El Papa anuncia la I Jornada Mundial de los Niños, que se celebrará en mayo de 2024 en Roma Francisco: "Tenemos que pensar qué mundo les vamos a dejar a los niños y, como Jesús, ocuparnos de ellos"
En el día de la Inmaculada Concepción, Francisco glosó en el ángelus de este viernes, 8 de diciembre, y horas antes de ir a rendir el tradicional homenaje a la Virgen en la Piazza di Spagna, el testimonio de aquella joven de Nazaret cuyo nombre nunca había salido en el Biblia, una muchacha con "un corazón totalmente libre del pecado" y que, en palabras de Papa, tenía dos actitudes que él quiso resaltar en esta mañana: "El asombro ante las obras de Dios y la fidelidad en las cosas simples"
A la hora de los saludos, el Papa anunció la celebración, el próximo 25 y 26 de mayo de 2024, en Roma, de la I Jornada Mundial de los Niños, iniciativa promovida por el Dicasterio para la Cultura y la Educación "para pensar qué mundo les vamos a dejar a los niños y, como Jesús, ocuparnos de ellos"
En el día de la Inmaculada Concepción, Francisco glosó en el ángelus de este viernes, 8 de diciembre, y horas antes de ir a rendir el tradicional homenaje a la Virgen en la Piazza di Spagna, el testimonio de aquella joven de Nazaret cuyo nombre nunca había salido en el Biblia, una muchacha con "un corazón totalmente libre del pecado" y que, en palabras de Papa, tenía dos actitudes que él quiso resaltar en esta mañana: "El asombro ante las obras de Dios y la fidelidad en las cosas simples".
En este sentido, Francisco, fiel a su estilo, se preguntó, de nuevo desde el balcón del Palacio Apostólico, tras los últimos rezos desde la Capilla de Casa Santa Marta, su residencia: "¿Sé asombrarme ante las obras de Dios? ¿Experimento maravilla alguna vez y la comparto con alguien?". En cuanto a la fidelidad, "la Virgen permitió que creciera en ella el don de Dios; de este modo, se ejercitó para responder al Señor, para decirle 'sí' con toda su vida", recalcó el Papa.
Finalmente, Francisco, antes del rezo del ángelus, concluyó con otra batería de preguntas: "¿Creo que lo importante, tanto en las situaciones cotidianas como en el camino espiritual, es la fidelidad a Dios? Y, si lo creo, ¿encuentro tiempo para leer el Evangelio, para rezar, para participar en la Eucaristía y recibir el Perdón sacramental, para hacer algún gesto concreto de servicio gratuito? Son esas pequeñas opciones decisivas para acoger la presencia del Señor".
A la hora de los saludos, el Papa anunció la celebración, el próximo 25 y 26 de mayo de 2024, en Roma, de la I Jornada Mundial de los Niños, iniciativa promovida por el Dicasterio para la Cultura y la Educación "para pensar qué mundo les vamos a dejar a los niños y, como Jesús, ocuparnos de ellos".
Antes de despedirse, Francisco volvió a reiterar su petición de paz "en Ucrania, en Palestina e Israel y por todas las personas heridas por la guerra". "¡Que haya paz!", exhortó finalmente el Papa, a quien se pudo ver ya muy recuperado y con un buen tono de voz tras la "inflamación pulmonar" que le obligó a medicarse con antibióticos hace unas semanas.
Las palabras del Papa en la oración del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y feliz fiesta!
Hoy, solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Evangelio nos presenta la escena de la Anunciación
(cfr. Lc 1,26-38). En ella se muestran dos actitudes de María que nos ayudan a comprender cómo custodió el don único que recibió: un corazón totalmente libre del pecado. ¿Cuáles son estas dos actitudes? Son el asombro ante las obras de Dios y la fidelidad en las cosas simples.
El asombro. El ángel dice a María: «¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!» (v. 28); el evangelista Lucas señala que la Virgen «quedó desconcertada, y se preguntaba qué podía significar ese saludo» (v. 29). Queda sorprendida, desconcertada, turbada: se asombra cuando oye que el ángel la llama "llena de gracia", es decir, llena del amor de Dios. Esta es una actitud importante: saber asombrarse ante los dones del Señor, no darlos nunca por supuestos, apreciar su valor, alegrarse de la confianza y la ternura que traen consigo. Y también es importante testimoniar este asombro delante de los demás, hablando con humildad de los dones de Dios, del bien recibido, y no solo de los problemas cotidianos. Podemos preguntarnos: ¿sé asombrarme ante las obras de Dios? ¿Experimento maravilla alguna vez y la comparto con alguien?
Vamos con la segunda actitud: la fidelidad en las cosas simples. El Evangelio, antes de la Anunciación, no dice nada sobre María. Nos la presenta como una muchacha sencilla, aparentemente igual a muchas otras que vivían en su pueblo, Nazaret, que no aparece citado nunca antes en la Biblia. Una joven que, precisamente gracias a su sencillez, ha conservado puro el Corazón Inmaculado con el que, por gracia de Dios, fue concebida. Esto también es importante, porque para acoger los grandes dones de Dios es fundamental atesorar los más cotidianos y menos llamativos.
María cultivó el inmenso don de su Inmaculada Concepción a través de la sencillez con la que acogió las oportunidades cotidianas de crecimiento comunes en su tiempo: la Palabra de Dios, que escuchaba en la sinagoga y conocía bien, como se desprende de las pocas frases que pronuncia en los Evangelios; la fe, en la que la habían educado sus padres; la generosidad y prontitud con que se comportaba. A través de la fidelidad diaria al bien, la Virgen permitió que creciera en ella el don de Dios; de este modo, se ejercitó para responder al Señor, para decirle "sí" con toda su vida.
Entonces, preguntémonos: ¿creo que lo importante, tanto en las situaciones cotidianas como en el camino espiritual, es la fidelidad a Dios? Y, si lo creo, ¿encuentro tiempo para leer el Evangelio, para rezar, para participar en la Eucaristía y recibir el Perdón sacramental, para hacer algún gesto concreto de servicio gratuito? Son esas pequeñas opciones decisivas para acoger la presencia del Señor.
Que María Inmaculada nos ayude a asombrarnos ante los dones de Dios y a responder a ellos con fiel generosidad cada día.
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