Homilía del arzobispo de la capital congoleña en la misa para la asamblea sinodal Cardenal Ambongo preside la misa del Sínodo: "El Maligno quiere vernos divididos"
El cardenal Fridolin Ambongo Besengu, arzobispo metropolitano de la capital congoleña, pronunció la homilía de la misa celebrada esta mañana en la Basílica vaticana para los participantes en la asamblea sinodal
"Podemos combatir el mal que vemos actuar con las "armas de la sinodalidad, que requieren unidad, caminar juntos y discernimiento en la oración"
| Francesca Sabatinelli
(Vatican News).- El Sínodo es un "tiempo de gracia y discernimiento", para mirar hacia atrás, a lo que ha pasado, "con sus glorias y sus fracasos" y un tiempo "para sacar lecciones para un nuevo inicio", el Sínodo es lo que la Iglesia necesitaba, dijo.
El cardenal Fridolin Ambongo Besengu, arzobispo metropolitano de Kinshasa, en la República Democrática del Congo, pronunció la homilía de la misa para los participantes en la asamblea sinodal, celebrada esta mañana, 13 de octubre, en el altar de la Cátedra de la Basílica de San Pedro, ante la octava Congregación general.
El purpurado definió el Sínodo sobre la Sinodalidad como un "nuevo Pentecostés", por el que “hay que dar gracias a Dios", que renovará la Iglesia que reúne en Roma, a los miembros procedente de todos los continentes, reunida "como una sola familia", a pesar de su diversidad cultural, llamada a llorar y a conmoverse por sus debilidades y a pedir perdón a Dios por sus culpas.
Las armas de la sinodalidad
El cardenal, con el Evangelio de hoy, habló de la lucha de Jesús contra el diablo, "siempre presente y activo en nuestro mundo", fuerte en su invisibilidad y de su capacidad de mostrarse bajo diversas formas, incluso "más seductoras y alentadoras", y dispuesto a sembrar la discordia. Por eso, dijo Ambongo, mirando con valentía la realidad, como Iglesia, "no será difícil ver hasta qué punto el maligno actúa" para dividir.
Su llamamiento fue a la necesidad de tener valentía para combatirlo, mediante "las armas de la sinodalidad, que requieren unidad, caminar juntos, discernir en la oración, escucharse unos a otros y escuchar lo que el Espíritu tiene que decir a la Iglesia".
El Espíritu Santo, concluyó el cardenal Ambongo, es un arma poderosa a disposición de la Iglesia y el protagonista de ser una Iglesia sinodal, para que se pueda pasar "del sueño a la realidad, de las palabras a la vida concreta", donde se pueda "caminar juntos en la comunión, en la participación y en la misión".
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