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Vatican News).- El sol debe salir de nuevo en Ucrania. Este es el deseo del
cardenal Konrad Krajewski, Limosnero Papal, contactado por teléfono mientras abandona Ucrania en coche.
Habla de una misión como signo del Evangelio, de un viaje hecho a base de compartir y de esperanza, a pesar de las sirenas de alarma que suenan o de los rostros de tantas mujeres que huyen con niños en brazos.
- Su Eminencia, está a punto de concluir su viaje. ¿Qué valoración puede hacer de esta misión?
-Fui a Ucrania para apoyar a nuestros hermanos, para llevar la bendición del Santo Padre, para estar cerca de ellos, para rezar con ellos. Fui a Ucrania también para dar las gracias a las personas de buena voluntad que ofrecen sus casas a los refugiados, a los numerosos voluntarios de Ucrania y también a los numerosos donantes, porque, realmente, grandes camiones van continuamente a Kiev con ayuda, se paran más o menos a cien kilómetros. Fue un viaje de fe, un viaje del Evangelio, un viaje de una misión totalmente religiosa.
-También ha dicho que era un viaje de cercanía concreta; recordamos que el Papa donó una contribución para los camiones que llevaban ayuda a Kiev...
-Sí, hubo muchas contribuciones, allá donde íbamos había gente que, aunque fuera en pequeña medida, ayudaba. Por supuesto, el viaje fue un apoyo muy concreto, pero sobre todo era importante estar con ellos, con la gente. Los alcaldes y prefectos de la zona vinieron con nosotros, a pesar del sonido de las alarmas [sirenas] que nos advertían que nos pusiéramos a cubierto. Rezamos, hablamos del futuro próximo. Hay una gran esperanza en el futuro, pero hay que poner fin a las armas y el sol debe salir por fin sobre Ucrania.
- ¿Hay alguna imagen en particular que le haya tocado en este viaje, una persona, un encuentro...?
-Las imágenes... Siempre son las mujeres; incluso hoy he visto a muchas mujeres con niños yendo hacia la frontera. Se ve que la gente está muy cansada, la gente está muy cansada de tantos días de viaje. Pero por otro lado, se puede ver la increíble acogida y la ayuda. Así que debo decir que, además del sufrimiento, hay una gran esperanza y amor.
-¿Una palabra que ha caracterizado este viaje? Usted ha hablado de las "armas de la fe"; ha dicho varias veces que es necesario silenciar las verdaderas armas para hacer resonar las de la paz, las de la oración, las de la unidad. ¿Este ha sido un poco el espíritu?
-¡Claro que sí! Traje muchos rosarios que pude entregar a los soldados, a la gente que salía del país, que iba hacia la frontera polaca. También rezamos mucho. En todas partes nos poníamos a rezar. Y siempre veía lágrimas cuando decía: "Tomen, estos rosarios son del Santo Padre que está cerca y reza por ustedes".
- ¿Qué será lo primero que le dirá al Papa Francisco?
-Todavía no lo sé. Debo decir que cada día ha sido muy diferente. Hoy nos hemos despertado con sirenas que nos avisaban de que debíamos huir inmediatamente. Así que, por un lado, tal vez prevalezca la alegría de estos encuentros; por otro, la tristeza de las personas que viven en constante temor. Me voy de este país con un gran enriquecimiento personal, porque he conocido a personas con gran fe, pertenecientes a todas las confesiones. Esto también es una esperanza; una esperanza de unidad.
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