El presidente de la PAV, en la cumbre sobre Inteligencia Artificial de París Monseñor Paglia: "Frente a lo invasivo de la hipertecnología, es urgente colonizarla de humanismo"
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El presidente de la Academia para la Vida, presente en París en la cumbre sobre Inteligencia Artificial que reúne a expertos en el campo de las nuevas tecnologías, recuerda el compromiso de la Santa Sede con el Rome Call for IA Ethichs y subraya la urgencia de "ampliar la conciencia sobre esta nueva frontera que puede transformar incluso lo humano"
Pide a Europa que "con su tradición humanística, ayude a redescubrir la centralidad de la persona en este mundo hipertecnológico"
Paglia es portavoz de la visión ética de la Iglesia sobre el tema, en particular de su reflexión sobre los límites, a menudo imprecisos, entre las máquinas y los seres humanosque
Paglia es portavoz de la visión ética de la Iglesia sobre el tema, en particular de su reflexión sobre los límites, a menudo imprecisos, entre las máquinas y los seres humanosque
| Delphine Allaire
(Vatican News).-Además del ya importante magisterio del Papa sobre la Inteligencia Artificial, desde hace varios años la Pontificia Academia para la Vida reflexiona también sobre esta revolución tecnológica cuyas oportunidades, pero también riesgos, son evidentes. De este interés ha surgido la relación y colaboración entre el presidente de Microsoft, Bras Smith, y el presidente de la PAV, monseñor Vincenzo Paglia. El mismo prelado lo explica a los medios vaticanos, mientras se encuentra en París para asistir los días 10 y 11 de febrero a una Cumbre sobre la IA que reúne a un millar de personalidades influyentes en este ámbito. Copresidido con la India, el encuentro internacional pretende definir las bases para una gobernanza global de la Inteligencia Artificial.
Paglia es portavoz de la visión ética de la Iglesia sobre el tema, en particular de su reflexión sobre los límites, a menudo imprecisos, entre las máquinas y los seres humanos. Este es precisamente el enfoque del Rome Call fo IA Ethics, un acuerdo firmado en Roma el 28 de febrero de 2020, bajo el patrocinio de la Academia para la Vida, por Microsoft, IBM, la FAO y el gobierno italiano. En cinco años, otros muchos signatarios se han sumado al texto, así como dieciséis representantes de distintas religiones reunidos junto al Memorial de la Paz en Hiroshima (Japón) el 10 de julio de 2024, la empresa californiana Cisco o la Iglesia de Inglaterra.
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-Monseñor Paglia, ¿cuál es la contribución de las religiones en el modo de abordar esta gran revolución tecnológica que es la Inteligencia Artificial?
-Las nuevas tecnologías, especialmente las que rigen la IA, han hecho un progreso gigantesco en comparación con hace sólo cinco años, cuando el tema era sólo para unos pocos especialistas. Hoy en día, el desarrollo de la Inteligencia Artificial es de dominio público, ampliamente público. Con razón, porque las nuevas tecnologías han invadido ya todos los ámbitos de la vida, ya no están relegadas a los grandes lugares de Seattle, China o Bangalore, sino que se han convertido en una preocupación generalizada. En este sentido, es necesario que todo el mundo tome conciencia de esta nueva frontera. Algo parecido a lo que ocurrió en el pasado, que pasaron décadas antes de que tomáramos conciencia de que el problema del clima nos concierne. Tuvimos que esperar años para que el mundo se reuniera en París, para que los gobiernos se pusieran de acuerdo, para establecer algunas reglas climáticas.
Hoy necesitamos urgentemente concienciar sobre esta nueva frontera que puede transformar incluso lo humano de una manera radical, ya que podemos crear seres humanos a voluntad, podemos incluso modificar el genoma. En otras palabras, la Inteligencia Artificial debe ser esa frontera que, de alguna manera, debe ser asumida y gobernada por todas las instituciones de la sociedad. El gran reto es, de hecho, gobernar la tecnología, humanizar la tecnología, evitar que la tecnología gobierne lo humano, es decir, que nosotros tecnologicemos lo humano. Para ello es necesaria una nueva toma de conciencia por parte de la cultura general, por parte de todas las instituciones, para que finalmente lleguemos a reglas compartidas. Europa ya ha dado este último paso, pero sin la implicación directa de la política y de las grandes empresas e industrias tecnológicas. Las normas escritas sin su participación tienen poco sentido y poco valor.
