El Papa reza por “todos los que sufren la pandemia, especialmente en Manaus" Francisco vuelve a clamar por "un mundo sin armas nucleares", con paz y "cooperación multilateral"
"La unidad es sobre todo un don, es una gracia para pedir con la oración...Podemos preguntarnos: '¿Yo rezo por la unidad?'"
"El mundo no creerá porque lo convenzamos con buenos argumentos, sino si testimoniamos el amor que nos une y nos hace cercanos a todos"
"En este tiempo de graves necesidades es todavía más necesaria la oración para que la unidad prevalezca sobre los conflictos"
"Nuestro enemigo, el diablo, como dice la palabra misma, es el divisor. Él insinúa la división, en todas partes y de todas las maneras"
"El diablo, en general, no nos tienta con la alta teología, sino con las debilidades de nuestros hermanos. Es astuto: engrandece los errores y los defectos de los otros, siembra discordia, provoca la crítica y crea facciones"
"En este tiempo de graves necesidades es todavía más necesaria la oración para que la unidad prevalezca sobre los conflictos"
"Nuestro enemigo, el diablo, como dice la palabra misma, es el divisor. Él insinúa la división, en todas partes y de todas las maneras"
"El diablo, en general, no nos tienta con la alta teología, sino con las debilidades de nuestros hermanos. Es astuto: engrandece los errores y los defectos de los otros, siembra discordia, provoca la crítica y crea facciones"
"El diablo, en general, no nos tienta con la alta teología, sino con las debilidades de nuestros hermanos. Es astuto: engrandece los errores y los defectos de los otros, siembra discordia, provoca la crítica y crea facciones"
En la catequesis de la audiencia de los miércoles el Papa Francisco abordó el tema de la oración por la Unidad de los cristianos. Dijo, a este respecto, que la "unidad es un don", por el que hay que rezar, porque al mundo sólo lo convencemos "por el amor que nos une" y porque "nuestro enemigo, el diablo, es divisor" y "no nos tienta con la alta teología, sino con las debilidades de nuestros hermanos". En loa saludos tras la bendición, recordó especialmente a Manaus (Brasil), duramente golpeada por la pandemia y volvió a clamar por "un mundo sin armas nucleares".
Texto de la catequesis del Papa
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En esta catequesis me detengo sobre la oración por la unidad de los cristianos. De hecho, la semana que va del 18 al 25 de enero está dedicada en particular a esto, a invocar de Dios el don de la unidad para superar el escándalo de las divisiones entre los creyentes en Jesús. Él, después de la Última Cena, rezó por los suyos, «para que todos sean uno» (Jn17,21). Es su oración antes de la Pasión, podríamos decir su testamento espiritual. Sin embargo, notamos que el Señor no ha ordenado a los discípulos la unidad. Ni siquiera les dio un discurso para motivar su necesidad. No, ha rezado al Padre por nosotros, para que seamos uno. Esto significa que no bastamos solo nosotros, con nuestras fuerzas, para realizar la unidad. La unidad es sobre todo un don, es una gracia para pedir con la oración.
Cada uno de nosotros lo necesita. De hecho, nos damos cuenta de que no somos capaces de custodiar la unidad ni siquiera en nosotros mismos. También el apóstol Pablo sentía dentro de sí un conflicto lacerante: querer el bien y estar inclinado al mal (cfr Rm7,19). Comprendió así que la raíz de tantas divisiones que hay a nuestro alrededor -entre las personas, en la familia, en la sociedad, entre los pueblos y también entre los creyentes –está dentro de nosotros. El Concilio Vaticano II afirma que «los desequilibrios que fatigan al mundo moderno están conectados con ese otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano. Son muchos los elementos que se combaten en el propio interior del hombre [...] Por ello siente en sí mismo la división, que tantas y tan graves discordias provoca en la sociedad» (Gaudium et spes, 10). Por tanto, la solución a las divisiones no es oponerse a alguien, porque la discordia genera otra discordia. El verdadero remedio empieza por pedir a Dios la paz, la reconciliación, la unidad.
Esto vale ante todo para los cristianos: la unidad puede llegar solo como fruto de la oración. Los esfuerzos diplomáticos y los diálogos académicos no bastan. Jesús lo sabía y nos ha abierto el camino, rezando. Nuestra oración por la unidad es así una humilde pero confiada participación en la oración del Señor, quien prometió que toda oración hecha en su nombre será escuchada por el Padre (cfr Jn15,7). En este punto podemos preguntarnos: “¿Yo rezo por la unidad?”. Es la voluntad de Jesús pero, si revisamos las intenciones por las que rezamos, probablemente nos demos cuenta de que hemos rezado poco, quizá nunca, por la unidad de los cristianos. Sin embargo de esta depende la fe en el mundo; el Señor pidió la unidad entre nosotros «para que el mundo crea» (Jn17,21). El mundo no creerá porque lo convenzamos con buenos argumentos, sino si testimoniamos el amor que nos une y nos hace cercanos a todos.
