Se alegra de la desescalada en Italia, pero advierte que es necesario “seguir con las normas vigentes” El Papa lamenta que “el virus sigue cobrándose muchas víctimas, especialmente en América Latina”

Coronavirus
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Alaba la devoción al Sagrado Corazón, propia del mes de junio, “que une a los grandes maestros espirituales y a la gente sencilla del pueblo de Dios"

"La Trinidad es por lo tanto Amor, amor completamente al servicio del mundo, al que quiere salvar y reconstruir"

"Dios nos ama a cada uno de nosotros incluso cuando cometemos errores y nos distanciamos de Él. Dios Padre ama tanto al mundo que, para salvarlo, da lo más precioso que tiene: su único Hijo, que da su vida por la humanidad"

El Papa Francisco ha vuelto, una vez más, desde que en Italia comenzó la desescalada, a la cátedra de la ventana. Con alguna gente, guardando la distancia social, en la Plaza de San Pedro. En ese contexto, Francisco se alegra de la desescalada en Italia y en otros países, pero invita a "no cantar victoria" y "seguir con las normas vigentes", al tiempo que lamenta que “el virus sigue cobrándose muchas víctimas, especialmente en América Latina”, en alguno de cuyos países "muere una persona por minuto". En la catequesis explica el misterio de la Trinidad que es "la verdad, la belleza y la bondad de Dios" e invita a seguir, en este mes de junio, la devoción al Sagrado Corazón, que "une a los grandes maestros espirituales y a la gente sencilla del pueblo de Dios".

Las palabras del Papa antes de la oración del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! El evangelio de hoy (cfr. Juan 3, 16-18), fiesta de la Santísima Trinidad, muestra, – en el lenguaje sintético de Juan – el misterio del amor de Dios al mundo, su creación. En el breve diálogo con Nicodemo, Jesús se presenta como Aquél que lleva a cabo el plan de salvación del Padre para el mundo. Afirma: «Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único» (v. 16). Estas palabras indican que la acción de las tres Personas divinas – Padre, Hijo y Espíritu Santo – es todo un plan de amor que salva a la humanidad y al mundo.

El mundo está marcado por la maldad y la corrupción; nosotros, hombres y mujeres, somos pecadores; por lo tanto, Dios podría intervenir para juzgar el mundo, para destruir el mal y castigar a los pecadores. En cambio, Él ama al mundo, a pesar de sus pecados; Dios nos ama a cada uno de nosotros incluso cuando cometemos errores y nos distanciamos de Él. Dios Padre ama tanto al mundo que, para salvarlo, da lo más precioso que tiene: su único Hijo, que da su vida por la humanidad, resucita, vuelve al Padre y, junto con Él, envía el Espíritu Santo. La Trinidad es por lo tanto Amor, amor completamente al servicio del mundo, al que quiere salvar y reconstruir. Y sería bello qu enos sintiésemos amados: Dios me ama.

Angelus en la plaza de San Pedro
Angelus en la plaza de San Pedro

Al afirmar Jesús que el Padre ha dado a su Hijo unigénito, recordamos espontáneamente a Abraham, quien ofrecía a su hijo Isaac, como narra el Libro del Génesis (cf. 22, 1-14): ésta es la “medida sin medida” del amor de Dios. Y pensemos también en cómo Dios se revela a Moisés: lleno de ternura, misericordioso y piadoso, lento en la ira y lleno de gracia y fidelidad. El encuentro con este Dios animó a Moisés, quien, como nos dice el libro del Éxodo, no tuvo miedo de interponerse entre el pueblo y el Señor, diciéndole: «Aunque sea un pueblo de dura cerviz, perdona nuestra iniquidad y nuestro pecado, y recíbenos por herencia tuya» (34, 9). Y eso hizo Dios, enviando su Hijo. Somos la herencia de Dios.

Queridos hermanos y hermanas, la fiesta de hoy nos invita a dejarnos fascinar una vez más por la belleza de Dios; belleza, bondad e inagotable verdad. Pero también humilde, cercana, que se hizo carne para entrar en nuestra vida, en nuestra historia, en la de cada uno de nosotros, para que cada hombre y mujer pueda encontrarla y obtener la vida eterna. Y esto es la fe: acoger a Dios-Amor que se entrega en Cristo, nos hace mover en el Espíritu Santo, dejarnos encontrar por Él y confiar en Él.

Vivimos nuestra fe en Cristo escuchando la Palabra y acercándonos a los Sacramentos, por medio de los cuales el Espíritu Santo nos da la gracia de Dios. A través de los Sacramentos podemos permanecer en una relación continua con las Personas divinas, los sacramentos nos animan a dar testimonio de la caridad evangélica, nos sostienen en el esfuerzo de vivir en la unidad y en la paz, para que todo sea para la gloria de la Santísima Trinidad, de Dios-Amor.

Que la Virgen María, morada de la Trinidad, nos ayude a acoger con un corazón abierto el amor de Dios, que nos llena de alegría y da sentido a nuestro camino en este mundo, orientándolo siempre hacia la meta que es el Cielo.

Angelus en san pedro
Angelus en san pedro

Palabras después del ángelus

Queridos hermanos y hermanas: Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos: a los fieles individuales, las familias y las comunidades religiosas. Vuestra presencia en la plaza es un signo de que la fase aguda de la epidemia ha pasado en Italia, pero no cantar victoria demasiado pronto, porque es necesario seguir con las normas vigentes. Pero, lamentablemente, en otros países, especialmente en América Latina, el virus sigue cobrándose muchas víctimas. En algún país, muere una persona cada minuto. Deseo expresar mi cercanía a esas poblaciones, a los enfermos y sus familias, y a todos los que los cuidan.

El mes de junio está dedicado de manera especial al Sagrado Corazón de Cristo, una devoción que une a los grandes maestros espirituales y a la gente sencilla del pueblo de Dios. En efecto, el Corazón humano y divino de Jesús es la fuente de donde siempre podemos obtener misericordia, perdón y ternura de Dios. Podemos hacer esto reflexionando sobre un pasaje del Evangelio, sintiendo que en el centro de cada gesto, de cada palabra de Jesús está el amor, el amor del Padre. Y podemos hacerlo adorando la Eucaristía, donde este amor está presente en el Sacramento. De este modo, nuestro corazón también, poco a poco, se volverá más paciente, más generoso, más misericordioso. Una oración antigua, que aprendí de mi abuela: “Jesús, haz mi corazón semejante al tuyo”. Bella oración. Pequeña, para rezar este mes. Recémosla juntos. “Jesus, que mi corazón se asemeje al tuyo”.

Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y adiós.

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