Recuerda que los capellanes castrenses no están "para bendecir perversas acciones de guerra" El Papa invita a las Fuerzas de seguridad a "estar  siempre de parte de la legalidad y de parte de los más débiles"

Soldados españoles en el Jubileo en Roma
Soldados españoles en el Jubileo en Roma

"Jesús sube a la barca  para anunciar la buena noticia, para llevar la luz en esa noche  de desilusión"

"Llamados a tener una mirada atenta, que sepa captar las amenazas al bien común; los peligros que se  ciernen sobre la vida de los ciudadanos"

"Vigilen para no  ser seducidos por el mito de la fuerza y el ruido de las armas; vigilen para no contaminarse nunca por  el veneno de la propaganda del odio"

"Los capellanes no prestan su servicio —como a veces ha pasado  tristemente en la historia— para bendecir perversas acciones de guerra. No"

Con su ya célebre pedagogía de los tres verbos (vio, subió, se sentó), el Papa Francisco explica el pasaje evangélico del 'duc in altum' y los aplica al Jubileo de las Fuerzas armadas, Policía y Cuerpos de seguridad, que celebró hoy. Según el Papa, Jesús examina la realidad, empatiza con ella y pasa a la acción, "toma la iniciativa" y decide "subir a la barca de la vida de Pedro", "para llevar la luz en esa noche de desilusión.

Para Francisco, las Fuerzas y Cuerpos de seguridad también están llamadas a aplicar en su vida y en la realidad social esos tres verbos evangélicos. En primer lugar, " tener una mirada atenta, que sepa captar las amenazas al bien común; los peligros que se  ciernen sobre la vida de los ciudadanos". El segundo paso consiste en "subir a la barca durante la tormenta y comprometerse para que no haya  un naufragio, con una misión al servicio del bien, de la libertad y de la justicia".

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Papa y mujer soldado

Por último, para cumplir con el último verbo, sentarse, el Papa les invitó a vigilar: "Vigilen para no  ser seducidos por el mito de la fuerza y el ruido de las armas; vigilen para no contaminarse nunca por  el veneno de la propaganda del odio" y para "estar  siempre de parte de la legalidad y de parte de los más débiles".

Por último, recordó que los capellanes castrenses están llamados a ser "presencia de Cristo en medio de ustedes" y "apoyo moral y espiritual, ayudándoles a desempeñar sus cargos a la luz del Evangelio  y al servicio del bien". Pero no para bendecir la guerra: "Los capellanes no prestan su servicio —como a veces ha pasado  tristemente en la historia— para bendecir perversas acciones de guerra. No".

Texto íntegro de la homilía papal

La actitud de Jesús junto al lago de Genesaret está detallada por el Evangelista con tres verbos:  vio, subió, se sentó. Jesús no se preocupa de mostrar una apariencia a las multitudes, ni de ejecutar  una tarea, ni de ajustarse a un plan de acción en su misión; al contrario, siempre pone en primer lugar  el encuentro con los demás, la relación, la preocupación por esas fatigas y esos fracasos que a menudo  abruman el corazón y quitan la esperanza. 

Por eso Jesús, ese día, vio, subió y se sentó.  

Jubileo Fuerzas Armadas

En primer lugar, Jesús vio. Él tiene una mirada atenta que, aun en medio de un gentío, lo hace  capaz de divisar dos barcas junto a la orilla y de percibir la decepción en el rostro de esos pescadores,  que ahora están lavando las redes vacías después de una noche de fracasos. Jesús fija su mirada llena  de compasión en los ojos de esas personas, comprendiendo su desánimo, la frustración de haber  trabajado toda la noche sin recoger nada, la sensación de tener el corazón vacío, justo como esas redes  que ahora sujetan entre las manos. 

Y, habiendo visto su malestar, Jesús subió. Le pide precisamente a Simón que aleje la barca  de la orilla y sube en ella, entrando en el espacio de su vida, abriéndose paso en ese fracaso que habita  su corazón. Esto es hermoso: Jesús no se limita a observar las cosas que no van bien, como a menudo  hacemos nosotros, acabando por encerrarnos en el lamento y la amargura. Él, en cambio, toma la  iniciativa, sale al encuentro de Simón, se detiene con él en ese momento difícil y decide subir a la  barca de su vida, que en esa noche había regresado a la orilla sin éxito. 

