagando su cuota o su dividendo mensual de su casa: un largo calvario en una sociedad de injusticia social. Otros, con esfuerzo, van a ampliar su casa. Son pocas dos piezas. Quisieran tener un comedor nuevo, una pieza para los niños. Muchos padres dicen: "una pieza para las niñitas, un dormitorio para los niños". Es cierto. Están construyendo su casa. ¿Y están construyendo su casa para la eternidad?
¡Qué triste sería construir solamente la casa para un poco tiempo y quedar después a la interperie, en la ausencia eterna de Dios!
Hay que entender y abrir el corazón para vivir nuestra vida construyendo este mundo, pero en una proyección hacia "el Reino Eterno de Cristo" con una fuerza nueva que nos va a dar a nosotros este sentido de lo eterno, y recordando las palabras de Jesús, encontrar el compromiso y el programa de nuestra vida. Dice el Evangelio:
"Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces el tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tiene hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrá una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron".
Ahí está el programa de nuestra vida. Y lo recuerdo pensando en ustedes, en su muerte, y en su Reino eterno, y lo hago en la celebración de los difuntos y de todos los santos.
Los insto a vivir intensamente esta aventura de la vida, pero en este espíritu nuevo; en esta esperanza de Cielo,"Reino Eterno de Cristo", caminando plenamente por los caminos de esta tierra, seguros que cuando la meta se cierre, empezará para todos ustedes, la esperanza y la realidad eterna en la casa del Padre.
También nos encontraremos entre nosotros en "el Reino Eterno de Cristo". Así Sea.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
(Me referiré a estas dos celebraciones del misterio de nuestra fe, tomando unas de tantas consideraciones, que al respecto, he hecho en otras oportunidades, ya sea aquí, en otros Medios y Homilías.).
1. La hora de la despedida.
Todos nos habremos fijado que una despedida suele ser triste.
Yo nací en el puerto de San Antonio. Y viví las partidas de los barcos. Eran un tanto triste. Antes de la partida y separación de un ser querido, que viajaba, había lágrimas entre la gente que se despedía; al partir, había manos que se levantaban agitando pañuelos entre los que se separaban. Lo mismo sucede en las partidas de los aviones en los aeropuertos.
Las partidas y las separaciones entre seres queridos son tristes; son como las golondrinas cuando emigran. Toda despedida es triste.
Recuerdo el canto de despedida: "Llegó la hora de decir adiós", que cantado en el término de una actividad humana y en las despedidas o separaciones humanas, refleja muy bien, cierta tristeza, al término y separación de la gente.
Este problema que estoy planteando siempre sucede entre los seres humanos.Lo que pasa es que entre la gente se tiene y se comparte algo que se crea cierta y estrecha relación humana; relación de amor, que se puede llamar hogar; que se puede llamar amistad; también, se puede llamar fraternidad. Esta relación que se crea, siempre va acompañada de cierta inquietud que nos dice: un día terminará.
En ese hogar en que se aman tanto la esposa como el esposo y los niños, un día terminará. También sucede entre los trabajadores que trabajan en equipo, trabajan bien, pero un día terminará.
El ser humano vive aquí en este mundo con la inquietud en que habrá un término, que habrá un fin, que habrá muerte y difunto. Y es esto lo que del algún modo u otro, sucede con nuestros fieles difuntos.
2. Peregrinando por este mundo hacia el cielo.
Los cristianos somos gente que tenemos los pies bien puestos en la tierra, y en esta realidad concreta en que vivimos "nuestros gozos y esperanzas, también nuestras lágrimas y angustias", tenemos una gran esperanza, porque sabemos que el camino nuestro en la vida no terminará. Nuestra vida no va a morir como los ríos en el mar, sino que va a prolongarse hacia la eternidad. Nosotros tenemos sentido de eternidad y sabemos que vamos a continuar y que nos vamos a proyectar. Nosotros creemos en la eternidad y vivimos en función de eternidad sin huir de esta realidad concreta de la vida temporal. Y esto vale para los Difuntos y Santos de Dios.
Nos sucede como en los aeródromos. Lo pongo como ejemplo, recordándoles que todo ejemplo cojea por algún lado. Los aeródromos son un camino corto relativamente. El avión que anda por ese camino, no llega solamente hasta el fin del camino. No. Se eleva y se proyecta hacia lo alto, hacia el cielo. Y andar en auto por ese aeródromo es tonto; se anda unos kilómetros y se acaba el camino; el auto no puede seguir más, sólo llega hasta el término de la cancha o camino del aeródromo. Ese andar en auto no tiene sentido. Pero andar, por ese mismo camino, en avión no es tonto; se andan los mismos kilómetros, pero cuando se termina el camino, el avión se remonta, se eleva y se proyecta hacia lo alto.
