Nuestra cruz es signo de fidelidad a Cristo y a la misión encomendada por Él.
Domingo Doce de Año Ordinario C. 20.06.2016.
(Lucas 9,18-24).
"Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga. En efecto, el que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que pierde su vida por causa mía, la asegurará"
El Evangelio de esta domínica nos anuncia el verdadero 'sentido de la cruz'.
No es fácil comprender la cruz con meros criterios humanos, sobre todo cuando la experimentamos en nuestra vida personal.
Jesús nos indica con claridad y radicalismo que no sólo Él va a padecerla, sino también un verdadero discípulo en su seguimiento de Él y en el cumplimiento, sin acomodos, de la misión que Él nos entrega.
Y, ¿de qué se trata?
Jesús, no fue un masoquista ni un pesimista en su vida; no buscó sufrir por sufrir; no buscó la cruz por buscarla. No. La cruz la sufrió como una consecuencia de su fidelidad en el cumplimiento de la voluntad de su Padre.
...:"así también es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado en alto, para que todo aquel que crea en Él tenga la Vida Eterna. Tanto amó Dios al Mundo que le dio a su Hijo Único, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga Vida Eterna...no mandó a su Hijo a este mundo para condenar al mundo sino para salvarlo". (Juan 3, 14-17).
En la medida de que Jesús fue fiel en el cumplimiento de la voluntad de su Padre y Padre nuestro,su Dios y Dios nuestro;en la medida de que llevaba adelante el anuncio de la Buena Noticia de la liberación de los pecados; en la medida de que propiciaba la voluntad de un nuevo orden cristiano y social, su vida de entrega y de compromiso iba contrastando con los intereses de los poderosos y tradicionalistas religiosos que sometían al pueblo;su vida profética iba incomodando la vida de los que tenían el poder de la riqueza y del saber y de una religión que sustentaba al poder. Entonces,la cruz fue el sacramento y el precio de su fidelidad a la voluntad del Padre y del cumplimiento de su misión:
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"."Todo está cumplido". "Inclinó la cabeza y entregó su espíritu".
Y para nosotros, los discípulos de Jesús (Iglesia),la cruz no es algo que buscar por buscar. No inventamos la cruz. La cruz es el precio de nuestro compromiso de amor con la persona de Jesús, prolongándolo en el mundo, y haciendo, con nuestro Evangelio encarnado,presente a Jesús Liberador, en la vida personal, religiosa y social de los hombres y mujeres del mundo de hoy.
El seguimiento de Jesús significa no guardar mi vida, sino darla y entregarla a la manera de Jesús. Significa, que por el radicalismo de nuestro amor a Jesús y su misión, estamos dispuestos a aceptar perder nuestra vida por su causa.
La cruz es el precio de nuestro compromiso cristiano. Nosotros, Iglesia de Jesús, debemos participar del anuncio evangélico, hoy día, en nuestra historia. La cruz es resultado del compromiso con el Evangelio, con sus consecuencias de incomprensiones, calumnias, insultos, persecuciones y sufrimientos.
Lo lamentable, hoy día, es que las incomprensiones, calumnias, mentiras, insultos, persecuciones y sufrimientos,contra los que quieren ser fieles a Jesús y su misión, y a una Iglesia (que ha disminuido en credibilidad ante su pueblo), provienen no sólo desde el mundo secular, sino desde el mismo interior de "cierta Iglesia". Es que existe gente en la Iglesia que desde hace tiempo entró en un proceso de involución y restauración. No hace caso al Vaticano II. Lo ignora en su práctica pastoral. Son conservadores, retardatarios y cómodos tradicionalistas, y son éstos pudientes y pobres,quienes denigran y son un permanente obstáculo a la acción pastoral de aquellos que quieren ser fieles a la misión. Los profetas de hoy, siendo pocos, son molestados, atacados y obstaculizados en su acción pastoral, siendo dañados en sus personas, por sacerdotes, religiosas,algún vicario episcopal, laicos: "sacristanes" de sacerdotes, sin ninguna personalidad cristiana, sin ningún rol decisivo y sin sentido de Iglesia y pertenencia a ella.
