"¡Cuántos emigrantes están expuestos estos días a peligros gravísimos y cuántos pierden la vida en nuestras fronteras!" El Papa denuncia que los emigrantes en Libia "capturados por los traficantes, venden las mujeres, torturan a los hombres y los hacen esclavos"
"No permitas que tu corazón se vuelva perezoso y que tu vida espiritual se ablande en la mediocridad. Ten cuidado porque se puede ser 'cristiano adormecido'"
"La acedia, que es un gran enemigo de la vida espiritual. La acedia es esa pereza que nos sume en la tristeza"
"Siento dolor por las noticias sobre la situación en la que se encuentran muchos de ellos. De aquellos que murieron en el canal de La Mancha. De los que están en la frontera de Bielorrusia. Muchos de ellos son niños. De aquellos que se ahogan en el Mediterráneo"
"Renuevo mi llamamiento urgente a todos los que puedan contribuir a la resolución de estos problemas, especialmente a las autoridades civiles y militares, para que la comprensión y el diálogo prevalezcan finalmente sobre todo tipo de instrumentalización y orienten la voluntad y los esfuerzos hacia soluciones que respeten la humanidad de estas personas"
"Siento dolor por las noticias sobre la situación en la que se encuentran muchos de ellos. De aquellos que murieron en el canal de La Mancha. De los que están en la frontera de Bielorrusia. Muchos de ellos son niños. De aquellos que se ahogan en el Mediterráneo"
"Renuevo mi llamamiento urgente a todos los que puedan contribuir a la resolución de estos problemas, especialmente a las autoridades civiles y militares, para que la comprensión y el diálogo prevalezcan finalmente sobre todo tipo de instrumentalización y orienten la voluntad y los esfuerzos hacia soluciones que respeten la humanidad de estas personas"
Estar atentos y orar. Éstos son los dos medios, según el Papa Francisco, para preparar la venida del Señor. Porque, para “esperarlo con alegría incluso en medio de las tribulaciones, en las crisis de la vida y en los dramas de la historia”, hay que estar despiertos y no permitir “que tu corazón se vuelva perezoso y que tu vida espiritual se ablande en la mediocridad. Ten cuidado porque se puede ser 'cristiano adormecido'. Y para eso es necesario vencer “al gran enemigo de la vida espiritual”: la acedia, “la pereza que nos sume en la tristeza y nos quita la alegría de vivid y las ganas de hacer”.
Tras el ángelus y ante una enorme bandera portada por emigrantes y los que les ayudan, el Papa, unos días antes de su visita a los campamentos de refugiados de Lesbos y de Chipre, repitió su dolorido llamamiento por los emigrantes. Y recuerda especialmente las penalidades de los emigrantes que murieron en el canal de la Mancha, los que se agolpan en la frontera de Bielorrusia, los que se ahogan en el Mediterráneo y, sobre todo, los que son repatriados a Libia, donde los traficantes los torturan y los hacen esclavos.
Y, una vez más, Francisco urge a las autoridades civiles y militares a activar su voluntad decidida de encontrar para ellos "soluciones que respeten la humanidad de estas personas".
Las palabras del Papa en la oración del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
El Evangelio de la Liturgia de hoy, primer domingo de Adviento, nos habla de la venida del Señor al final de los tiempos. Jesús anuncia acontecimientos desoladores y tribulaciones, pero precisamente en este punto nos invita a no tener miedo. ¿Por qué? ¿Porque todo irá bien? No, sino porque Él vendrá. Dice así: “Tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación” (Lc 21,28).
Es bueno escuchar esta palabra de aliento: animarse y alzar la cabeza, porque precisamente en los momentos en que todo parece acabado, el Señor viene a salvarnos; esperarlo con alegría incluso en medio de las tribulaciones, en las crisis de la vida y en los dramas de la historia. Pero, ¿cómo levantar la cabeza, cómo no dejarse absorber por las dificultades, los sufrimientos y las derrotas? Jesús nos muestra el camino con una fuerte llamada: "Estén atentos para que sus corazones no se agobien [...]. Estén atentos orando en todo momento" (vv. 34, 36).