Para el que no tiene sentido de eternidad, para el que no tiene fe cristiana, su caminar es sin sentido, es absurdo. Es caminar los kilómetros en "auto por la cancha de aterrizaje" y quedar en nada. Eso no vale la pena. Yo así, de esa manera, no podría vivir.
El cristiano, hombre de fe, camina también esos kilómetros, pero cuando los ha recorrido plenamente, tan plenamente como el que no cree, al morir y ser difunto, se eleva, se proyecta y llega hacia la eternidad, llega a la Comunión de los Santos, y a Dios, en esa Comunión con sus hermanos. Dicho de otra manera: el cristiano camina toda una vida en este mundo, al terminar el camino temporal, se proyecta, "pasa de muerte a vida": vive su pascua; es un difunto que pasa a la santidad de la Comunión de Todos los Santos, en Dios y con Dios en "el Reino Eterno de Cristo".
Nosotros, los cristianos, nos hemos planteado este problema de término y de eternidad. Pero, debemos reconocer, que no todos, aún teniendo fe, se plantean seriamente este problema: se vive superficialmente, concentrado en sus cosas, bienes, y compitiendo por tener y tener, siempre más y más. También concentrados, en la práctica, en cosas que no son de Dios; es como una persona que fue a la estación del Metro, y no va a tomarlo, ni va encontrarse con nadie. Y, ¿para qué entró a la estación? Y se contesta: "como todos entraban, yo también entré". ¡Cuidado, sea vigilante! Cualquier día, "no sabemos ni el día ni la hora", vamos a morir, y Jesús vendrá a buscarnos, pero viene para que vivamos eternamente en su Reino.
3. Habrá un reencuentro.
Yo quiero decirles, en estas celebraciones de Todos Los Santos y de Los Fieles Difuntos, que la Iglesia es el "aeródromo del mundo". Ella nos permite caminar en el mundo, vivir en el mundo, sufrir en el mundo, construir en el mundo, pero para elevarnos y proyectarnos, prologándonos hasta el Reino de la eternidad. Y siguiendo con el ejemplo: la Iglesia es el "aeródromo con el avión". La Iglesia nos pone "alas", nos da un "motor" que nos permite elevarnos. Si alguien corriera por este "aeródromo" en "auto", como les hablaba anteriormente, al llegar al final de la cancha no se podría elevar. Le faltan las "alas" y le falta el "motor de avión".
La Iglesia nos da ese "avión", nos da un regalo: un Don. No se compra este "avión"; la Iglesia lo regala. Es Jesús: Camino, Verdad y Vida. Es la Gracia, es la vida de Dios en nosotros, es la posibilidad de "elevarnos" al terminar la carrera de nuestra vida. La Iglesia: Jesús Encarnado: El Cuerpo de Cristo, nos da una calidad nueva. La Iglesia nos ha transformado en hijos de Dios, que por el Espíritu, podemos llamar a Dios: "Padre", como Cristo, el Hijo, y que nos injerta en lo sobrenatural, que se proyecta hacia la eternidad, y que nos da la seguridad de que nuestra vida se va a proyectar y prolongar eternamente en el Reino pleno.
Hermanos: vuestros hogares van a ser para siempre; ustedes, ya difuntos, se van a reunir con los suyos y con los demás, para vivir en Dios la Comunión de los Santos, para siempre. Vuestros amigos y compañeros, que comenzaron a trabajar aquí; vuestro empeño de construcción del Reino aquí, será un Reino eterno: de fraternidad y de todos, como hijos de Dios, junto a Él eternamente. El amor al hermano, cuando nos aproximamos a él aquí, en la tierra, será una felicidad con él y con todos los hermanos, para siempre, eternamente. Nos vamos a amar profunda y eternamente. Y no solamente con los que hemos tomado contacto aquí, sino con todos los seres humanos, que recibieron el Don de Cristo Jesús, y recorrieron el Camino temporal construyendo el Reino. Yo me voy a reunir con mi padre, con mi madre y mi hermana mayor, con mis sacerdotes formadores, ya fallecidos, y con todos mis seres difuntos, que partirán de muerte a vida, viviendo su pascua.
Vamos amar a todo hermano que haya obtenido la salvación. Vamos a ser hermano de los que vivieron hace muchos años; de nuestros antepasados y también de los descendientes. Vamos a ser amigos y hermanos de las nuevas generaciones que vengan; vamos a vivir en la gran fraternidad de la casa del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. ¡Es la Comunión de Todos Los Santos!
4. Construir para la eternidad, en el amor.
Uno puede comprobar, a través de la vida, una actitud de búsqueda de los hombres y mujeres. Y buscan muchas cosas. Hoy la vida es tan difícil, centrada en el dinero, por un sistema económico, que no está centrado en la persona humana. Así, el hombre y la mujer, buscan los medios económicos. Fíjense bien, he dicho los "medios" económicos, porque el dinero es sólo un "medio" y no puede ser un "fin" ni un ídolo que destruye la fraternidad.