En este tiempo de graves necesidades es todavía más necesaria la oración para que la unidad prevalezca sobre los conflictos. Es urgente dejar de lado los particularismos para favorecer el bien común, y por eso nuestro buen ejemplo es fundamental: es esencial que los cristianos prosigan el camino hacia la unidad plena, visible. En los últimos decenios, gracias a Dios, se han dado muchos pasos adelante, pero es necesario perseverar en el amor y en la oración, sin desconfianza y sin cansarse. Es un recorrido que el Espíritu Santo ha suscitado y sobre el cual ya no volveremos atrás.
Rezar significa luchar por la unidad. Sí, luchar, porque nuestro enemigo, el diablo, como dice la palabra misma, es el divisor. Él insinúa la división, en todas partes y de todas las maneras, mientras que el Espíritu Santo hace converger en unidad siempre. El diablo, en general, no nos tienta con la alta teología, sino con las debilidades de nuestros hermanos. Es astuto: engrandece los errores y los defectos de los otros, siembra discordia, provoca la crítica y crea facciones. El camino de Dios es otro: nos toma como somos, diferentes, pecadores, y nos impulsa a la unidad. Podemos hacer una verificación sobre nosotros mismos y preguntarnos si, en los lugares en los que vivimos, alimentamos la conflictualidad o luchamos por hacer crecer la unidad con los instrumentos que Dios nos ha dado: la oración y el amor.
El tema de esta Semana de oración se refiere precisamente al amor: “Permaneced en mi amor y daréis fruto en abundancia”, (cfr Jn15,5-9). La raíz de la comunión es el amor de Cristo, que nos hace superar los prejuicios para ver en el otro a un hermano y a una hermana al que amar siempre. Entonces descubrimos que los cristianos de otras confesiones, con sus tradiciones, con su historia, son dones de Dios, son dones presentes en los territorios de nuestras comunidades diocesanas y parroquiales. Empecemos a rezar por ellos y, cuando sea posible, con ellos. Así aprenderemos a amarlos y a apreciarlos. La oración, recuerda el Concilio, es el alma de todo el movimiento ecuménico (cfr Unitatis redintegratio, 8). Que este sea el punto de partida para ayudar a Jesús a cumplir su sueño que todos sean uno.
Saludo del Papa en español
Queridos hermanos y hermanas: Estamos celebrando la Semana de oración por la unidad de los cristianos, que concluirá el 25 de enero, fiesta de la conversión del apóstol san Pablo. Durante estos días, pedimos al Señor el don de la unidad para poder superar las divisiones entre los creyentes en Jesús. Él mismo, antes de la Pasión, rogó al Padre por nosotros, para que seamos uno y el mundo crea. Esto significa que para lograr la unidad no basta sólo nuestro esfuerzo, sino que es sobre todo un don y una gracia que hemos de suplicar al Padre.
Todos necesitamos la unidad, pero vemos que es difícil mantenerla incluso en nosotros mismos. Como san Pablo, también nosotros experimentamos un conflicto entre el bien que deseamos realizar y la inclinación al mal, que nos lleva a hacer lo contrario. Esto nos hace ver que tantas divisiones que nos rodean —en el seno de las familias, las sociedades, los pueblos, e incluso entre los creyentes— se originan en el interior de cada persona.
Por eso, la solución a las discordias comienza por pedir a Dios la paz, la reconciliación y la unidad en nuestro propio corazón. En este tiempo de crisis la oración es aún más necesaria, para que la unidad prevalezca sobre los conflictos. Rezar es luchar por la unidad. Sí, luchar, porque nuestro enemigo, el diablo, es astuto y nos quiere dividir: agranda los errores y los defectos de los demás, siembra discordia, provoca críticas y crea facciones.
En cambio, el camino de Dios es otro: nos ama tal como somos, acoge nuestras diferencias y nos impulsa a la comunión con Cristo y los demás. Saludo cordialmente a los fieles de lengua española. El lema de esta Semana de oración por la unidad de los cristianos es «Permanezcan en mi amor y darán fruto en abundancia». Pidamos al Señor que este lema se haga vida en nosotros. Recemos por los cristianos de otras confesiones y, si es posible, junto con ellos, para que se cumpla el sueño de Jesús: que todos sean uno. Que Dios los bendiga.
Saludo en portugués
Extiendo un cordial saludo a los fieles de habla portuguesa. En estos días mi oración se dirige a todos los que sufren la pandemia, especialmente en Manaus, en el norte de Brasil. Que el Padre Misericordioso les sostenga en este momento difícil. ¡Les bendigo con todo mi corazón!
Saludo en italiano
“Entrará pronto en vigor el tratado sobre la prohibición de las armas nucleares. Se trata del primer instrumento internacional jurídicamente vinculante que prohibe explícitamente estos artefactos, cuya utilización tiene un impacto indiscriminado, golpea en poco tiempo a una gran cantidad de personas y provoca daños al medioambiente de larguísima duración.
Animo vivamente a todos los Estados y a todas las personas a trabajar con determinación, para promover las condiciones necesarias para un mundo sin armas nucleares, contribuyendo al avance de la paz y de la cooperación multilateral, que tanto necesita hoy la humanidad”