" Sólo hicimos lo que debíamos hacer". (Lucas 17, 5-10)
Domingo veinte y siete. Año ordinario C. 02.10.2016.
En el Evangelio de este domingo encontramos una pauta para hacer un examen de conciencia acerca de nuestra fe.Dejando en claro que cada uno debe hacerlo acerca de "mi fe".No acerca de la fe del vecino, de los sacerdotes, de los obispos,teólogos,los demás laicos o católicos que nos rodean y de autoridades eclesiásticas. Tengo que ver si "mi fe" ha crecido, si está influyendo en mi vida de todos los días, incluso hay que preguntarse si "mi fe" está produciendo, en mi vida concreta,una liberación.
En este Evangelio vemos cómo los apóstoles le piden a Jesús:
"Auméntanos la fe".
Seguramente los apóstoles habían captado la importancia capital de una fe fuerte en sus vidas y en su apostolado. O, tal vez, se habían revisado acerca de la madurez de su fe. Se daban cuenta que tenían fe, pero su conciencia les decía que era insuficiente.
Jesús les aclara la insuficiencia de la fe que tenían; y para nosotros, nos habla acerca de la misma insuficiente fe personal de cada uno de nosotros; el Señor hace una comparación decidora:
"Si tienen fe como un granito de mostaza, le dirán a ese árbol que está ahí: Arráncate y plántate en el mar, y el árbol obedecerá".
Saco como conclusión que tengo o tenemos muy poca fe. Quiere decir entonces, que debemos orar pidiendo al Señor que nos aumente la fe.
De la respuesta que da Jesús a la petición de fe, también podemos deducir, que la verdadera fe es una fuente de enormes energías espirituales.Cristo puede, con esa fe en cada uno, pedirnos una gran y amplia colaboración en la tarea de construcción del Reino de Dios.
¿Cómo mejorar nuestra fe?
En primer lugar orando como los apóstoles. La oración es el alma de la fe.
Escuchando o orando la Palabra de Dios; leyendo o contemplando la Biblia o respondiendo a la predicación de la Iglesia. Porque la fe viene de escuchar y aceptar la Palabra; actuando de acuerdo a la fe. Recuerdo un dicho:
"Actúa como si tuvieras mucha fe, y terminarás teniendo mucha fe".
Necesitamos una fe de aceptación, de contemplación y de compromiso. Para alcanzar la fe que Jesús nos pide en el Evangelio de hoy, debemos comenzar por aceptar lo que Jesús nos ha enseñado y que nos ha prometido. Esta exigencia que nos pide Jesús, hoy debe ser trasmitida por la Iglesia. La raíz de la fe es la aceptación total de la Palabra de Dios.
La fe exigida no es sólo ideas religiosas que hemos aceptado. Esas ideas deben apoderarse de nosotros; debemos ser impregnados por ellas, haciéndolas parte de nuestra existencia, como convicciones fundamentales y elementales, como el aire que respiramos. Esta impregnación nos hace ver todo, como algo transfigurado; nos lleva a una verdad total de las cosas vitales de nuestro ser y existencia. También la fe es contemplación. Nos hace ver o tener la visión que Jesús tiene de las cosas; nos hace aplicar la Palabra de Dios a la realidad, y a la realidad cambiante, y a cada suceso o acontecimiento y hecho de vida de nuestra historia:
En la humillación:
"El que se humilla será enaltecido, y el que se enaltece será humillado".
En la Pobreza y aflicción:
"Bienaventurados los pobres, bienaventurados los que lloran".
En la persecución, incluso en el exilio:
"Bienaventurados cuando les persigan por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos".
Ante las riquezas:
"¡Pobres de ustedes los ricos, porque ustedes tienen ya su consuelo!". "Cuán difícil es para un rico salvarse".
Ante los pobres y necesitados.
"Tuve hambre y me diste de comer... Cada vez que ustedes lo hicieron con mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron".
Ante la muerte:
"Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí aunque haya muerto vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre".
¡Esta es Palabra del Señor!.
Es la fe contemplativa de la Palabra la que nos da la real dimensión de nuestra historia y de la realidad humana. Nos impulsa a cambiar la realidad histórica, encarnando, con compromiso y trabajo apostólico, la ley del Evangelio; buscando la justicia y liberación evangélica, haciendo que penetre e impregne con su sello dicha realidad; haciendo que nuestro compromiso sea histórico y haga historia.
Esta fe contemplativa y viva en nosotros, no nos hace indiferentes ante una realidad empecatada; nos lleva al compromiso de la Evangelización y de la Liberación. Nos conduce y nos impulsa a la acción del Buen Samaritano. Por eso, diré, que contemplación de la Palabra y compromiso son uno e inherente en nuestra realidad y en nuestra condición de cristiano.
La fe que tenemos que madurar es un don de Dios. Es una virtud teologal. Es
gratuita, pero de parte de Dios. Por eso, insto a orar al Señor, pidiendo el don de la fe, como lo hicieron los apóstoles:
"Auméntanos nuestra fe".
Eso nos indica que no nos podemos vanagloriar de nuestra fe, de nuestra contemplación y del compromiso a que nos conduce la fe. Somos:
"Unos pobres servidores, que sólo hicimos lo que debíamos hacer".