Uno ve cómo se busca el tener una vivienda: es un derecho humano. Hay gente que busca comprar un sitio, que quiere comprar una casa; quieren un lugar donde establecer su hogar. Los hombres y las mujeres necesitan donde establecer su hogar y la vida de amor familiar. Es justo y legítimo. Pero ¿piensan los hombres y mujeres en establecer el hogar y su morada en el Reino de la eternidad?; y que si es muy importante tener ahora su sitio, su casa, la seguridad de tener donde vivir, ¿se toma conciencia, que también es muy importante pensar que hay que tener un estado y situación de morada de eternidad?
Si bien es cierto que Dios nos va a regalar, nos va a dar esa morada eterna, Dios quiere que uno colabore, que ponga su parte en la posesión de ese Reino eterno. Él nos ha dicho cuáles son los medios que debemos poner; y Él nos ha indicado cuáles son los caminos que hay que recorrer, mejor dicho cuál es el Camino para llegar a tener esa morada celestial: haber llegado al Amor, que es Cristo; que sólo aquel que tiene el Amor y vive encarnándolo entre sus hermanos, ése puede llegar a vivir en la plenitud del Amor. Es necesario, para vivir para siempre en el Reino eterno, estar ahora, desde ya, amando a Dios y amando a los hermanos. Es necesario que yo tenga a Cristo en mí: tener al Amor, para irradiarlo en un compromiso concreto con los hombres y mujeres: los hermanos de nuestros tiempos, preferencialmente con mis hermanos más pobres. El amor es el deseo de bien, es el deseo de justicia y de servir, el deseo de hacer feliz a otros; el amor es una cualidad en el corazón nuestro mediante la cual queremos unirnos en la felicidad, en la justicia y en la paz con nuestros hermanos. Repito: esto se da teniendo a Cristo, el Amor, en nuestro corazón.
5. Esto no es ni fuga ni opio: el Cielo comienza aquí.
¿Pero cómo hacer nacer este amor en nosotros? ¿Cómo producir el amor?
Pareciera que tanto las preguntas como las respuestas van a sonar a reiteración. Si es así, no importa. Recordemos: "Te ruego delante de Dios y de Cristo Jesús, que ha de juzgar a los vivos y a los muertos, y puestos lo ojos en su venida y su Reino, te digo: predica la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, rebatiendo, amenazando o aconsejando, siempre con paciencia y preocupado de enseñar". (2 Timoteo 4, 1-2).
Se trata de un amor que no es sensibilidad, que no es egoísmo, que es paz y entrega de nosotros mismos. Tendremos este amor en nosotros en la medida que Cristo Jesús, Dios, esté en nosotros. Hemos dicho que Dios es Amor, que Dios es el Amor. En la medida que Dios esté en nosotros, entonces estará el amor.
¿Y cómo hacer venir a Dios a nosotros? Lo hemos dicho y lo volvemos a repetir; en la medida que la Iglesia nos entregue a Dios. La Iglesia nos entrega a Dios. Sí, la Gracia - les digo a los olvidadizos cristianos - la Gracia que entregan los Sacramentos, que dan los Sacramentos.
Cuando ustedes eran pequeños los llevaron un día a la Iglesia. A lo mejor, sin saber sus padres y sus padrinos, para qué. Y era para llenarlos del Amor, de la Gracia de Dios; para transformarlos en hijos de Dios. Ese día les entregaron a ustedes el Amor. Y nosotros siempre estamos matando el amor, estamos sofocando el amor, estamos ahogando el amor con otra expresión, que creemos de amor, con el egoísmo, pero que no es amor. No hay que recurrir a la disculpa y excusa: "ama a tu prójimo como a ti mismo", porque la experiencia nos está diciendo que mientras más uno se ama a sí mismo, más egoísta y centrado en sí, se pone a vivir.
Es necesario hacer renacer el amor en el corazón de los seres humanos: vivir el "ámense unos a otros como yo los amé".(Jesús). Y cuando uno se da cuenta que ha cambiado el amor, la entrega generosa, por el egoísmo, es bueno revivir, el sacramento del perdón, muy dejado de lado por muchos. La Iglesia le devuelve el amor en el perdón de nuestros pecados, en el perdón del pecado, del gran pecado: el no amor, el egoísmo.
Todos los mandamientos se reducen a uno: "Amarás al Señor Tu Dios con todo tu corazón, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, con todo tu ser" y ahora, con Cristo, agreguemos: "ámense unos a otros como yo los amé". Y aquí se resume toda la ley, todos los profetas. Y se dice que el que ama no peca, no puede pecar. Imposible, porque el amor desea el bien, y el que desea el bien no puede matar, no puedo robar, no puede fornicar, no puede injuriar, no puede mentir; la virtud es eso: es el amor, nada más que eso, el amor. Y la Iglesia nos devuelve el amor en el perdón de nuestros pecados, en la penitencia o reconciliación. ¿Desde cuándo que no te acercas al sacramento del perdón?.