Soy testigo de cómo hay sacerdotes que no hacen caso ni siquiera a su Obispo, quien, con un amor comprometido con Jesús y su Iglesia, ha propiciado 'la renovación de las parroquias' y que ha dado todo su apoyo a sacerdotes que viven 'la opción preferencial por los pobres' y 'por los jóvenes'. haciendo presencia de Iglesia en esos mundos y que dan prioridad pastoral a 'comunidades cristianas misioneras' insertas en su barrio y en la sociedad actual; que respetan y levantan 'el rol decisivo de los laicos en Iglesia'; que buscan 'una Iglesia de comunión y participación'; una Iglesia que bajo la acción del Espíritu, discierna 'los signos de los tiempos' y encarne a Jesús en mundo de hoy, etc.
Sería largo enumerar las faltas de esta gente de Iglesia, y sus faltas de caridad, y sus luchas de poder y de divisiones en contra de una Iglesia que quiere vivir el Vaticano II y las líneas pastorales señaladas por distintas Conferencias Episcopales de América Latina.
Por esta razón y, porque Cristo, en su misión, se vio contrariado por una religión tradicionalista, legalista (no del amor),y sostenedora del poder, es que en este escrito, lo referente a "religioso" está con letra negra, para remarcarlo y denunciarlo.
Espero que esta gente le haga caso al esperanzador Francisco I. Tengo fe y esperanza en el Papa, pero debemos ser Iglesia con él; debemos acompañarlo. Somos Iglesia con él, cumpliendo con Jesús y su misión, en el mundo de hoy. Y más que todo, espero que se conviertan, haciéndole caso al Espíritu Santo que anima y ha animado a la Iglesia a vivir la llamada "primavera". ¡Cuidado con acercarse al pecado contra el Espíritu!
Hoy, hay que denunciar con claridad: las cruces que cargan sobre los hombros de los cristianos consecuentes, también provienen de una religión retardataria, conservadora y clerical autoritaria. Pero no olvidemos:
"Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan,los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así trataron a los profetas que hubo antes que ustedes".(Mateo 5.).
El anuncio del Evangelio, de Jesús mismo, hoy día, a través de nosotros, seguirá siendo 'un signo de contradicción'; su Palabra levantará oposición, porque choca con los intereses de una minoría empoderada que secuestra a una mayoría, en la sociedad y en alguna Iglesia, con un modelo no acorde con 'los signos de los tiempos'; Palabra que ciertamente chocará con un mundo injusto y empecatado; chocará con el mundo del "pecado social".
La cruz siempre va unida a nuestra fe y a nuestra vida. Está unida a nuestra personalidad cristiana, en sus raíces mismas. Es decir, la cruz es nuestra vida. Vida que nos cuesta aceptar por aquellos hechos de vida nuestra, que no podemos eludir, que no podemos evitar; aquellos sucesos vitales que ciertamente no querríamos que nos sucedieran. Pero que en Jesús, sabemos por nuestra fe en Él, que esos hechos y sucesos vitales, que no buscábamos, son una expresión de la voluntad del Padre, y que nuestra cristiana reacción no debe ser tener más o menos cruces que los demás, sino plantearnos cómo reaccionamos, cómo aceptamos y qué sentido les damos o le debemos dar a nuestras cruces y sufrimientos.
La cruz es signo y sacramento de nuestro seguimiento a Cristo, que nos conduce a una victoria, al oponernos a la idolatría del poder del egoísmo, del saber y de la riqueza; con la cruz nos vamos corrigiendo, superando y santificando cada día. Cada superación es un avance y un crecimiento personal; es una renuncia a nuestro pecado de egoísmo y a nuestra falta de amor:
"si me faltara el amor, no sería más que un bronce que resuena y campana que toca... si me faltara el amor nada soy... pero sin tener amor, de nada me sirve".(1ª Corintios 13). Se trata de un amor hasta que duela. El que de verdad ama, sufre.
Cada renuncia y nuestra oposición al egoísmo es una cruz que vence al mundo:Nos hace vencernos a nosotros mismos, al pecado personal y social.
"Además, Jesús tiene claro que no sólo se trata de liberar a los hombres del pecado y sus dolorosas consecuencias. Él sabe bien lo que hoy tanto se calla en América Latina: que se debe liberar el dolor por el dolor, esto es asumiendo la Cruz y convirtiéndola en fuente de vida pascual."
(Puebla 278).
