El Papa pide que cesen los ataques contra la población civil y las fuerzas de la ONU en El Líbano El grito de Francisco tras el ángelus: "¡Basta de matar a los inocentes!"

Francisco saluda durante el ángelus
Francisco saluda durante el ángelus Vatican Media

"Estoy cerca de todas las poblaciones implicadas, Palestina, Israel, El Líbano. Pido que se respete a las fuerzas de paz de las Naciones Unidas, que se rece por todas las víctimas, por los rehenes, que espero que sean puestos en libertad y que este inútil sufrimiento generado por el odio termine pronto", exclamó

Francisco señaló que sigue "la dramática situación en Haití, con esa violencia  la población, que se ve obliga a huir y a abandonar sus casas. No nos olvidemos nunca de nuestros hermanos y hermanas haitianas"

Glosando el evangelio del día, Francisco exhortó a preguntarnos cada uno si "sabemos compartir con quien es pobre, con quien está en dificultad o necesita un poco de escucha, una sonrisa, una palabra que le ayude a recuperar la esperanza".

"Recordemos esto: la verdadera riqueza no son los bienes de este mundo, sino ser amados por Dios y aprender a amar como Él"

Glosando la lectura del evangelio de este domingo, 13 de octubre, donde el hombre rico se marcha en cuanto Jesús le insta a dejar todas sus riquezas y seguirlo, el Papa recordó que "también nosotros llevamos en el corazón una necesidad irreprimible de felicidad y de una vida llena de sentido; sin embargo, podemos caer en la ilusión de pensar que la respuesta se encuentra en poseer cosas materiales y en las seguridades terrenas"

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"Jesús, en cambio -prosiguió Francisco-, quiere llevarnos a la verdad de nuestros deseos y hacer que descubramos que, en realidad, el bien que anhelamos es Dios mismo, su amor por nosotros y la vida eterna que Él y solo Él puede darnos".

De ahí la invitación de Jesús a “arriesgarnos a amar”, añadió el Papa, a "vender todo para darlo a los pobres, que significa despojarnos de nosotros mismos y de nuestras falsas seguridades, prestando atención a quien está necesitado y compartiendo nuestros bienes, no solo las cosas, sino lo que somos".

Fieles en la plaza de San Pedro para asistir al rezo del ángelus
Fieles en la plaza de San Pedro para asistir al rezo del ángelus RD/Captura

En este punto, Francisco exhortó a preguntarnos cada uno si "sabemos compartir con quien es pobre, con quien está en dificultad o necesita un poco de escucha, una sonrisa, una palabra que le ayude a recuperar la esperanza". "Recordemos esto: la verdadera riqueza no son los bienes de este mundo, sino ser amados por Dios y aprender a amar como Él", concluyó.

Tras el rezo del ángelus, y a la hora de los saludos, el papa Bergoglio señaló que sigue "con preocupación lo que está sucediendo en Oriente Medio y pido una vez más el alto el fuego inmediato y que se recorran los caminos de la diplomacia y el diálogo para obtener la paz".

Sufrimiento generado por el odio

"Estoy cerca de todas las poblaciones implicadas, Palestina, Israel, El Líbano. Pido que se respete a las fuerzas de paz de las Naciones Unidas, que se rece por todas las víctimas, por los rehenes, que espero que sean puestos en libertad y que este inútil sufrimiento generado por el odio termine pronto", exclamó. "Y no olviden que la guerra jamás traerá la paz, es un fracaso y jamás dará la seguridad. Y sobre todo para quienes se creen invencibles, deténgase por favor".

El Papa hizo también a continuación "un llamamiento para que cesen los ataques contra la población civil ucraniana. ¡Basta de matar a los inocentes!".

Francisco, en el balcón del Palacio Apostólico
Francisco, en el balcón del Palacio Apostólico RD/Captura

Finalmente, Francisco señaló que sigue "la dramática situación en Haití, con esa violencia  la población, que se ve obliga a huir y a abandonar sus casas. No nos olvidemos nunca de nuestros hermanos y hermanas haitianas, que cese toda firma de violencia y que, con la comunidad internacional, se siga trabajando para obtener la paz respetando la dignidad y los derechos de todos", y concluyó su alocución "recordado a la martirizada Ucrania, Myanmar y a todas las poblaciones afectadas por la guerra".

Las palabras del Papa en la oración del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz domingo!

El Evangelio de la liturgia de hoy (Mc 10,17-30) nos habla de un hombre rico que corre al encuentro de Jesús y le pregunta: «Maestro bueno, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?» (v. 17). Jesús lo invita a dejar todo y a seguirlo, pero el hombre, entristecido, se va, porque -dice el texto- «era muy rico» (v. 23).

Podemos ver aquí los dos movimientos de este hombre: al principio, corre para ir a ver a Jesús; al final, sin embargo, se marcha triste. Primero corre al encuentro, luego se va. Detengámonos en esto.

En primer lugar, este hombre va corriendo adonde está Jesús. Es como si algo en su corazón le impulsara: en efecto, a pesar de tener tantas riquezas, se siente insatisfecho, lleva dentro una inquietud, va en busca de una vida plena. Como hacen a menudo los enfermos y los endemoniados (cfr. Mc 3,10; 5,6), se postra a los pies del Maestro; es rico, y sin embargo necesita ser sanado. Jesús lo mira con amor (v. 21); luego, le propone una “terapia”: vender todo lo que posee, darlo a los pobres y seguirlo. Pero, en este punto, llega una conclusión inesperada: ¡ese hombre pone cara triste y se va! Tan grande e impetuoso ha sido su deseo de conocer a Jesús, como fría y rápida ha sido su despedida de Él.

También nosotros llevamos en el corazón una necesidad irreprimible de felicidad y de una vida llena de sentido; sin embargo, podemos caer en la ilusión de pensar que la respuesta se encuentra en poseer cosas materiales y en las seguridades terrenas. Jesús, en cambio, quiere llevarnos a la verdad de nuestros deseos y hacer que descubramos que, en realidad, el bien que anhelamos es Dios mismo, su amor por nosotros y la vida eterna que Él y solo Él puede darnos. La verdadera riqueza es que Él nos mire con amor, como hace Jesús con aquel hombre, y amarnos entre nosotros haciendo de nuestra vida un don para los demás. Por eso, Jesús nos invita a “arriesgarnos a amar”: vender todo para darlo a los pobres, que significa despojarnos de nosotros mismos y de nuestras falsas seguridades, prestando atención a quien está necesitado y compartiendo nuestros bienes, no solo las cosas, sino lo que somos: nuestros talentos, nuestra amistad, nuestro tiempo...

Hermanos y hermanas, aquel hombre rico no quiso arriesgarse a amar y se fue con cara triste. ¿Y nosotros? Preguntémonos: ¿a qué está apegado nuestro corazón? ¿Cómo saciamos nuestra hambre de vida y de felicidad? ¿Sabemos compartir con quien es pobre, con quien está en dificultad o necesita un poco de escucha, una sonrisa, una palabra que le ayude a recuperar la esperanza? Recordemos esto: la verdadera riqueza no son los bienes de este mundo, sino ser amados por Dios y aprender a amar como Él.
Y ahora pidamos la intercesión de la Virgen María, para que nos ayude a descubrir en Jesús el tesoro de la vida.

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