Médicos: "Detrás de las historias clínicas, hay personas"
"Nunca olviden que detrás de un historial médico y de los resultados de las pruebas, hay una persona humana y que a menudo una caricia vuestra, una sonrisa y una palabra de esperanza puede hacer más bien que cualquier medicina. No permitamos que la tecnología y la instrumentación sustituyan el contacto humano", dijo el cardenal durante la misa, concelebrada con monseñor Claudio Giuliodori, asistente eclesiástico de la Universidad Católica.
De la cátedra al púlpito
Y a propósito de la vocación, en la misma homilía, el religioso capuchino recordó su llamada a la predicación, que floreció precisamente en las aulas de la Universidad romana. "En 1979... sentí la llamada a dejar el escritorio por el púlpito, es decir, a dedicar mi vida por completo a la proclamación del Reino de Dios".
Al principio no sabía a dónde ir, luego llegó la llamada de Juan Pablo II, que le nombró predicador de la Casa Pontificia: "¡Fue en el Vaticano donde tuve que empezar a predicar el Reino de Dios!", recuerda el padre Cantalamessa, que, sin embargo, aconseja a los jóvenes y a los seminaristas que no sigan su ejemplo: "No dejéis los estudios si no estáis seguros de haber recibido una llamada diferente. Aprovechen al máximo las posibilidades que os ofrecen los estudios universitarios". Son "un privilegio del que se es responsable ante uno mismo y ante la sociedad".
La humildad de tres Papas
Durante 41 años, el capuchino fue -como se le conoce- "un testigo de la increíble humildad de los tres últimos Papas" que cada viernes, en Adviento y Cuaresma, dejaban todo de lado "para ir a escuchar el sermón de un simple sacerdote de la Iglesia católica". Al menos hasta el año pasado, cuando el Papa Francisco lo quiso entre los miembros mayores de 80 años del Colegio Cardenalicio.
El conocimiento no da la felicidad
En el transcurso de su reflexión, Cantalamessa se detuvo en el significado del "Sagrado Corazón" que da nombre a la Universidad, elegido entonces "por el papel que desempeñó el culto al Sagrado Corazón en el momento de su fundación". Un culto que no recuerda "un acontecimiento pasado", sino "una realidad actual", que es "el corazón vivo y palpitante del Resucitado". Es de este corazón que "nuestra civilización, dominada por la tecnología necesita, si queremos evitar que, mientras se recalienta físicamente, nuestro planeta retroceda, espiritualmente, a una edad de hielo", dijo el cardenal.