Nuestra cruz de cada día, no tiene otro sentido que la que tuvo en Cristo. Nos hace ser solidarios, 'cumpliendo en nosotros lo que falta a la pasión de Cristo'. La cruz cristiana es liberadora. Porque se encarna en la raíz de toda servidumbre humana, personal, religiosa y social, en el pecado todo y de todos. Sólo la cruz destruye el pecado del mundo desde su raíz, llegando a sus síntomas mismos. Sólo la cruz libera integral y radicalmente.
"Así, si no llegamos a la liberación del pecado con todas sus seducciones e idolatrías; si no ayudamos a concretar la liberación que Cristo conquistó en la Cruz, mutilamos la liberación de modo irreparable, también la mutilamos si olvidamos el eje de la evangelización liberadora, que es la que transforma al hombre en sujeto de su propio desarrollo individual y comunitario. La mutilamos igualmente, si olvidamos la dependencia y las esclavitudes que hieren derechos fundamentales que no son otorgados por gobiernos o instituciones por poderosas que sean sino que tienen como autor al propio Creador y Padre".
"Cumpliendo el mandato recibido de su Padre, Jesús se entregó libremente a la muerte en la cruz, meta del camino de su existencia. El portador de la libertad y del gozo del Reino de Dios quiso ser la víctima decisiva de la injusticia y del mal de este mundo. El dolor de la creación es asumido por el Crucificado que ofrece su vida en sacrificio por todos: Sumo Sacerdote que puede compartir nuestras debilidades; Víctima Pascual que nos redime de nuestros pecados; Hijo obediente que encarna ante la justicia salvadora de su Padre el clamor de liberación y redención de todos los hombres".
(Puebla 485 y 194).
Por eso Jesús debía pasar por la cruz, que prepara la resurrección y 'la victoria que vence al mundo'.
Por eso nosotros cristianos, hombres y mujeres de Iglesia de Jesús, con Él, debemos pasar por su cruz, preparando la resurrección y liberación integral "de todo el hombre y de todos los hombres"y, ¿por qué no hasta de nuestra propia y querida Iglesia?. Que así sea.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
P.S. Por problemas de cambio a Windows 10 he escrito con atraso. Ruego me disculpen.
(Lucas 9,18-24).
"Si alguno quiere seguirme, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y que me siga. En efecto, el que quiera asegurar su vida la perderá, pero el que pierde su vida por causa mía, la asegurará"
El Evangelio de esta domínica nos anuncia el verdadero 'sentido de la cruz'.
No es fácil comprender la cruz con meros criterios humanos, sobre todo cuando la experimentamos en nuestra vida personal.
Jesús nos indica con claridad y radicalismo que no sólo Él va a padecerla, sino también un verdadero discípulo en su seguimiento de Él y en el cumplimiento, sin acomodos, de la misión que Él nos entrega.
Y, ¿de qué se trata?
Jesús, no fue un masoquista ni un pesimista en su vida; no buscó sufrir por sufrir; no buscó la cruz por buscarla. No. La cruz la sufrió como una consecuencia de su fidelidad en el cumplimiento de la voluntad de su Padre.
...:"así también es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado en alto, para que todo aquel que crea en Él tenga la Vida Eterna. Tanto amó Dios al Mundo que le dio a su Hijo Único, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga Vida Eterna...no mandó a su Hijo a este mundo para condenar al mundo sino para salvarlo". (Juan 3, 14-17).
En la medida de que Jesús fue fiel en el cumplimiento de la voluntad de su Padre y Padre nuestro,su Dios y Dios nuestro;en la medida de que llevaba adelante el anuncio de la Buena Noticia de la liberación de los pecados; en la medida de que propiciaba la voluntad de un nuevo orden cristiano y social, su vida de entrega y de compromiso iba contrastando con los intereses de los poderosos y tradicionalistas religiosos que sometían al pueblo;su vida profética iba incomodando la vida de los que tenían el poder de la riqueza y del saber y de una religión que sustentaba al poder. Entonces,la cruz fue el sacramento y el precio de su fidelidad a la voluntad del Padre y del cumplimiento de su misión:
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"."Todo está cumplido". "Inclinó la cabeza y entregó su espíritu".
Y para nosotros, los discípulos de Jesús (Iglesia),la cruz no es algo que buscar por buscar. No inventamos la cruz. La cruz es el precio de nuestro compromiso de amor con la persona de Jesús, prolongándolo en el mundo, y haciendo, con nuestro Evangelio encarnado,presente a Jesús Liberador, en la vida personal, religiosa y social de los hombres y mujeres del mundo de hoy.