Porque todo es un don de Dios. Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete.
En el Evangelio de este domingo encontramos una pauta para hacer un examen de conciencia acerca de nuestra fe.Dejando en claro que cada uno debe hacerlo acerca de "mi fe".No acerca de la fe del vecino, de los sacerdotes, de los obispos,teólogos,los demás laicos o católicos que nos rodean y de autoridades eclesiásticas. Tengo que ver si "mi fe" ha crecido, si está influyendo en mi vida de todos los días, incluso hay que preguntarse si "mi fe" está produciendo, en mi vida concreta,una liberación.
En este Evangelio vemos cómo los apóstoles le piden a Jesús:
"Auméntanos la fe".
Seguramente los apóstoles habían captado la importancia capital de una fe fuerte en sus vidas y en su apostolado. O, tal vez, se habían revisado acerca de la madurez de su fe. Se daban cuenta que tenían fe, pero su conciencia les decía que era insuficiente.
Jesús les aclara la insuficiencia de la fe que tenían; y para nosotros, nos habla acerca de la misma insuficiente fe personal de cada uno de nosotros; el Señor hace una comparación decidora:
"Si tienen fe como un granito de mostaza, le dirán a ese árbol que está ahí: Arráncate y plántate en el mar, y el árbol obedecerá".
Saco como conclusión que tengo o tenemos muy poca fe. Quiere decir entonces, que debemos orar pidiendo al Señor que nos aumente la fe.
De la respuesta que da Jesús a la petición de fe, también podemos deducir, que la verdadera fe es una fuente de enormes energías espirituales.Cristo puede, con esa fe en cada uno, pedirnos una gran y amplia colaboración en la tarea de construcción del Reino de Dios.
¿Cómo mejorar nuestra fe?
En primer lugar orando como los apóstoles. La oración es el alma de la fe.
Escuchando o orando la Palabra de Dios; leyendo o contemplando la Biblia o respondiendo a la predicación de la Iglesia. Porque la fe viene de escuchar y aceptar la Palabra; actuando de acuerdo a la fe. Recuerdo un dicho:
"Actúa como si tuvieras mucha fe, y terminarás teniendo mucha fe".
Necesitamos una fe de aceptación, de contemplación y de compromiso. Para alcanzar la fe que Jesús nos pide en el Evangelio de hoy, debemos comenzar por aceptar lo que Jesús nos ha enseñado y que nos ha prometido. Esta exigencia que nos pide Jesús, hoy debe ser trasmitida por la Iglesia. La raíz de la fe es la aceptación total de la Palabra de Dios.
La fe exigida no es sólo ideas religiosas que hemos aceptado. Esas ideas deben apoderarse de nosotros; debemos ser impregnados por ellas, haciéndolas parte de nuestra existencia, como convicciones fundamentales y elementales, como el aire que respiramos. Esta impregnación nos hace ver todo, como algo transfigurado; nos lleva a una verdad total de las cosas vitales de nuestro ser y existencia. También la fe es contemplación. Nos hace ver o tener la visión que Jesús tiene de las cosas; nos hace aplicar la Palabra de Dios a la realidad, y a la realidad cambiante, y a cada suceso o acontecimiento y hecho de vida de nuestra historia:
En la humillación:
"El que se humilla será enaltecido, y el que se enaltece será humillado".
En la Pobreza y aflicción:
"Bienaventurados los pobres, bienaventurados los que lloran".
En la persecución, incluso en el exilio:
"Bienaventurados cuando les persigan por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos".
Ante las riquezas:
"¡Pobres de ustedes los ricos, porque ustedes tienen ya su consuelo!". "Cuán difícil es para un rico salvarse".
Ante los pobres y necesitados.
"Tuve hambre y me diste de comer... Cada vez que ustedes lo hicieron con mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron".
Ante la muerte:
"Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí aunque haya muerto vivirá. Y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre".
¡Esta es Palabra del Señor!.
Es la fe contemplativa de la Palabra la que nos da la real dimensión de nuestra historia y de la realidad humana. Nos impulsa a cambiar la realidad histórica, encarnando, con compromiso y trabajo apostólico, la ley del Evangelio; buscando la justicia y liberación evangélica, haciendo que penetre e impregne con su sello dicha realidad; haciendo que nuestro compromiso sea histórico y haga historia.
Esta fe contemplativa y viva en nosotros, no nos hace indiferentes ante una realidad empecatada; nos lleva al compromiso de la Evangelización y de la Liberación. Nos conduce y nos impulsa a la acción del Buen Samaritano. Por eso, diré, que contemplación de la Palabra y compromiso son uno e inherente en nuestra realidad y en nuestra condición de cristiano.
La fe que tenemos que madurar es un don de Dios. Es una virtud teologal. Es
gratuita, pero de parte de Dios. Por eso, insto a orar al Señor, pidiendo el don de la fe, como lo hicieron los apóstoles:
"Auméntanos nuestra fe".
Eso nos indica que no nos podemos vanagloriar de nuestra fe, de nuestra contemplación y del compromiso a que nos conduce la fe. Somos:
"Unos pobres servidores, que sólo hicimos lo que debíamos hacer".
Porque todo es un don de Dios. Amén.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete.