Francisco deplora "los enfrentamientos y masacres en el este de la República Democrática del Congo" El Papa pide “ser sembradores generosos y confiados del Evangelio”

La parábola del sembrador
La parábola del sembrador

"Es necesario que después de sembrar este sepa esperar con confianza"

"Un Padre, pero nos da tiempo, para que las semillas se abran, crezcan y se desarrollen hasta dar fruto de buenas obras"

"¿Yo siembro con confianza la Palabra de Dios en los ambientes en los que vivo? ¿Soy paciente a la hora de esperar, o me desanimo porque no veo inmediatamente los resultados?"

“Espera confiada”. Ésa es la receta que el Papa Francisco ofreció hoy a la Iglesia en su labor misionera y evangelizadora. Como espera el Padre, que “nos da tiempo, para que las semillas se abran, crezcan y se desarrollen hasta dar fruto de buenas obras”. De ahí que Francisco invite a los creyentes a hacerse este par de preguntas: “¿Yo siembro con confianza la Palabra de Dios en los ambientes en los que vivo? ¿Soy paciente a la hora de esperar, o me desanimo porque no veo inmediatamente los resultados?”

 En los saludos tras el ángelus, el Papa recordó a los muertos en la República del Congo, asi como a la "martirizada Ucrania" y a las guerras de Palestina, Myanmar y Sudán del Sur.

El Papa también deplora "los enfrentamientos y masacres en el este de la República Democrática del Congo" y hace "un llamamiento a las autoridades nacionales y a la comunidad internacional para que pongan fin a la violencia. Muchas víctimas son cristianos y son mártires. Su sacrificio es una semilla que da fruto"

Texto íntegro de la catequesis papal

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días! 

Hoy el Evangelio de la liturgia nos habla del Reino de Dios a través de la imagen de la semilla (cf. Mc 4,26-34). Varias veces Jesús usa esta similitud (cf. Mt 13,1-23; Mc 4,1-20; Lc 8,4-15), y hoy lo hace invitándonos a reflexionar en particular sobre una actitud importante: la espera confiada. 

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En efecto, en la siembra, por buena y abundante que sea la simiente que esparce el agricultor y por bien que prepare la tierra, las plantas no brotan inmediatamente: ¡hace falta tiempo! Por ello, es necesario que después de sembrar este sepa esperar con confianza, para permitir a las semillas que se abran en el momento preciso y a los brotes que germinen en la tierra y crezcan, lo suficientemente fuertes como para asegurar, al final, una cosecha abundante (cf. vv. 28-29).  

Debajo de la tierra ya se está produciendo el milagro (cf. v. 27), hay un enorme desarrollo, pero es invisible, se necesita paciencia y, mientras tanto, es necesario seguir cuidando las tierras labrantías, regarlas y mantenerlas limpias, a pesar de que en la superficie parezca que no sucede nada. 

También el Reino de Dios es así. El Señor deposita en nosotros las semillas de su Palabra y de su gracia, semillas buenas y abundantes, y después, sin dejar de acompañarnos, espera con paciencia. Sigue cuidándonos, con la confianza de un Padre, pero nos da tiempo, para que las semillas se abran, crezcan y se desarrollen hasta dar fruto de buenas obras. Y esto porque quiere que en su campo no se pierda nada, que todo llegue a la plena  maduración; quiere que todos nosotros podamos crecer como espigas cargadas de grano.  

No solo. Haciendo así, el Señor nos da un ejemplo: nos enseña también a nosotros a sembrar con  confianza el Evangelio allí donde estemos – como padres, sacerdotes, religiosos, maestros, catequistas,  formadores – y después a esperar que la semilla plantada crezca y dé fruto en nosotros y en los demás, sin  desanimarnos y sin dejar de apoyarnos y ayudarnos unos a otros, incluso allí donde, a pesar de los esfuerzos,  nos parece que no se ven resultados inmediatos. A menudo, de hecho, también entre nosotros, más allá de las apariencias, el milagro está ya en marcha y a su debido tiempo dará frutos abundantes. 

Por ello, podemos preguntarnos: ¿Yo siembro con confianza la Palabra de Dios en los ambientes en los que vivo? ¿Soy paciente a la hora de esperar, o me desanimo porque no veo inmediatamente los resultados?  Y, ¿sé confiar todo serenamente al Señor, al tiempo que doy lo mejor de mí para anunciar el Evangelio? 

Que la Virgen María, que acogió e hizo crecer en su interior la semilla de la Palabra, nos ayude a ser sembradores generosos y confiados del Evangelio. 

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