El seguimiento de Jesús significa no guardar mi vida, sino darla y entregarla a la manera de Jesús. Significa, que por el radicalismo de nuestro amor a Jesús y su misión, estamos dispuestos a aceptar perder nuestra vida por su causa.
La cruz es el precio de nuestro compromiso cristiano. Nosotros, Iglesia de Jesús, debemos participar del anuncio evangélico, hoy día, en nuestra historia. La cruz es resultado del compromiso con el Evangelio, con sus consecuencias de incomprensiones, calumnias, insultos, persecuciones y sufrimientos.
Lo lamentable, hoy día, es que las incomprensiones, calumnias, mentiras, insultos, persecuciones y sufrimientos,contra los que quieren ser fieles a Jesús y su misión, y a una Iglesia (que ha disminuido en credibilidad ante su pueblo), provienen no sólo desde el mundo secular, sino desde el mismo interior de "cierta Iglesia". Es que existe gente en la Iglesia que desde hace tiempo entró en un proceso de involución y restauración. No hace caso al Vaticano II. Lo ignora en su práctica pastoral. Son conservadores, retardatarios y cómodos tradicionalistas, y son éstos pudientes y pobres,quienes denigran y son un permanente obstáculo a la acción pastoral de aquellos que quieren ser fieles a la misión. Los profetas de hoy, siendo pocos, son molestados, atacados y obstaculizados en su acción pastoral, siendo dañados en sus personas, por sacerdotes, religiosas,algún vicario episcopal, laicos: "sacristanes" de sacerdotes, sin ninguna personalidad cristiana, sin ningún rol decisivo y sin sentido de Iglesia y pertenencia a ella.
Soy testigo de cómo hay sacerdotes que no hacen caso ni siquiera a su Obispo, quien, con un amor comprometido con Jesús y su Iglesia, ha propiciado 'la renovación de las parroquias' y que ha dado todo su apoyo a sacerdotes que viven 'la opción preferencial por los pobres' y 'por los jóvenes'. haciendo presencia de Iglesia en esos mundos y que dan prioridad pastoral a 'comunidades cristianas misioneras' insertas en su barrio y en la sociedad actual; que respetan y levantan 'el rol decisivo de los laicos en Iglesia'; que buscan 'una Iglesia de comunión y participación'; una Iglesia que bajo la acción del Espíritu, discierna 'los signos de los tiempos' y encarne a Jesús en mundo de hoy, etc.
Sería largo enumerar las faltas de esta gente de Iglesia, y sus faltas de caridad, y sus luchas de poder y de divisiones en contra de una Iglesia que quiere vivir el Vaticano II y las líneas pastorales señaladas por distintas Conferencias Episcopales de América Latina.
Por esta razón y, porque Cristo, en su misión, se vio contrariado por una religión tradicionalista, legalista (no del amor),y sostenedora del poder, es que en este escrito, lo referente a "religioso" está con letra negra, para remarcarlo y denunciarlo.
Espero que esta gente le haga caso al esperanzador Francisco I. Tengo fe y esperanza en el Papa, pero debemos ser Iglesia con él; debemos acompañarlo. Somos Iglesia con él, cumpliendo con Jesús y su misión, en el mundo de hoy. Y más que todo, espero que se conviertan, haciéndole caso al Espíritu Santo que anima y ha animado a la Iglesia a vivir la llamada "primavera". ¡Cuidado con acercarse al pecado contra el Espíritu!
Hoy, hay que denunciar con claridad: las cruces que cargan sobre los hombros de los cristianos consecuentes, también provienen de una religión retardataria, conservadora y clerical autoritaria. Pero no olvidemos:
"Felices los que son perseguidos por causa del bien, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Dichosos ustedes cuando por causa mía los maldigan,los persigan y les levanten toda clase de calumnias. Alégrense y muéstrense contentos porque será grande la recompensa que recibirán en el cielo. Pues bien saben que así trataron a los profetas que hubo antes que ustedes".(Mateo 5.).
El anuncio del Evangelio, de Jesús mismo, hoy día, a través de nosotros, seguirá siendo 'un signo de contradicción'; su Palabra levantará oposición, porque choca con los intereses de una minoría empoderada que secuestra a una mayoría, en la sociedad y en alguna Iglesia, con un modelo no acorde con 'los signos de los tiempos'; Palabra que ciertamente chocará con un mundo injusto y empecatado; chocará con el mundo del "pecado social".