Finalmente, habiendo subido, Jesús se sentó. Y esta postura, en los Evangelios, es típica del  maestro, del que enseña. El Evangelio, en efecto, dice que subió y enseñaba. Habiendo visto en los  ojos y en el corazón de esos pescadores la amargura por una noche de esfuerzo sin resultados, Jesús  sube a la barca para enseñar, es decir, para anunciar la buena noticia, para llevar la luz en esa noche  de desilusión, para narrar la belleza de Dios en las fatigas de la vida humana, para hacerles sentir que  todavía hay una esperanza, aun cuando todo parece perdido.  

Y entonces ocurre el milagro: cuando el Señor sube a la barca de nuestra vida para llevarnos  la buena noticia del amor de Dios que siempre nos acompaña y nos sostiene, entonces la vida vuelve  a empezar, la esperanza renace, el entusiasmo perdido regresa y podemos echar las redes al mar  nuevamente. 

Jubileo Fuerzas Armadas

Hermanos y hermanas, esta palabra de esperanza nos acompaña hoy, mientras celebramos el  Jubileo de las Fuerzas armadas, Policía y Cuerpos de seguridad, a quienes agradezco su servicio,  saludando a todas las autoridades presentes, a las asociaciones y a las academias militares, como  también a los Obispos castrenses y a los capellanes. A ustedes se les confía una gran misión, que abarca múltiples dimensiones de la vida social y política: la defensa de nuestros países, el compromiso  por la seguridad, la custodia de la legalidad y la justicia, la presencia en las penitenciarías, la lucha  contra la criminalidad y las diferentes formas de violencia que amenazan con alterar la paz social. Y  recuerdo también a cuantos ofrecen su importante servicio en las catástrofes naturales, por el cuidado  de la creación, por el rescate de las vidas en el mar, por los más frágiles, por la promoción de la paz.  

También a ustedes el Señor les pide que hagan como Él: ver, subir, sentarse. Ver, porque están  llamados a tener una mirada atenta, que sepa captar las amenazas al bien común; los peligros que se  ciernen sobre la vida de los ciudadanos; los riesgos ambientales, sociales y políticos a los que estamos  expuestos. Subir, porque sus uniformes, la disciplina que los ha forjado, la valentía que los distingue,  el juramento que han hecho, son todas cosas que les recuerdan qué importante es no sólo ver el mal  para denunciarlo, sino también subir a la barca durante la tormenta y comprometerse para que no haya  un naufragio, con una misión al servicio del bien, de la libertad y de la justicia.

Y, por último, sentarse,  porque la manera en la que ustedes están presentes en nuestras ciudades y en nuestros barrios, el estar  siempre de parte de la legalidad y de parte de los más débiles es para todos nosotros una lección. Esto  nos enseña que el bien puede vencer a pesar de todo; nos enseña que la justicia, la lealtad y la pasión  civil hoy siguen siendo valores necesarios; nos enseña que podemos crear un mundo más humano,  más justo y más fraterno, a pesar de las fuerzas contrarias del mal. 

Y en esta tarea, que abarca toda la vida, también están acompañados de los capellanes, una  presencia sacerdotal en medio de ustedes. Ellos no prestan su servicio —como a veces ha pasado  tristemente en la historia— para bendecir perversas acciones de guerra. No. Ellos están en medio de  ustedes como presencia de Cristo, que quiere acompañarlos, ofrecerles escucha y cercanía, animarlos  a remar mar adentro y sostenerlos en la misión que llevan adelante cada día. Ellos caminan con  ustedes como apoyo moral y espiritual, ayudándoles a desempeñar sus cargos a la luz del Evangelio  y al servicio del bien. 

Queridos hermanos y hermanas, les agradecemos cuanto hacen, en ocasiones arriesgando sus  propias vidas. Gracias porque, subiendo sobre nuestras barcas en peligro, nos ofrecen su protección  y nos alientan a seguir nuestra travesía. Pero también quisiera exhortarlos a no perder de vista el fin  de su servicio y de sus acciones: promover la vida, salvar la vida, defender la vida siempre.

Jubileo Fuerzas Armadas

Les pido,  por favor, que vigilen. Vigilen contra la tentación de cultivar un espíritu de guerra; vigilen para no  ser seducidos por el mito de la fuerza y el ruido de las armas; vigilen para no contaminarse nunca por  el veneno de la propaganda del odio, que divide el mundo en amigos a los que defender y enemigos  a los que combatir. Sean, en cambio, testigos valientes del amor de Dios Padre, que quiere que seamos  todos hermanos. Y, juntos, caminemos para construir una nueva época de paz, de justicia y de  fraternidad.  

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