El Instituto de Obras de la Religión (IOR, más conocido como Banco Vaticano), obtuvo un resultado neto de 17,5 millones de euros en 2018, casi la mitad que en 2017 (31,9), según su informe anual, auditado por Deloitte&Touche. Unos datos que podrían parecer malos, y que se producen por "la fuerte turbulencia del mercado durante el año y la persistencia de tasas de interés aún muy bajas”.
Por el contrario, el Banco avanzó en transparencia y logró que a lo largo de 2018, solo se invirtieran en empresas que cumplieran con los principios de la Doctrina de la Iglesia. Además, el banco continuó el proceso de optimización de costes, que se redujeron a 16 millones de euros (2,7 menos que el año anterior).
Aún así, las cuentas gestionadas por el IOR obtuvieron beneficios que ascendieron a 637 millones, lo que refleja “su alta solvencia y su bajo nivel de riesgo”. En total, atendió a 14.953 clientes, con unos recursos por valor de 5.000 millones de euros, 300 menos que en 2017, de los cuales 3.200 corresponden a activos bajo gestión y en custodia (de las que se deduce el resultado neto).
Según sus responsables, los resultados “reafirman el compromiso asumido en 2014” para hacer del IOR una institución transparente, “más cercana a sus clientes y con sólidos principios éticos”.
Una de las pruebas es la selección de actividades financieras coherentes con la ética católica, “seleccionando solo las empresas que realizan actividades que cumplen con la Doctrina Social de la Iglesia Católica”.
Del mismo modo, el IOR continuó invirtiendo en el desarrollo de los países más pobres, con criterios de sostenibilidad ecológica y cesiones gratuitas a entidades de orientación social.