"No tengas miedo, solamente ten Fe".

Domingo Trece Año Ordinario B. 01.07.2018.

(Marcos 5, 21-43).

"Se encontraba allí una mujer que padecía desde hacía doce años de un derrame de sangre. ... Como había oído lo que se decía de Jesús, se acercó por detrás, en medio de la gente, y le tocó el manto: La mujer pensaba:"Si logro tocar, aunque sólo sea su ropa, sanaré". Al momento cesó su hemorragia y sintió en su cuerpo que estaba sana.
... Jesús se dio cuenta del poder que había salido de él, y dándose vuelta, preguntó: ¿Quién me tocó el manto?...
Entonces la mujer, que sabía muy bien lo ocurrido, asustada y temblando, se postró ante él y le contó toda la verdad.
Jesús le dijo: "Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz y queda sana de tu enfermedad".


"Llegó entonces uno de los dirigentes de la sinagoga, que se llamaba Jairo, y, cuando vio a Jesús, se postró a sus pies. Le rogaba: "Mi hija está agonizando, ven, pon tus manos sobre ella para que sane y viva". ... Jesús estaba todavía hablando, cuando se acercaron algunos de la casa del dirigente de la sinagoga, diciendo: "Tu hija ya murió, ¿para qué molestas ahora al Maestro?" Jesús ... dijo al dirigente: "No tengas miedo, solamente ten fe". ... Jesús dijo: "¿Por qué esta bulla? La niña no ha muerto, sino que duerme". Ellos se burlaron de él. ... Jesús... llegó donde estaba la niña, ... . Tomando la mano de la niña, le dijo: "Talita kum" que quiere decir: "Niña, a ti te lo digo, levántate". Y ella se levantó al instante... Había que ver el estupor que esto produjo".


La mujer de la hemorragia, por su enfermedad, era impura según los conceptos judíos y contaminaba a cualquiera que tocara. Se le prohibía mezclarse con la gente. Pero se atrevió a pasar en medio de la gente y quiso tocar por lo menos el fleco del manto de Jesús. Su osadía, la hizo vencer el temor a las leyes de "pureza", como también el posible escándalo que su acción podría producir. Todo esto nos muestra la medida de fe esta mujer afligida. Ella no sabía muy bien quién era Jesús. Solamente tenía fe y sabía que Jesús la sanaría. Jesús tomó en cuenta esta fe de la mujer, tal vez no muy profunda todavía. Jesús respetó esa fe e invitó a la mujer a que lo reconociera.
Hoy, hay gente que se acerca a los sacramentos, sin buscar a Cristo. Cristo, él, al contrario, quiere que, al recibir los sacramentos, nos acerquemos y nos entreguemos a él.

Veamos un poco lo que se refiere a la fe y los milagros: a la sanación y salvación.
¿Cuál es la razón del milagro? ¿Lo produce la fe del que viene a pedir, o bien será Cristo el que obra el milagro?
Si el milagro se debe sólo a la fe de las personas, ¿dónde está la diferencia entre el que pide con fe a Dios y el que acude a cualquier curandero? Bastaría en este caso con que uno se sugestione a sí mismo, y no importaría mayormente la persona en quien confía.
Las sanaciones que narra el Evangelio y que las produce Cristo, no se parecen a las que hace el curandero.
Es cierto que los que acudían a Jesús todavía estaban lejos de reconocerlo como el Hijo de Dios, pero tenían la convicción íntima de que Dios les reservaba algo bueno por intermedio de Jesús, y esta fe los disponía para recibir la gracia de Dios en su cuerpo y en su alma.
Este pasaje evangélico de la mujer hace resaltar a la vez el poder de Cristo: "Jesús se dio cuenta del poder que había salido de él y el papel relevante de la fe: "Hija tu fe te ha salvado". Hay que fijarse bien, Jesús dice: "Tu fe te ha salvado". Y no: "Tu fe te ha sanado". Pues la mujer lo había arriesgado todo, y, al final, había visto con qué amor Dios la quería.


Veamos ahora a la hija muerta del dirigente Jairo.
En este episodio evangélico, Jesús se enfrenta con la muerte de una niña de unos doce años, que más bien está llamada a vivir. Su padre era jefe de la sinagoga, o sea responsable de la comunidad local de religión judía.

"Jesús estaba todavía hablando, cuando se acercaron algunos de la casa del dirigente de la sinagoga, diciendo: "Tu hija ya murió, ¿para qué molestas ahora al Maestro?

Nosotros también pedimos la salud a Dios, pero no nos atrevemos a pedir que resucite a nuestros muertos. Porque consideramos la muerte como la cosa más fuerte e insuperable de nuestra condición humana. Pero Jesús quiere enseñarnos que para Dios lo más fuerte no es la muerte, sino la vida.
Cuando Jesús llegó a la casa encontró una gran bulla: "unos gritaban, otros lloraban".
Era costumbre en aquel tiempo llamar a lloronas profesionales y a músicos. Hoy también multiplicamos en los funerales discursos y signos de dolor, porque queremos disimular, a fuerza de palabras y de ceremonias, el desconcierto que la muerte produce en nosotros. Jesús no se deja impresionar por nuestro disfraz, gritos y llantos ante nuestros muertos:

"La niña no ha muerto, sino que duerme".

Y al padre de la niña, dirigente de la sinagoga:

"No tengas miedo, solamente ten fe".

La niña duerme esperando que Cristo la levante, lo mismo que "duermen" en algún sentido los creyentes en espera de la resurrección. Los verdaderos muertos son aquellos que han ahogado y hecho estéril todo lo bueno que en ellos Dios había sembrado, y que se han encerrado en su egoísmo y en su orgullo, se han negado a ser hijos de Dios y, por eso, están para siempre muertos.

"Tomando la mano de la niña, le dijo:... "Niña, a ti te lo digo, levántate".

Porque Jesús te llama para que vivas. Lo bueno para nosotros no es prolongar una vida desgastada por nuestros pecados y nuestras decepciones, sino descubrir el secreto de una vida nueva gracias a la fe y el perdón de Dios.

Como podemos ver el Evangelio de hoy tiene dos partes, a pesar de que ambas partes se refieren al mismo tema. Se trata de Jesús comunicando vida a dos personas. Es un signo de su preocupación porque las personas pudiesen tener vida en todas sus formas; es signo también de la vida de gracia y eternidad, que nos vino a traer a través de su amor, el más grande, de su propia muerte y resurrección. En la primera parte, el milagro es sanar a una mujer enferma. El sanar a alguien es darle parte de su vida perdida. Por eso el servicio a los enfermos es siempre acto de compasión y expresión de amor y de imitación de Cristo. De hechos los servicios y compromisos de amor, son diversas formas de traerle vida a la gente, ya sea física y social, culturalmente en su calidad de vida, y vida integral.
En la segunda parte de Evangelio de hoy, Jesús es sorprendente. Se trata de la resurrección de una niña muerta. En este caso Jesús entrega vida temporal en plenitud. La semejanza con la resurrección del alma, a una nueva vida de gracia, a través de la conversión, es muy fuerte. De hecho, cada conversión del pecado, cada aceptación de la gracia de Dios es una resurrección. Es, sin ninguna duda, un milagro espiritual.



DIOS ES UN DON DE VIDA Y NO DE MUERTE. AMÉN.



Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
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