"Miseria, guerras, crisis climática obligan a tantas personas a huir" Papa: "Emigrar debería ser una opción libre, nunca la única posible"
“Dios no nos hace un examen para valorar nuestros méritos antes de buscarnos, no se rinde si tardamos en responderle”
“Para el corazón de Dios nunca es demasiado tarde, Él nos busca y nos espera siempre”
“A veces corremos el riesgo de tener una relación ‘mercantil’ con Dios”
El Papa invita a los cristianos a "a crear comunidades dispuesta a acoger, promover, acompañar e integrar a los que llaman a nuestras puertas".
“A veces corremos el riesgo de tener una relación ‘mercantil’ con Dios”
El Papa invita a los cristianos a "a crear comunidades dispuesta a acoger, promover, acompañar e integrar a los que llaman a nuestras puertas".
Como cada domingo, el Papa Francisco, se asomó a la cátedra de la ventana y, tras el ángelus, recordó la jornada de los migrantes y su reciente visita a Marsella. En el aire flotaba una sensación serena de éxito y de denuncia profética bien hecha, a la que el pueblo marsellés respondió con su multitudinaria y apasionada presencia al Papa de los emigrantes y de los pobres.
Aprovechando la ocasión (y una vez más) el Papa, que lleva la emigración en los genes personales y familiares, recordó que "emigrar debería ser una opción libre, nunca la única posible". Y denunció que ese derecho "se ha convertido hoy para muchos en una obligación, mientras debería existir un derecho a no emigrar y permanecer en la propia tierra". Sin embargo, "miseria, guerras, crisis climática obligan a tantas personas a huir".
Ante esta desgarradora situación, el Papa invita a los cristianos a "a crear comunidades dispuesta a acoger, promover, acompañar e integrar a los que llaman a nuestras puertas".
En la catequesis precedente, Francisco glosó una “sorprendente” parábola del Evangelio, en la que aparece un Dios que paga a todos “con la misma moneda”. Es decir, “la parábola nos quiere mostrar los criterios de Dios, que no hace el cálculo de nuestros méritos, sino que nos ama como hijos”. Porque “Dios no nos hace un examen para valorar nuestros méritos antes de buscarnos, no se rinde si tardamos en responderle” y “Para el corazón de Dios nunca es demasiado tarde, Él nos busca y nos espera siempre”.
Las palabras del Papa en la oración del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la Liturgia del día nos presenta una parábola sorprendente: el propietario de una viña sale desde las primeras horas del alba hasta la noche para llamar a algunos jornaleros, pero, al final, paga a todos del mismo modo, incluso a los que han trabajado solamente una hora (cf. Mt 20,1-16). Podría parecer una injusticia, pero no hay que leer la parábola a través de criterios salariales; más bien nos quiere mostrar los criterios de Dios, que no hace el cálculo de nuestros méritos, sino que nos ama como hijos.
Detengámonos sobre dos acciones divinas que emergen del relato. En primer lugar, Dios sale a todas las horas para llamarnos; en segundo lugar, paga a todos con la misma “moneda”.
Ante todo, Dios es Aquel que sale a todas las horas para llamarnos. La parábola dice que el propietario «al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña» (v. 1), pero después continúa saliendo a varias horas del día hasta el atardecer, para buscar a aquellos a los que nadie había incorporado al trabajo todavía. Comprendemos así que en la parábola los trabajadores no son solamente los hombres, sino Dios, que sale siempre, sin cansarse, todo el día.
Así es Dios: no espera nuestros esfuerzos para venir a nosotros, no nos hace un examen para valorar nuestros méritos antes de buscarnos, no se rinde si tardamos en responderle; al contrario, Él a menudo ha tomado la iniciativa y en Jesús “ha salido” hacia nosotros, para manifestarnos su amor. Y nos busca a todas las horas del día que, como afirma San Gregorio Magno, representan las diversas fases y estaciones de nuestra vida hasta la vejez (cf. Homilías sobre el Evangelio,19). Para su corazón nunca es demasiado tarde, Él nos busca y nos espera siempre. No olvidemos esto: siempre, siempre.
Precisamente porque tiene el corazón tan amplio, Dios – es la segunda acción – paga a todos con la misma “moneda”, que es su amor. He aquí el sentido último de la parábola: los jornaleros de la última hora son pagados como los primeros, porque, en realidad, la de Dios es una justicia superior. La justicia humana dicta “dar a cada uno lo suyo, según lo que merece”, mientras que la justicia de Dios no mide el amor en la balanza de nuestros rendimientos, de nuestras prestaciones y de nuestros fallos: Dios nos ama y basta, nos ama porque somos hijos, y lo hace con un amor incondicional y gratuito.
Hermanos y hermanas, a veces corremos el riesgo de tener una relación “mercantil” con Dios, centrándonos más en nuestras propias bondades que en la generosidad de su gracia. A veces también como Iglesia, en vez de salir a cada hora del día y tender los brazos a todos, podemos sentirnos los primeros de la clase, juzgando a los demás lejanos, sin pensar que Dios los ama también a ellos con el mismo amor que tiene para nosotros.
Y también en nuestras relaciones, que son el tejido de la sociedad, la justicia que practicamos a veces no es capaz de salir de la jaula del cálculo y nos limitamos a dar según lo que recibimos, sin atrevernos a más, sin apostar por la eficacia del bien hecho gratuitamente y del amor ofrecido con amplitud de corazón: yo cristiano, yo cristiana, ¿sé salir hacia los demás? Y, ¿soy generoso hacia todos, sé dar ese “más” de comprensión y perdón, como Jesús me enseña?
Que la Virgen nos ayude a convertirnos a la medida de Dios, esa de un amor sin medida.
Saludos tras el ángelus
"Hoy se celebra la jornada mundial del migrante y del refugiado con el lema ‘Libres para elegir emigrar o quedarse’.
Para recordar que emigrar debería ser una opción libre, nunca la única posible.
El derecho de emigrar, de hecho, se ha convertido hoy para muchos en una obligación, mientras debería existir un derecho a no emigrar y permanecer en la propia tierra.
Es necesario que a todo hombre y mujer se le garantice la posibilidad de venir a vivir una vida digna en la sociedad en la que se encuentra.
Sin embargo, miseria, guerras, crisis climática obligan a tantas personas a huir. Por eso, estamos todos llamados a crear comunidades dispuesta a acoger, promover, acompañar e integrar a los que llaman a nuestras puertas.
Este reto ha sido el centro de los ‘Encuentro Mediterráneos’, celebrados los días pasados en Marsella y en cuya sesión conclusiva participé ayer, viajando a aquella ciudad, encrucijada de pueblos y culturas.
Gracias a los obispos italianos que hacen de todo para ayudar a nuestros hermanos emigrantes. Hace poco hemos escuchado a monseñor Baturi en la televisión explicándonos esto.
Recordemos a la martirizada Ucrania y recemos por este pueblo que sufre tanto".
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