-Ahora se celebra la Cumbre de París, ¿qué podemos esperar de este acontecimiento y cuál es, por tanto, el papel de Europa?
-Existe el famoso dicho de que Estados Unidos crea, China copia, Europa hace las reglas. Pues bien, como Europa también debemos crear, y éste es un reto enorme porque los campos de aplicación son gigantescos: la guerra, la medicina, la cirugía, la educación -y aquí abrimos un campo enorme en la educación de los jóvenes- hasta el campo de las grandes industrias. Por no hablar de la nueva frontera del espacio, que también será gigantesca... Espero que París forme parte de esta gran movilización para que todos juntos -las diferentes ciencias, las diferentes instituciones (incluida la Iglesia), las diferentes religiones- podamos avanzar hacia la humanización de la tecnología. Que la tecnología esté al servicio de un desarrollo humano digno e igual para todos; un desequilibrio tecnológico que afecte a las raíces de la sociedad puede crear conflictos quizá peores que los nucleares.
-¿Cómo ha asumido la Santa Sede esta cuestión fundamental?
-Por lo que respecta a la Academia Pontificia para la Vida, se dirigió personalmente a mí el sucesor de Bill Gates, quien, preocupado por los desarrollos positivos, pero también terribles de estas nuevas tecnologías, me pidió que participara en todos sus trabajos. De ahí nació la idea en 2019 de redactar una carta ética, pedagógica y jurídica para regular los desarrollos de la Inteligencia Artificial. El resultado fue el Rome Call for IA Ethics, firmado el 28 de enero de 2020. Incluso el Papa habló en esa ocasión.
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La Carta sufrió los retrasos de Covid, pero no se detuvo y se convirtió en un texto firmado por todas las religiones el año pasado en Hiroshima, por 200 universidades latinoamericanas, por otras universidades del mundo y diversos actores: Microsoft, Ibm, Cisco, Fao. El Llamamiento de Roma es un documento promovido por la Santa Sede, pero pertenece a quienes lo firman, porque quienes lo suscriben asumen «la responsabilidad de...».
En su discurso en el G7 del año pasado en Bari, el Papa también habló del Rome Call como un instrumento que puede fomentar, especialmente para las empresas y los gobiernos, nuevas reglas y nuevas perspectivas para que la tecnología esté al servicio de todos y, sobre todo, del bien común.
Recientemente, la Santa Sede ha publicado también un nuevo texto (La Nota Antiqua et Nova, ed.) especialmente para la perspectiva educativa, firmado por el Dicasterio para la Cultura y la Educación Católica y el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, para ayudar a todos los educadores a darse cuenta de que las nuevas tecnologías son particularmente delicadas para la formación de los jóvenes. Y éste es un gran frente que, evidentemente, no podemos dejar de lado. La Santa Sede se ha comprometido directamente con este documento.
-Usted estuvo en la India hace un año para hablar de Inteligencia Artificial. Y el episcopado indio fue el primero en firmar el llamamiento de Roma. ¿Cómo percibió la sensibilización de la Iglesia en la India sobre esta cuestión?
-Sentí sobre todo la preocupación de todo un Episcopado como el indio, en cuyo continente las nuevas tecnologías tienen un desarrollo muy arraigado. Me impresionó, por ejemplo, ver a un número considerable de ingenieros indios muy jóvenes en Seattle. Y la Conferencia Episcopal sintió, con razón, la urgencia de reflexionar sobre este nuevo horizonte, porque hay que entenderlo, aunque no sea fácil de comprender. Las nuevas tecnologías entran en todos los aspectos de la vida humana de manera invasiva, y los obispos de la India han sentido esta urgencia.
Debo decir que cuando viajé por algunas partes de la India, especialmente Bangalore, me di cuenta de lo amplia que es la influencia de la IA en la vida cotidiana de la gente. Pero ahora es un tema que se extiende a todas las naciones, a todos los continentes. Europa, en mi opinión, tiene la gran responsabilidad, por su tradición humanística, de ayudar al mundo entero -Oriente y Occidente- a redescubrir la centralidad de la persona humana incluso en este nuevo mundo altamente tecnologizado.
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