La cruz siempre va unida a nuestra fe y a nuestra vida. Está unida a nuestra personalidad cristiana, en sus raíces mismas. Es decir, la cruz es nuestra vida. Vida que nos cuesta aceptar por aquellos hechos de vida nuestra, que no podemos eludir, que no podemos evitar; aquellos sucesos vitales que ciertamente no querríamos que nos sucedieran. Pero que en Jesús, sabemos por nuestra fe en Él, que esos hechos y sucesos vitales, que no buscábamos, son una expresión de la voluntad del Padre, y que nuestra cristiana reacción no debe ser tener más o menos cruces que los demás, sino plantearnos cómo reaccionamos, cómo aceptamos y qué sentido les damos o le debemos dar a nuestras cruces y sufrimientos.
La cruz es signo y sacramento de nuestro seguimiento a Cristo, que nos conduce a una victoria, al oponernos a la idolatría del poder del egoísmo, del saber y de la riqueza; con la cruz nos vamos corrigiendo, superando y santificando cada día. Cada superación es un avance y un crecimiento personal; es una renuncia a nuestro pecado de egoísmo y a nuestra falta de amor:
"si me faltara el amor, no sería más que un bronce que resuena y campana que toca... si me faltara el amor nada soy... pero sin tener amor, de nada me sirve".(1ª Corintios 13). Se trata de un amor hasta que duela. El que de verdad ama, sufre.
Cada renuncia y nuestra oposición al egoísmo es una cruz que vence al mundo:Nos hace vencernos a nosotros mismos, al pecado personal y social.
"Además, Jesús tiene claro que no sólo se trata de liberar a los hombres del pecado y sus dolorosas consecuencias. Él sabe bien lo que hoy tanto se calla en América Latina: que se debe liberar el dolor por el dolor, esto es asumiendo la Cruz y convirtiéndola en fuente de vida pascual."
(Puebla 278).
Nuestra cruz de cada día, no tiene otro sentido que la que tuvo en Cristo. Nos hace ser solidarios, 'cumpliendo en nosotros lo que falta a la pasión de Cristo'. La cruz cristiana es liberadora. Porque se encarna en la raíz de toda servidumbre humana, personal, religiosa y social, en el pecado todo y de todos. Sólo la cruz destruye el pecado del mundo desde su raíz, llegando a sus síntomas mismos. Sólo la cruz libera integral y radicalmente.
"Así, si no llegamos a la liberación del pecado con todas sus seducciones e idolatrías; si no ayudamos a concretar la liberación que Cristo conquistó en la Cruz, mutilamos la liberación de modo irreparable, también la mutilamos si olvidamos el eje de la evangelización liberadora, que es la que transforma al hombre en sujeto de su propio desarrollo individual y comunitario. La mutilamos igualmente, si olvidamos la dependencia y las esclavitudes que hieren derechos fundamentales que no son otorgados por gobiernos o instituciones por poderosas que sean sino que tienen como autor al propio Creador y Padre".
"Cumpliendo el mandato recibido de su Padre, Jesús se entregó libremente a la muerte en la cruz, meta del camino de su existencia. El portador de la libertad y del gozo del Reino de Dios quiso ser la víctima decisiva de la injusticia y del mal de este mundo. El dolor de la creación es asumido por el Crucificado que ofrece su vida en sacrificio por todos: Sumo Sacerdote que puede compartir nuestras debilidades; Víctima Pascual que nos redime de nuestros pecados; Hijo obediente que encarna ante la justicia salvadora de su Padre el clamor de liberación y redención de todos los hombres".
(Puebla 485 y 194).
Por eso Jesús debía pasar por la cruz, que prepara la resurrección y 'la victoria que vence al mundo'.
Por eso nosotros cristianos, hombres y mujeres de Iglesia de Jesús, con Él, debemos pasar por su cruz, preparando la resurrección y liberación integral "de todo el hombre y de todos los hombres"y, ¿por qué no hasta de nuestra propia y querida Iglesia?. Que así sea.
Pbro. Eugenio Pizarro Poblete+
P.S. Por problemas de cambio a Windows 10 he escrito con atraso. Ruego me disculpen.