Y la Iglesia nos da a Dios en la Eucaristía. Jesucristo, la Comunión eucarística: Jesús Pan de Vida, y de vida eterna, es eso. Es comer el Cuerpo de Cristo, es transformarnos en Jesús; es hacernos llenos de la plenitud del amor por el Don de Dios, por la Gracia de Dios, y unirnos a todos nosotros en el amor, realmente, honda y profundamente.
Es la Iglesia que nos coloca en el "aeródromo"; es la Iglesia que nos hace correr en "avión". Por este camino nos hacemos también Iglesia, porque no sólo recibimos de ella, sino que nosotros, por ella, nos hacemos parte y miembros activos y responsables de la Iglesia. Y como Iglesia, construyendo este mundo, proyectamos nuestro mundo futuro. Construyendo el Reino de Dios desde este mundo, vamos haciendo y proyectando "el Reino eterno de Cristo".
Más de alguno ha dicho que esta visión de Cielo y de Reino Eterno, es una fuga de la vida, que es el opio del pueblo. Han entendido mal o los cristianos no nos comprometemos desde este mundo, construyendo el Reino.
Algunos dicen que nuestra tarea y responsabilidad es: 'Sufran, soporten, aguanten. No importa que no les paguen el justo salario si después van a tener el cielo'. ¡Visión errada y mentira! No. Es otra cosa. Y sabemos que después de la muerte vamos a tener la Vida Eterna. Sí. Sabemos que vamos haciendo nuestro futuro. Sí. Sabemos que vamos a la eternidad, pero en el amor. Amor concreto y comprometido, buscando el bien común para todos; luchando y buscando la justicia en la "polis". Esto es la expresión más eximia del amor a nuestros hermanos, especialmente a los más pobres. Y queremos aquí y ahora la justicia, la libertad y la paz, con un amor a la manera de Jesús: amando hasta el extremo. Y el Reino de Dios empieza así, y ahora, con el compromiso de amor concreto de los cristianos, hijos de la Iglesia, en el mundo y la sociedad actual; teniendo hambre y sed de justicia para la patria en que vivimos.
El vuelo del "avión no empieza en el aire, empieza en la cancha de aterrizaje". Y San Agustín dice que construyendo este mundo terrenal, terreno como expresión de justicia porque amamos, estamos construyendo la nueva eternidad. No es fuga. Y el cristianismo que crea que debe sentarse en un rincón de su casa a sufrir y a permitir que suceda todo lo que quieran, según el capricho y arbitrio de una minoría empoderada y causa del "pecado social", se quedará esperando ese día. Ese día de nueva eternidad para ese cristianismo no llegará. El Cielo empieza en el momento que empezamos a amar de verdad. Y en el momento que comenzamos a amar, buscando la justicia, la fraternidad, la libertad y la paz, comienza nuestra ascensión al Cielo. Así, y en su hora, el difunto irá a juntarse con el santo en el "Reino Eterno de Cristo".
6. Una promesa de felicidad.
Muchos chilenos, están pagando su cuota o su dividendo mensual de su casa: un largo calvario en una sociedad de injusticia social. Otros, con esfuerzo, van a ampliar su casa. Son pocas dos piezas. Quisieran tener un comedor nuevo, una pieza para los niños. Muchos padres dicen: "una pieza para las niñitas, un dormitorio para los niños". Es cierto. Están construyendo su casa. ¿Y están construyendo su casa para la eternidad?
¡Qué triste sería construir solamente la casa para un poco tiempo y quedar después a la interperie, en la ausencia eterna de Dios!
Hay que entender y abrir el corazón para vivir nuestra vida construyendo este mundo, pero en una proyección hacia "el Reino Eterno de Cristo" con una fuerza nueva que nos va a dar a nosotros este sentido de lo eterno, y recordando las palabras de Jesús, encontrar el compromiso y el programa de nuestra vida. Dice el Evangelio:
"Al ver la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a Él. Entonces el tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los que tiene hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrá una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron".
Ahí está el programa de nuestra vida. Y lo recuerdo pensando en ustedes, en su muerte, y en su Reino eterno, y lo hago en la celebración de los difuntos y de todos los santos.
Los insto a vivir intensamente esta aventura de la vida, pero en este espíritu nuevo; en esta esperanza de Cielo,"Reino Eterno de Cristo", caminando plenamente por los caminos de esta tierra, seguros que cuando la meta se cierre, empezará para todos ustedes, la esperanza y la realidad eterna en la casa del Padre.
También nos encontraremos entre nosotros en "el Reino Eterno de Cristo". Así Sea.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+