El Papa invita en el Regina Coeli a no excluir a "nadie de la misericordia de Dios" Francisco defiende a Juan Pablo II de las acusaciones de Pietro Orlandi: "Son suposiciones sin fundamento"
En la conmemoración del Domingo de la Divina Misericordia, tan querido por su predecesor, del papa Francisco ha reivindicado la figura del Papa Wojtyla, a quien ha defendido de las acusaciones que se han vertido estos días en el marco de la reapertura del Caso Orlandi tras unas decoraciones a un medio de comunicación del hermano de la joven desaparecida en 1983
Glosando la figura del apóstol Tomás, "el incrédulo", Francisco subraya que Jesús volverá y le mostrará las llagas al incrédulo, "como diciéndole: si quieres encontrarme no busques lejos, quédate en la comunidad, con los otros; no te vayas, reza con ellos, parte con ellos el pan. Es ahí que puedes encontrarme"
"Preguntémonos si, en nombre de este amor, en nombre de las llagas de Jesús, estamos dispuestos a abrir los brazos a quien está herido por la vida, sin excluir a nadie de la misericordia de Dios, sino acogiendo a todos; cada uno como un hermano, como una hermana
"Preguntémonos si, en nombre de este amor, en nombre de las llagas de Jesús, estamos dispuestos a abrir los brazos a quien está herido por la vida, sin excluir a nadie de la misericordia de Dios, sino acogiendo a todos; cada uno como un hermano, como una hermana
En la conmemoración del Domingo de la Divina Misericordia, tan querido por su predecesor, del papa Francisco ha reivindicado la figura del Papa Wojtyla, a quien ha defendido de las acusaciones que se han vertido estos días en el marco de la reapertura del Caso Orlandi tras unas declaraciones a un medio de comunicación del hermano de la joven desaparecida en 1983.
"Un pensamiento a la memoria de san Juan Pablo II -señaló Francisco-, en estos días objeto de suposiciones sin fundamento", enfatizó desde el balcón del Palacio Apostólico tras el rezo del Regina Coeli en este 16 de abril.
El "apóstol incrédulo"
En su catequesis, el Papa glosó el pasaje y caso de Tomás, el “apóstol incrédulo”, porque "no siempre es fácil creer", que se marchó, se perdió la aparición de Jesús a los que se habían quedado encerrados y temerosos en la casa, y luego no les creyó cuando aquellos le anunciaron la aparición de Jesús mientras él no estaba.
Finalmente, ocho días después, Jesús volverá y le mostrará las llagas al incrédulo, "como diciéndole: si quieres encontrarme no busques lejos, quédate en la comunidad, con los otros; no te vayas, reza con ellos, parte con ellos el pan. Es ahí que puedes encontrarme", subraya Francisco, subrayando la importancia del grupo, de la comunidad.
Llevando la reflexión a la actualidad, en ese esquema tan del gusto de Jorge Mario Bergoglio, el Papa preguntó: "Nosotros, ¿dónde buscamos al Resucitado? ¿En algún evento especial, en alguna manifestación religiosa espectacular o sorprendente, únicamente en nuestras emociones o sensaciones? ¿O en la comunidad, en la Iglesia, aceptando el desafío de quedarnos, aunque no sea perfecta?".
A pesar de "sus límites y sus caídas"
En este sentir, Francisco reivindicó que, "no obstante todos sus límites y sus caídas, que son nuestros límites y nuestras caídas, nuestra Madre Iglesia es el Cuerpo de Cristo", en donde se encuentran impresas todavía "las señales más grandes de su amor".
Y precisamente en nombre de ese amor, el Papa volvió a lanzar otro interrogante, dejando que sea cada uno el que lo responda: "Preguntémonos si, en nombre de este amor, en nombre de las llagas de Jesús, estamos dispuestos a abrir los brazos a quien está herido por la vida, sin excluir a nadie de la misericordia de Dios, sino acogiendo a todos; cada uno como un hermano, como una hermana.
Las palabras del Papa en la oración del Regina Caeli
"Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy, domingo de la Divina Misericordia, el Evangelio nos narra dos apariciones de Jesús resucitado a los discípulos y en particular a Tomás, el “apóstol incrédulo” (cfr Jn 20,24-29). Tomás, en realidad, no es el único al que le cuesta creer, es más, nos representa un poco a todos nosotros. De hecho, no siempre es fácil creer, especialmente cuando, como en su caso, se ha sufrido una gran decepción. Ha seguido a Jesús durante años, corriendo riesgos y soportando penalidades, pero el Maestro fue crucificado como un delincuente y nadie lo ha liberado, ¡nadie ha hecho nada! Ha muerto y todos tienen miedo. ¿Cómo fiarse todavía?
Pero Tomás demuestra que tiene valentía: mientras los otros están encerrados en el cenáculo, él sale, con el riesgo de que alguien pueda reconocerlo, denunciarlo y arrestarlo. Podríamos incluso pensar que, con su valentía, merecería más que los otros encontrar al Señor resucitado. Sin embargo, precisamente por haberse alejado, cuando Jesús se aparece por primera vez a los discípulos la noche de Pascua, Tomás no está y pierde la ocasión. ¿Cómo podrá recuperarla? Solo volviendo con los otros, volviendo allí, en esa familia que ha dejado asustada y triste. Cuando lo hace, cuando vuelve, le dicen que Jesús ha venido, pero a él le cuesta creer; quisiera ver sus llagas. Y Jesús le complace: ocho días después, aparece de nuevo en medio de sus discípulos y le muestra sus llagas, las pruebas de su amor, los canales siempre abiertos de su misericordia.
Reflexionemos sobre estos hechos. Para creer, Tomás quisiera una señal extraordinaria: tocar las llagas. Jesús se las muestra, pero de forma ordinaria, yendo delante de todos, en la comunidad. Como diciéndole: si quieres encontrarme no busques lejos, quédate en la comunidad, con los otros; no te vayas, reza con ellos, parte con ellos el pan. Es ahí que puedes encontrarme, es ahí que te mostraré, impresas en mi cuerpo, las señales de las llagas: las señales del Amor que vence el odio, del Perdón que desarma la venganza, de la Vida que derrota la muerte. Es ahí, en la comunidad, que descubrirás mi rostro, mientras con los hermanos compartes momentos de oscuridad y de miedo, aferrándote aún más fuerte a ellos.
Queridos hermanos y hermanas, la invitación hecha a Tomás es válida también para nosotros. Nosotros, ¿dónde buscamos al Resucitado? ¿En algún evento especial, en alguna manifestación religiosa espectacular o sorprendente, únicamente en nuestras emociones o sensaciones? ¿O en la comunidad, en la Iglesia, aceptando el desafío de quedarnos, aunque no sea perfecta? No obstante todos sus límites y sus caídas, que son nuestros límites y nuestras caídas, nuestra Madre Iglesia es el Cuerpo de Cristo; y está ahí, en el Cuerpo de Cristo, que se encuentran impresas, todavía y para siempre, las señales más grandes de su amor. Pero, preguntémonos si, en nombre de este amor, en nombre de las llagas de Jesús, estamos dispuestos a abrir los brazos a quien está herido por la vida, sin excluir a nadie de la misericordia de Dios, sino acogiendo a todos; cada uno como un hermano, como una hermana.
María, Madre de Misericordia, nos ayude a amar a la Iglesia y a hacer una casa acogedora para todos".