“Estén atentos”: la vigilancia. Detengámonos en este importante aspecto de la vida cristiana. De las palabras de Cristo observamos que la vigilancia está ligada a la atención: estén atentos, no se distraigan, es decir, ¡estén despiertos! La vigilancia significa esto: no permitas que tu corazón se vuelva perezoso y que tu vida espiritual se ablande en la mediocridad. Ten cuidado porque se puede ser "cristiano adormecido", anestesiados, sin ímpetu espiritual, sin ardor en la oración, sin entusiasmo por la misión, sin pasión por el Evangelio. Y esto nos lleva a "dormitar": a seguir con las cosas por inercia, a caer en la apatía, indiferentes a todo menos a lo que nos resulta cómodo. Esto es una vida triste.
Necesitamos estar atentos para no arrastrar nuestros días a la costumbre, para no ser agobiados - dice Jesús- por las cargas de la vida (cf. v. 34). Hoy, pues, es una buena oportunidad para preguntarnos: ¿qué es lo que pesa en mi espíritu? ¿Qué me hace sentarme en el sillón de la pereza? Es triste ver cristianos en el sofá ¿Cuáles son las mediocridades que me paralizan, los vicios que me aplastan contra el suelo y me impiden levantar la cabeza?
Y con respecto a las cargas que pesan sobre los hombros de los hermanos, ¿estoy atento o soy indiferente? Estas preguntas nos hacen bien, porque ayudan a guardar el corazón de la acedia, que es un gran enemigo de la vida espiritual. La acedia es esa pereza que nos sume en la tristeza, que nos quita la alegría de vivir y las ganas de hacer. Es un espíritu maligno que ata al alma en el letargo, robándole la alegría. Se comienza con tristeza, se resbala y nada de alegría. El Libro de los Proverbios dice: "Guarda tu corazón, porque de él mana la vida" (Pr 4,23). Guarda tu corazón: ¡eso significa estar atento!
Y añadamos un ingrediente esencial: el secreto para ser vigilantes es la oración. Porque Jesús dice: "Estén atentos orando en todo momento" (Lc 21,36). Es la oración la que mantiene encendida la lámpara del corazón. Especialmente cuando sintamos que nuestro entusiasmo se enfría, la oración lo reaviva, porque nos devuelve a Dios, al centro de las cosas. Despierta el alma del sueño y la centra en lo que importa, en el propósito de la existencia. Incluso en los días más ajetreados, no descuidemos la oración. La oración del corazón puede ayudarnos, repitiendo a menudo breves invocaciones. En Adviento, acostumbrémonos a decir, por ejemplo: "Ven, Señor Jesús". Repitamos esta oración a lo largo del día: ¡el ánimo permanecerá vigilante! Digámoslo tres veces todos juntos: Ven Señor, Jesús.
Y ahora recemos a la Virgen: ella, que esperó al Señor con un corazón vigilante, nos acompañe en el camino del Adviento.
Saludos tras el ángelus
Ayer me reuní con miembros y asociaciones de grupos de emigrantes y con personas que, con espíritu de fraternidad, comparten su camino. Están aquí, en la plaza, con esa bandera tan grande. Bienvenidos. ¡Cuántos emigrantes están expuestos estos días a peligros gravísimos y cuántos pierden la vida en nuestras fronteras! Siento dolor por las noticias sobre la situación en la que se encuentran muchos de ellos. De aquellos que murieron en el canal de La Mancha. De los que están en la frontera de Bielorrusia. Muchos de ellos son niños. De aquellos que se ahogan en el Mediterráneo. Tanto dolor pensando en ellos. De aquellos que son repatriados al Norte de África, donde son capturados por los traficantes, venden las mujeres, torturan a los hombres y los hacen esclavos. De aquellos que intentaron incluso esta semana atravesar el Mediterráneo, buscando una tierra de bienestar, y encontraron una tumba.
A los emigrantes que se encuentran en estas situaciones críticas les aseguro mi oración. En mi corazón estoy cercano a vosotros.
Rezar y hacer. Agradezco a todas las organizaciones, sean de la Iglesia católica o no, especialmente a las Cáritas nacionales y a todos los que alivian su sufrimientos.
Renuevo mi llamamiento urgente a todos los que puedan contribuir a la resolución de estos problemas, especialmente a las autoridades civiles y militares, para que la comprensión y el diálogo prevalezcan finalmente sobre todo tipo de instrumentalización y orienten la voluntad y los esfuerzos hacia soluciones que respeten la humanidad de estas personas.
Pensemos en los emigrantes y en su sufrimiento y recemos en silencio.
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